Según las últimas fuentes consultadas, la deuda del fútbol español asciende en estos momentos a 3.600 millones de euros. Entre los 40 clubes de Primera y Segunda división que forman la Liga de Fútbol Profesional (LFP) -son 42, pero Madrid y Barça tienen a sus filiales en Segunda- 21 están o han estado en Ley Concursal y alguno, además del Guadalajara, corre peligro de descender a Segunda B al término de esta temporada. A día de hoy, el Deportivo tiene todas las papeletas de acabar mal, al igual que su presidente, Augusto César Lendoiro, a quien tampoco se le augura un futuro muy halagüeño.
Otros casos a destacar son los del Málaga, que ha sido sancionado por la UEFA de acuerdo con el 'fair play financiero' y, salvo que su recurso al TAS prospere, no jugará competiciones europeas la próxima temporada. La del Atlético de Madrid, que debe más de 99 millones de euros a Hacienda. O la del Espanyol, que negocia con Hacienda una refinanciación de 30 millones.
El alto coste de las plantillas, con unos suelos desorbitados en muchos casos y que se llevan el 70% de los presupuestos, el endeudamiento sistemático, especialmente con Hacienda y las Cajas de Ahorro, y el estallido de la burbuja inmobiliaria, en la que más de un club había fiado su futuro, han llevado a muchos clubes a situaciones económicamente insostenibles.
Ya no hay redes, ni financieras ni políticas, a las que los clubes en apuros puedan sujetarse. Se acabó tirar de préstamos y retrasar los pagos a Hacienda, de quien se ha abusado hasta el punto de utilizarla como prestamista de bajo coste. Ya no hay quien haga la vista gorda. La gestión económica del fútbol español lleva años chocando frontalmente con la gestión deportiva, pues los clubes, aunque son y funcionan como empresas, no buscan repartir dividendos sino resultados deportivos en forma de títulos, permanencia o ascenso de categoría, de ahí que no le haya importado seguir endeudándose.
Sin embargo, el fútbol español ha visto las orejas al lobo y no le queda más remedio que racionalizar lo que hasta ahora se ha gestionado bajo dos premisas tan perversas como el 'todo vale' y 'el que venga detrás que arree'. Salvo Real Madrid y Barcelona, los dos grandes que desestabilizan con sus altísimos salarios, y otros como Athletic, Osasuna o Real Sociedad, el caso de estos tres gracias a su singular sistema fiscal, y otros tan ejemplares como el Huesca, la mayoría de los clubes de Primera y Seguda división están endeudados hasta las cejas.
En vista de que la Liga de Fútbol Profesional (LFP) ha sido incapaz de hacer honor a su nombre, pues ha demostrado ser todo menos profesional, desde el Consejo Superior de Deportes (CSD), con su presidente, Miguel Cardenal, a la cabeza se ha fijado un mecanismo para rescatar el fútbol español. Un mecanismo que merece un artículo a parte.