El Real Madrid primero hace el trabajo y luego se recrea. Su contundencia, histórica y evidente, combina cada vez más por un cariño por los modos, por la forma en la que se llega a la victoria. No es solo marcar goles por doquier, es la manera de conseguirlos. El objetivo estético se agudiza cuando el partido ya está encarrilado. Llegan los pases cortos, los tacones, los regates y los desmarques. Fútbol caviar, la consecuencia lógica de una plantilla tremenda con una ambición desmedida. Y de las directrices del banquillo, que saben que el orgullo no puede estar solo en el resultado (aunque sea un 5-0, como contra el Athletic).
Por si fuese poco con el tonelaje del Madrid, se encontró delante al Athletic un equipo desanimado que vaga por los campos europeos sin encontrarse a sí mismo. La imagen que todos tenemos del equipo bilbaíno, un conjunto aguerrido que nunca entrega la cuchara, no aparece en esta última versión, un problema muy grave que les ha llevado hasta el desahucio en Europa y los puestos de descenso en la Liga. No hay equipo en el campeonato que necesite más el parón de selecciones, momento perfecto para resetear y plantear realmente qué quieren ser.
Lo cierto es, en cualquier caso, que incluso otra noche mejor de los leones no hubiese detenido por completo la estampida de juego y remate que propuso el Madrid. En los blancos, como siempre, hay que empezar por Cristiano Ronaldo, el jugador total. Si alguien en el mundo está cerca de la paradoja de mandar un centro y rematarlo es él. Tres goles, una asistencia, una buena cantidad más de pases y remates de todos los colores. Si no marcó más que porque Iraizoz fue de lo mejor de su equipo. Está, además, cada vez más concienciado en que esto no es una guerra personal sino una obra grupal, se le ve contento en su función de estrella, pero también de líder de la banda.
Cristiano anotó tres goles y dio una asistencia en otra exhibición de hambre y verticalidad de los blancos
Junto a él, en el frente de ataque, Bale y Benzema. El francés, autor de dos tantos, fue ovacionado en su salida del terreno de juego. Aunque en muchas ocasiones no ha sabido sintonizar con la grada, porque no es uno de esos hombres aguerridos que tanto gusta en Chamartín, no hay afición que le pueda negar su extrema calidad. Es de esos jugadores que baila sin importarle estar en una baldosa de terreno o en un gran latifundio. Cuando le salen las cosas es uno de los futbolistas de mayor plasticidad del fútbol mundial, de esos que siempre acomoda el cuerpo para que la pelota no sufra.
En cuanto al galés, que no ha empezado bien la temporada, ayer fue uno más en la sinfonía. Bale corre el contragolpe como los mejores y tiene un golpeo de balón excelente. Con la izquierda porque es la buena, y con la derecha porque lo sabe hacer. El primer gol de Cristiano, un testarazo, vino de un centro con su pierna mala que otros, incluso entre su compañeros, serían incapaces de hacer con la buena. Se puede sumar en la nómina de atacantes a Modric, Kroos, James, Carvajal y, por supuesto, Marcelo, ese lateral hijo de la anarquía. Ancelotti, el hombre del ensamblaje, también tiene su parte de culpa. Aunque sean los mejores del mundo para el contragolpe ha impuesto que ese no sea el único recurso.
La tarde quedó perfecta para los blancos, pues tampoco sufrió en defensa. Un par de buenas paradas de Casillas, la defensa bien montada y, por primera vez en bastante tiempo, sin sufrir en los córners. El Madrid, que sabe de ese problema, se ha puesto a probar nuevas cosas, como descolgar a un hombre a modo de barrera para dificultar el centro. Ideas novedosas que deberán desarrollar más en un futuro para ver si realmente sirven para algo o fueron solo cosa de un partido en el que al Madrid todo le salió de cara. Los de Ancelotti, en esta versión, aspiran solo tienen el cielo como límite.