El Barcelona está en disposición de culminar una temporada histórica: la del triplete. Y cuando dentro de años se repase la historia de este Barcelona, se descubrirán hitos maravillosos y obras de arte firmadas por el mejor jugador que jamás pisó un campo de fútbol: Lionel Messi. La historia dirá que la final de Copa duró veinte minutos, el tiempo que tardó Messi en esbozar uno de sus mayores genialidades futbolísticas que se recuerdan. Un gol que descansa en el imaginario colectivo junto al de Maradona a los ingleses. El gol messianesco.
La final de la Copa es un partido distinto, un duelo con un sabor diferente. Alejado de los funcionariales partidos de Liga y mucho más auténtico que los cosmopolitas partidos de Champions, la final entre Athletic y Barcelona comenzó el pasado viernes en las calles de la ciudad, con una afluencia masiva de bilbaínos. “Está aquí medio Bilbao, el otro está de camino”, advertía una aficionada en la mañana del partido ante una cerveza al sol de La Barceloneta.
En la grada ganaba el Athletic, consciente de que era su final. El Barcelona llegaba con una sensación extraña. Jugaba en su casa, pero ocupaba el vestuario visitante. Sus aficionados habían preferido vender sus entradas a los vascos para acometer el viaje a Berlín, con la intención de conquistar Europa. La final era una estación de paso, un puente hacia el triplete. Una premisa insalvable, eso sí, para coronar una temporada tan paradójica como triunfante.
El partido comenzó con una pitada descomunal, ensordecedora. Las dos aficiones a una. Una bronca histórica que saludó la primera final de Felipe VI. Unanimidad en ambas gradas. Superado el lance político-reivinidicativo, comenzó a rodar el balón. Advirtió Iniesta que el Athletic "no juega, muerde". Y Luis Enrique insistió, "hay que trabajar para generar situaciones que le hagan daño al rival”. Y eso lo propuso el Barcelona desde la posesión. El Athletic se mostraba solidario en las coberturas, esforzado en su fútbol. La ocasión lo merecía. Mientras el Barça defiende con el balón en los pies, el Athletic ataca defendiéndose. Dos estilos de vida.
Valverde ordenó acometidas rápidas y diagonales. Balones desde los costados para el poderío de Aduriz y Williams, especialmente a la espalda de Mascherano. Precisamente eran los delanteros rojiblancos los primeros defensores del Athletic. Hecho que incomodó al Barcelona en la elaboración. Mordía el Athletic entre líneas. Corría el minuto 10 cuando una pelota a la espalda de la zaga bilbaína fue rematada a gol por Neymar en un más que cuestionable fuera de juego. Segundos después Herrerín despejaba un disparo de Luis Suárez. Primer aviso.
El juego de segunda jugada del Athletic, menos laborioso y más arisco que el azulgrana, no generaba sensación de inquietud real en las filas locales más allá de alguna salida de presión enredada. Y entonces llegó la jugada. Messi encaró a Balenciaga y se hizo un autopase que le sirvió para deshacerse del lateral y de los dos hombres que le ayudaban en la cobertura. Entró en el área, recortó hacia dentro y disparó duro y raso por el palo corto. Maradoniano. O habrá que empezar a decir Messianesco. Una obra de arte ante la que la zaga rival sólo pudo encogerse de hombros. Decían Herrerín que no había visto vídeos de Messi marcando goles espectaculares. Ahora él saldrá en esos vídeos. Messi juega a otro deporte.
El Athletic trató de superar el shock con su habitual juego tenso. Se afeó el partido con par de tarascadas vascas en las que se vio involucrado Neymar. Apareció Alba a la media hora de partido para regalar un centro delicioso a la espalda de la defensa bizkaina que no encontró rematador. Y por dos veces respondió el Athletic pisando área sin concretar. Centros con efectos venenosos buscando la atalaya de Aduriz, un 9 de los que no quedan.
Pero volvió a ocurrir. Una jugada nacida en la orilla derecha del ataque del Barcelona, a los pies de Messi, tejió el camino hasta la banda contraria, donde Neymar empujó a placer el gol después de una pared y dos buenos pases. El Barcelona se divertía. Rozaba la Copa y acariciaba el triplete. Pero en esas, Jordi Alba, con cierta arrogancia, regaló un balón que terminó estrellando Williams en el larguero. La primera parte concluyó con una falta lanzada por Messi que Herrerín despejó a córner cómo pudo. Al descanso llegaba el Barcelona pletórico, feliz, disfrutando. Con la sonrisa de Messi, ese genio.
La segunda parte empezó con Xavi calentando en la banda. Hecho muy celebrado por la grada azulgrana (y por los poco neutrales que pisaban el estadio). No podía, no porque no quisiese, discutir la posesión el Athletic al Barça. Aunque el partido se mostraba más descosido y vertiginoso en la reanudación. Las prisas vascas activaban el modo contragolpedor de los de Luis Enrique. Un perfil que hay que reconocer que el asturiano ha ido limando con paciencia pese a las críticas que arreciaban por ello.
La parroquia vasca saludaba los córners de forma muy británica, entendían, no sin razón, que era su recurso más aprovechable. Y así, a base de centros laterales, los de Valverde apechugaron a los culés. El Camp Nou saludó de pie el cambio de Iniesta por Xavi. Y eso incluye a la grada bilbaína, que ofreció un recital de señorío durante todo el fin de semana en Barcelona. Buen ambiente, buen humor, buen paladar. Segundos después era Iraola el que se retiraba, en su último servicio al Athletic, que fue correspondido con el Camp Nou puesto en pie. Esta vez también la grada culé. Quid pro quo.
En la grada estaba el espectáculo en esta segunda parte. La Copa es una competición de aficiones, de colores. A los cánticos rojiblancos le sucedían los azulgrana. Una coreografía improvisada que no dejaba espacio al desánimo por parte de los del Botxo. ¡Que bote San Mamés! coreaban los más de 50.000 bilbaínos que okuparon el Camp Nou en cuya grada no estaba Ada Colau, quien prefirió dejar a Trías que se despidiese con una bonita foto para el recuerdo.
Llegaba el partido plácidamente a la media hora de la segunda parte cuando Messi, jugador que ha desarrollado espectacularmente su rol finalizador en este Barcelona abierto de Luis Enrique, anotaba el tercero y daba por cerrado por el partido. Pero el Athletic es un equipo digno, orgullos de su escudo, de su camiseta y de su afición. Y su empeño tuvo premio en el minuto 79, con un gol de Iñaki Williams, joven talento llamado a dar grandes alegrías a los de San Mamés.
Sobró el final de Neymar. Ese perfil egocéntrico que a veces muestra, confundiendo lo lúdico con lo exhibicionista. Un regate innecesario, falto de respeto y hombría desencadenó una tángana y unas cuantas patadas innecesarias, pero justificadas por la tensión creada por el arrogante brasileño. Algo que debe aprender. La Copa finalmente se queda en casa. El triplete espera en Berlín. Y no hay muro que se le resista a Messi. La Juventus está avisada.
Ficha técnica
Athletic: Iago; Bustinza, Laporte, Etxeita, Balenciaga; Iraola (Susaeta 53'), San José, Mikel Rico (Iturraspe 74’), Beñat (74’); Aduriz e Iñaki Williams.
Barcelona: Ter Stegen; Alves, Piqué, Mascherano, Alba (Mathieu 76’); Busquets, Rakitic, Iniesta (Xavu 55’); Messi, Luis Suárez (Pedro 76’), Neymar.
Árbitro: Velasco Carballo. Amonestó a Piqué (41’), Iraola (42’), Neymar (86’) y Susaeta (87’)
GOLES: 1-0 (20’) Messi 2-0 (36’) Neymar 3-0 (74’) Messi 3-1 (79’) Williams