Una nueva edición del partido que paraliza el mundo y un tema de conversación tangente que parece haber sido autocensurado en la fiesta anual del 'football'. La Super Bowl LI, con New England Patriots y Atlanta Falcons como protagonistas, pretende ser ajena al torbellino Donald Trump. Pero, claro está, apenas lo consigue.
El tan cacareado veto a los ciudadanos de Irak, Siria, Irán, Sudán, Libia, Somalia y Yemen hasta que se adopten nuevos procesos de escrutinio político y el freno a las acogidas de refugiados han provocado un revuelo social inusitado en el país. Ante ello, muchos han puesto bajo el foco a ciertos miembros muy populares de los Patriots, conocidos por guardar muchos secretos, pero que no han podido esconder uno: su apoyo al polémico nuevo máximo mandatario yanqui.
Su propietario, Robert Kraft; su entrenador principal, Bill Belichick; y su mejor jugador, el 'quarterback' estrella Tom Brady mantienen conocidas relaciones de amistad con Trump. El primero de ellos, demócrata declarado, se acercó sin embargo al nuevo presidente de los Estados Unidos a raíz de la muerte de su mujer y del apoyo del magnate en el luto. En el caso de Brady, son conocidas sus apariciones públicas jugando al golf con el político republicano.
Sólo una de las estrellas que saltará al césped del NRG Stadium de Houston se pronunció en contra al respecto de la polémica con Trump. Martellus Bennett aseguró que, si New England conquista el Trofeo Vince Lombardi, él no acudirá a la recepción que habitualmente el presidente del país hace en la Casa Blanca con los campeones. "No apoyo a la persona que ahora vive allí", aseguró Bennett ante los medios de comunicación.
En tanto, el expresidente George Bush hará el lanzamiento de la moneda en la Super Bowl del domingo, a pocos días de haber salido de un hospital de Texas tras recuperarse de una neumonía.