Entre las innumerables torpezas que conlleva la búsqueda y ejercicio del poder destaca sin duda lo que sucede. Quiero decir que nadie mejor que la actualidad explica las servidumbres de nuestros servidores públicos. Tan serviciales ellos con lo que no sirve. Me refiero, por supuesto, a que sucede todo lo contrario de lo estrictamente necesario y prometido. Dolor que se abraza a aquello de que solo deberían ejercer poder los que se sientan realmente comprometidos por convencimientos y conocimientos. Es decir con los aspectos, proyectos y esperanzas de los adscritos o afectados por la realidad social que van a administrar. De ahí el tan común despropósito de que, por ejemplo, no sea docente el que hace de ministro de educación o nada sepa de medicina el de sanidad.