Fernando Torres no tiene nada que hacer. Da igual cómo resulte su regreso al Atlético. Los suyos le van a querer siempre; los demás, nunca. Simeone dejó el año pasado una de sus frases para el archivo cuando el Atlético se convirtió en alternativa de poder a Real Madrid y Barcelona: "Molestamos".
La sentencia del entrenador argentino resultó tan efectiva como discutible. Porque en el fondo niega la grandeza de un club que siempre había discutido la supremacía a los dos trasatlánticos del fútbol español. De hecho, acabó doblegándolos para ganar la Liga.
Simeone: "Torres arranca de titular mañana, está fuerte. Si no lo viera con posibilidades de romper las defensas contrarias, no contaría con él"
El Atlético, más que molestar, sorprendió. Fundamentalmente porque llevaba varios años lejos de la élite. Lo de Torres es otra cosa. En clubes donde la ansiada globalidad universal ha silenciado el sentimiento, la figura del Niño es única. Y eso sí que molesta.
El Real Madrid y el Barcelona, con su innegable grandeza, tienen abundantes ídolos, pero la mayoría son provisionales y de chequera. Messi y Cristiano, los dos mejores futbolistas del mundo, nunca serán patrimonio eterno y exclusivo de ambas entidades. Lo fueron Puyol y Raúl, pero hoy no hay nadie a su altura.
Por eso molesta Torres. Y por eso buena parte de la corte de periodistas barcelonistas y, sobre todo, madridistas fomentan desde hace días un movimiento entre el ninguneo y la mofa cuando se refieren al número '19' colchonero.
Esa corriente antiTorres -que ha calado en una parte de la afición española- no es nueva. Intenta desprestigiar desde hace lustros a un futbolista que ha sido contratado por Liverpool, Chelsea y Milan. Nada más y nada menos. Se ve que los directores técnicos de tres de los más importantes clubes de fútbol del mundo son tan irresponsables o tan inútiles como para gastarse millones de euros en un "paquete" (chiste de moda en las redes sociales en los últimos días).
Lo que molesta es presenciar la peregrinación en masa de más de 40.000 personas sólo para ver durante breves minutos cómo se pasea junto a sus hijos y saluda desde el césped del Calderón un goledor "acabado".
La feroz 'yihad' antiTorres, sin ningún icono propio al que adorar con semejante amor, asiste atónita a la pasión desbordada a orillas del Manzanares. Y rabia de envidia.
Simeone, con un olfato especial para todo lo relacionado con el sentimiento, lo sabe. Por eso le pidió al club que recuperara al Niño cuando pudiera. Y por eso le va a hacer vestir de nuevo su camiseta, su escudo, en casa y ante el rival al que más le fastidia ese enstusiamo atlético.
Torres será titular este miércoles en el partido de ida de los octavos de Copa ante el Real Madrid. Da igual que haga el partido de su vida o que firme una actuación oscura. Su mera presencia encenderá la grada. Y eso sí que molesta.