El partido comenzó impreciso, con ese sol y sombra traicionero de la hora que tanto gusta en China (eso dice Tebas) pero que tanta atmósfera de partido grande le resta a un duelo de esta enjundia. Las primeras galopadas de un Torres redivivo ante el desafío del eterno rival fueron lo más destacado del partido hasta un latigazo de Cristiano a la cepa del poste que Oblak abortó haciendo fácil lo difícil.
Agitado el partido, impreciso, sólo Benzema parecía reclamar finura y clarividencia. De una triangulación del galo con Cristiano nació un chut que Oblak abortó con manopla prodigiosa. El Atlético estaba atrincherado y desplegaba una alfombra roja que el Real Madrid aprovechaba para llegar con cierta comodidad a tres cuartos de cancha.
A la media hora, superado momentáneamente Oblak, tuvo que aparecer Savic para meter una testa bajo palos que abortó el gol de Cristiano que ya cantaba el Bernabéu. Diez minutos después, sería Navas el que despejaría un zurdazo travieso, lejano, de Antoine Griezmann. Tras los dos zarpazo, descanso y tentempié.
El partido se volvió a agitar en la segunda mitad, con Oblak desperezándose pronto para tapar con todo, casi como un portero de balonmano, el chut de Benzema en el segundo palo. Poco pudo hacer, eso sí, tras el cabezazo de Pepe que terminó por romper el empate. Una pelota parada que hizo justicia ante un Atleti demasiado timorato, al que ni el paso por los vestuarios había espoleado.
Un mano a mano de Torres como verso suelto anunció que el Atlético parecía querer regresar al partido. El fuenlabreño estrelló el chut en el cuerpo de Navas y Simeone reaccionó lanzando más leña a a la hoguera: Correa por Saúl y filas arriba.
La lesión de Pepe, que se tuvo que retirar tras un golpe con Bale que le dañó en el costado, pareció meterle nuevo cloroformo al duelo. Inerte, el derbi caminaba en la nada. Ni la entrada de Isco, animador de tantos encuentros, consiguió romper el hastío.
Pensaba Simeone hasta en poner a Cerci sobre la mesa, desesperado por resucitar al muerto, pero Correa le quitó la idea de la cabeza con un pase teledirigido tras el que Griezmann fusiló a Keylor. Chispazo de talento para que un Atleti náufrago no muriera de hambre.
No ocurrió nada más en un derbi muy bajo de biorritmos que reengancha al Barcelona a la pelea por la Liga.