Ya no es que vulnere el famoso e inservible libro azul del que habló Florentino Pérez en su primera etapa presidencial en el Real Madrid, aquel que iba a servir de innegociable código de buena conducta en el club. Es que escuchada la excusa suena aún más irritante que Ancelotti haya llenado su cuerpo técnico de familiares directos. “En cuanto al nutricionista, ¿es mi culpa si mi hija está comprometida con él?", afirmó en la entrevista concedida al 'Corriere della Sera', muy en la línea instalada en esa y otras cosas de acomodarse en preguntadores extranjeros para propagar los mensajes.
En dicho interrogatorio dejó algunas perlas más que incorporar al catálogo de actuaciones que le tienen sumergido en la desconfianza exterior. “Como entrenador puedo decir que en los próximos partidos lo haremos mejor, aunque sólo sea porque no se puede jugar peor de cómo lo hemos hecho”, dijo como quien apuesta al negro en la ruleta convencido de que seis veces seguidas el rojo no puede salir. Como argumento de quien tiene que emitir señales inequívocas de tener agarrado los problemas del Madrid para remediarlos no puede resultar más desolador.
A Ancelotti ya le empiezan a mirar con recelo en los despachos (menos en uno). Hay futbolistas que sospechan de que sus decisiones tienen influencia de la jefatura, no le creen. El equipo no encuentra una línea de juego clara y el preparador no da pistas contundentes del camino exacto a recorrer. Sus alineaciones gustan más al jefe que a la grada. Y luego está el enredo de la portería, esa salomónica alternancia Liga-Champions a la que acudió después de meterse gratuitamente en un lío mayor.
Sobre el particular, Casillas de alguna manera remató este jueves al preparador, lo dejó para siempre entre la espada y la pared. Esa advertencia emitida en tono conciliador pero de fondo amenazante, “si en tres meses todo sigue igual, lo mismo me planteo otra vez irme”, no le hace ningún favor a Ancelotti. Tampoco a sí mismo, porque su reconciliación con ese sector del madridismo que le desprecia es casi más imposible que improbable (las redes lo confirmaron durante toda la tarde de este jueves).
Pero sobre todo al entrenador, que quedará señalado como responsable de la fuga de Iker si mantiene su teórico criterio de poner a Diego López. Y retratado como sumiso si devuelve los galones de titular al campeón del mundo. Aunque realmente fuera una decisión personal, a los ojos de todo el mundo se consideraría una cesión al ultimátum. Los detractores de Iker llevaban meses reclamando que se pronunciara sobre su situación y ahora que ha hablado con sinceridad el incendio es mayor a cuando permanecía callado.