Durante muchos años, la selección española de fútbol no pasaba nunca de cuartos de final. Tenía buenos jugadores, todo parecía ir bien, hasta que se quedaba a las puertas de hacer algo importante. No había explicación. Pasan los años y aparecen personajes como Gerard López, antiguo internacional por España y ahora seleccionador catalán, que empieza a decir lo que no se atrevía cuando era jugador y vestía La Roja.
Ser seleccionador catalán es como hacer de Papá Noel: 364 días sin hacer nada y en 90 minutos ya has hecho el trabajo de todo el año. Te pagan por ponerte un traje, pasar un par de horas de frío, y sobre todo, repetir frases como “es el momento de reivindidicarse como país”.
López, antiguo tertuliano de TVE, jugador de la selección española y ahora comentarista en TV3 (la televisión uniplural catalana), se ha convertido como todos los conversos en el peor de los radicales. En lugar de buscar el fútbol como una fiesta, trata de convertir una broma en algo épico. Ha criticado a Garrido por no ceder a este partido de pandereta catalana a Verdú, pero no tiene lo que hay que tener para decir nada de Xavi o Puyol. Claro, estaban lesionados…
Jugadores como López o Guardiola, que estuvieron en la Eurocopa del 2000, donde España no pasó de cuartos, se han vuelto ahora más radicales catalanes que entonces. Quizás por eso la selección española nunca fue nada hasta que llegaron tíos de verdad, que sienten la selección y son ganadores. Quizás es hora de empezar a pensar qué habría pasado si en lugar de ir los que mejor jugaban, hubieran ido los que de verdad sentían la camiseta.