Cristiano Ronaldo, el hombre al que todos regalan los oídos durante los últimos tres meses, ya tiene su réplica en el Museo de Cera de Madrid. El jugador acudió este sábado al escenario para estrenar su figura y aplaudir su parecido. Ya está ahí inmortalizado, junto a otras más de 400 celebridades, vestido con la camiseta de Portugal. Juega en el Real Madrid, la institución que le ha convertido en el futbolista mejor pagado del planeta. Pero el propio deportista ha exigido aparecer ante los centenares de visitantes que acuden a diario al escenario enfundado con la vestimenta de su selección. O mejor dicho, con el logotipo de Nike en el pecho.
El asunto es aparentemente menor. Qué más da, todos saben dónde juega Cristiano, en qué portería mete sus goles y dónde se ponen su careta para reivindicar el Balón de Oro. Pero resulta cuando menos llamativo, y hasta extraño, que el club que más importancia concede a la imagen, que ha revolucionado el concepto del fútbol como negocio precisamente a partir de esos detalles, que ha condicionado lo deportivo a lo comercial, haya perdido una batalla así. Al Madrid lo viste Adidas.
El Madrid sigue siendo el trabajo principal de Cristiano Ronaldo por más que lo ceda obligatoriamente a la selección, pese a los riesgos de lesión, y que deje y aproveche su tirón mediático para explotar su imagen con todo tipo de acuerdos publicitarios. Pero el muñeco de cera de su máxima estrella, del futbolista que actualmente mejor proyecta su escudo, que llega más lejos, ha exigido y conseguido quedar inmortalizado en su propia ciudad vestido con la roja de Portugal. Ya sería doloroso para el madridismo que la decisión la hubiera tomado el corazón de Cristiano. Pero queda más grosero que esté movida por el monedero.