Eurocopa de 2008, Mundial de 2010 y Eurocopa de 2012. Tricampeones. Tres títulos consecutivos que nadie salvo España ha conseguido. Logró esta gesta un equipo de ensueño, liderado por los Iniesta, Xavi, Casillas, Ramos o Piqué, que ya está en la historia del fútbol. Aquel grupo culminó su leyenda en la noche del 1 de julio de 2012, en Kiev (Ucrania), cuando la Selección del tiki-taka vapuleó sin piedad a la Italia de Pirlo, Buffon o Balotelli.
Siempre fieles a su estilo, primero con Luis Aragonés y luego con Vicente del Bosque, los tricampeones ganaron muchos partidos a numerosos rivales. Incontables y variopintas batallas que están en las memorias de los aficionados. Pero, en realidad, para ese grupo de futbolistas todo empezó y terminó contra Italia, hasta entonces bestia negra de los combinados españoles.
Ahora, justo después de la dolorosa derrota en las semifinales de esta Eurocopa de 2021 en la tanda de penaltis, no está de más recordar, aunque sea como forma de vendetta, que el brillo incomparable de ese equipo legendario empezó precisamente contra los transalpinos, en aquellos penaltis de los cuartos de final de la Eurocopa de 2008. Aquella tanda en la que Casillas tumbó a los italianos. Pero hoy, cuando se juega la final del europeo, nada mejor que recordar aquella tercera victoria en el último partido celebrado en el Olímpico de la capital ucraniana.
España partía como favorita porque era bicampeona europea y mundial. Pero el equipo transalpino también tenía grandes opciones. Sobre todo porque existía un precedente: ambos se habían enfrentado en la fase de grupos con un justo empate a uno que pudo decantarse para cualquier lado. La realidad, en cambio, es que el pretendido equilibrio apenas duró unos minutos. La Selección nacional aplastó a su rival. Un 4-0 inapelable que ponía la guinda al tiempo de un equipo histórico.
En la primer parte España, ya acostumbrada a jugar finales, salió a poner las cosas en su sitio desde el minuto uno. Después de una gran jugada Silva abrió el marcador en el 14. Los rivales reaccionaron e inquietaron a Casillas pero no lo suficiente. El control del juego era una vez más de ese medio campo que volvía locos a todos sus oponentes. Toques y más toques en un sinfín de triangulaciones imposibles de perseguir. El gol de Jordi Alba al filo del descanso destrozó la moral de los italianos.
Fue el último baile de un equipo inmenso, sí, pero para el que nada fue igual después de aquella noche en Kiev. Nada es eterno
En el segundo apenas hubo partido. Porque seguía ese tiki-taka que, cuando España iba por delante, servía para dormir los partidos y enloquecer a los rivales. Como en casi todos los partidos de la Eurocopa de 2008 y como en algunos encuentros del Mundial de 2010. Pirlo y compañía, incluido Chiellini, único superviviente de aquel conjunto, no podían hacer más que esperar el final. Al final remataron la faena Torres y Mata, salidos desde el banquillo. Cuatro grandes goles. Fue el último baile de un equipo inmenso, sí, pero para el que nada fue igual después de aquella noche en Kiev. Porque tanto en el fútbol como en la vida nada, y menos aún lo bello, puede ser eterno.