Julio de 2030 es la fecha de arribada de la travesía en la que está embarcada la Real Federación de Fútbol (RFEF) y en la que España tiene puestos los ojos: la organización del Mundial de la FIFA, una vigésima cuarta edición que se llevará a cabo también en Portugal y Marruecos. Además, por tratarse del centenario del torneo —el evento deportivo más importante del mundo después de los Juegos Olímpicos—, el calendario contará también partidos-homenaje a las selecciones de Argentina, Paraguay y Uruguay en sus respectivos países. Total, un jaleo.
El capitán del barco, recién elegido por su tripulación, es el flamante presidente de la RFEF, Rafael Louzán (Ribadumia, 1967), presidente de la federación territorial gallega desde 2014 y expolítico del Partido Popular que ocupó la presidencia de la Diputación de Pontevedra entre 2022 y 2015. En principio, él debería ser el elegido para llevar la embarcación a puerto en dos legislaturas consecutivas, la de 2024-2028 y la de 2028-2032 —lo natural sería que fuese reelegido—, pero pesa sobre él en este momento una condena de ocho años que lo inhabilita para cargo público por un delito de estafa y otro de prevaricación y fraude que están recurridos en el Tribunal Supremo y por el que este se pronunciará en el mes de febrero.
Louzán necesita apoyos para sacar el plan adelante
A favor del presidente condenado, que su recurso de casación ha sido aceptado y que son muy pocos los que consiguen este primer paso, lo que le da cierto empaque a su esperanza de acabar absuelto y, con ello, poder llevar a cabo su mandato con total normalidad. En contra, que tiene a fecha de hoy al Gobierno del PSOE en contra. La ministra Pilar Alegría ha esperado que fuese oficialmente investido como presidente de la Federación para señalar que el CSD debe tomar cartas en el asunto. "Es muy difícil de explicar y de entender que un condenado por prevaricación presida la RFEF", ha dicho la ministra de Educación, Formación Profesional y Deportes esta semana. "Sobre todo porque en la misma situación procesal del señor Luzán yo, por ejemplo, no podría estar sentada en esta mesa", añadía preguntada por el caso de Louzán.
Los apoyos de la Real Federación Española de Fútbol están, evidentemente, en Suiza, sede de la FIFA (Federación Internacional de Fútbol Asociación), la institución que agrupa a las 211 federaciones nacionales de fútbol de todo el planeta y a la que nunca le han gustado las injerencias de los gobiernos nacionales en lo que consideran un negociado propio y exclusivo. Este miércoles, Louzán ha estado presente en Catar en la celebración de la nueva Copa Intercontinental —la que lleva a sustituir a estas alturas del año a la asentada Copa Mundial de Clubes de la FIFA, que pasa a disputarse desde 2024 en periodo estival y cada cuatro años— y allí ha mantenido su primera reunión con el presidente de la Federación Internacional, el suizoitaliano Gianni Infantino (Brig-Glis, Suiza, 1970).
Las escalas de este transatlántico llamado RFEF
Una vez elegido un presidente, el 5 de febrero el Tribunal Supremo decidirá si ratifica su condena, por la cual Rafael Lozán está inhabilitado para ocupar un cargo público. La RFEF es una entidad privada, pero lleva a cabo una labor pública, por lo que la decisión del TS tiene en vilo al fútbol nacional y también al CSD que, si se inicia un procedimiento por la vía administrativa ahora, se tardará unos tres meses en en inhabilitar al nuevo presidente de la RFEF. En este caso, los tiempos coinciden.
En caso de que se mantenga la condena, la Asamblea General actual deberá elegir a un nuevo presidente entre los candidatos que se presenten. El Consejo Superior de Deportes estará muy pendiente de que así sea y luchará para que el próximo en ocupar esa silla esté limpio. Se trata, ni más ni menos, que el presidente de una de las federaciones más importantes del mundo y, según se acerque la fecha del Mundial, la prensa de todo el mundo comenzará a poner los ojos en él.
El mandato de Louzán, llegado este caso, se afianzará. Podrá modificar calendarios, estructuras del "competicionales" —no está en la agenda, pues se acaba de consolidar la disolución de la 2ªB en dos divisiones— quitar y poner directivos y presidentes de los diferentes comités, incluyendo el de árbitros —donde está el cuestionado Medina Cantalejo—, y si deportivamente no funcionan las selecciones, en su mano estará elegir a los futuros seleccionadores. Por la lista del absoluto masculino —a día de hoy, Luis de la Fuente, al que Louzán desea renovar lo antes posible— pasan el Mundial de 2026 y la Eurocopa 2028 y lo mismo se puede decir del seleccionador o seleccionadora absoluta femenina, de los que cada vez se espera más exigencia por la expectación que genera este equipo. A ello hay que sumar unos Juegos Olímpicos en 2028 —el torneo masculino lo disputará la sub-21— y las correspondientes fases de clasificación y Ligas de las Naciones —tanto masculinas como femeninas—.
En el plano de los clubes, Louzán tiene entre manos una Supercopa que no acaba de gustar a los aficionados pero que cada vez es vista con mejores ojos entre los que la disputan. El dinero que llega de Arabia Saudí beneficia tanto a los contrincantes como a la propia RFEF, que puede con ella mantener el coste de todo el fútbol español. Los contratos con el país anfitrión aún pueden ser negociados, pero el nuevo presidente ya ha reconocido que se trata de una cantidad muy útil para los intereses de la federación y los clubes, por lo que sería sorprendente —aunque no imposible— que volviese a España, para júbilo de la afición nacional.
Una vez llegue 2028, la Asamblea General deberá ser de nuevo elegida para el siguiente ciclo olímpico —2028 a 2032—, tal y como ordena la ley. Del voto de esa nueva Asamblea se elegirá de nuevo presidente, que, si todo sale según lo previsto, será el que esté al frente en el año 2030. Ese será el momento en el que Rafael Louzán, después de todas las trabas que ha habrá tenido en la última década, habrá conseguido llegar a puerto y cumplir el objetivo: que la RFEF tenga en el Mundial de España un presidente que no esté inhabilitado.