Fue una pelea colosal de la que sólo uno podía salir vivo. 40 minutos para premiar o condenar el trabajo de un año. El botín más glorioso, el castigo más lacerante. Todo o nada en un último minuto, dos a lo sumo. ¿Injusto? No. Porque ganó el Barcelona pese a los numerosos contratiempos sufridos en forma de lesiones y, sobre todo, porque lo hizo atrincherado en su cancha, un privilegio que se obtiene en buena lid durante la llamada temporada regular y que seguramente ha sido esta vez más decisivo que nunca. El Madrid rumiará durante días la amargura del doblete no alcanzado, pero una vez se recupere recordará con honor una serie final para la historia.
El Madrid rumiará la amargura del doblete no alcanzado, pero una vez se recupere recordará con honor una final para la historia
"Ellos son fuertes en defensa y ataque, pero no hay ningún equipo más duro que nosotros". Eúforico y sudoroso, Mickeal diagnosticó de un plumazo y en su español macarrónico lo cocinado en la olla a presión del Palau. Porque sí, fue una batalla total, sin concesiones. Un combate a golpes secos y alternativos con constantes parciales (6-0, 7-0 y 8-0) a favor de uno y otro equipo.
Una montaña rusa dirigida desde ambos banquillos con infinidad de variantes tácticas y un vertiginoso manejo de las cartas en posesión de cada uno de los entrenadores. Xavi Pascual y Pablo Laso engrandecieron la final con una prodigiosa y honesta pugna de sensatez y conocimientos. Por supuesto, en cinco partidos de máxima exigencia han cometido errores, pero su forma de manejar con natural sapiencia dos plantillas grandiosas no puede dejar de ser tenida en cuenta.
Fran Vázquez, invitado sorpresa, cargó sobre su espalda inabarcable todo el peso del juego azulgrana
Sobre el parqué también sobresalió el talento nacional. Especialmente, el de Fran Vázquez, un invitado sorpresa que cargó sobre su espalda inabarcable todo el peso del juego azulgrana. En defensa y en ataque. Hasta que fue eliminado por cinco faltas, el pívot gallego lideró el triunfo del Barça y dejó encarrilada la Liga para que en los minutos postreros otro tipo duro, Mickeal, rematara la faena.
Eso fue lo que le faltó al Madrid en la cita decisiva: un punto más de fiereza. Sólo Felipe Reyes, siempre Felipe, dio la cara. Una del último cuarto en la que atrapó tres rebotes ofensivos seguidos braceando como un león bajo el aro local dibuja la soledad del madrileño en el trabajo sucio. Nadie le acompañó y el Madrid acabó pagándolo.
A los blancos nunca se les erizaron los cabellos y les crecieron de verdad colmillos puntiagudos de lobo, pero es cierto que jamás se escondieron ni bajaron los brazos. Quizás les faltó un punto de desparpajo de barrio ante más de 7.000 almas enemigas, pero estuvieron en un tris de darle la vuelta al marcador y al campeonato en la recta final. Cuando Singler y Carroll soltaron la muñeca con tino desde la zona de triples, la grada dudó en la celebración que ya se desbocaba. Fueron apenas unos segundos. Los que tardó en aparecer Lorbek. El esloveno ha tenido tardes mejores, mucho mejores, pero su imponente figura fue decisiva en el desenlace y, sobre todo, a lo largo de una grandiosa serie. Por eso fue nombrado jugador más valioso (MVP) de una final, la 2011-12, que será recordada como una de las mejores de la historia de la Liga ACB. Un pulso estratosférico que acabó cayendo del lado del Barça.
Ficha técnica:
73 - Barcelona Regal (16+23+17+22): Huertas (4), Navarro (6), Mickeal (17), Lorbek (10), Vázquez (16) -cinco inicial- Ingles (8), Wallace (5), Sada (5), Eidson (2) y N'Dong (-).
69 - Real Madrid (12+22+13+22): Llull (12), Carroll (16), Suárez (2), Mirotic (10), Tomic (2) -cinco inicial- Reyes (6), Pocius (-), Singler (12), Velickovic (1), Sergio Rodríguez (6) y Begic (2).
Árbitros: Juan Carlos Arteaga, Daniel Herrezuelo y José Ramón García Ortiz. Eliminaron por cinco faltas personales a Vázquez (min.38) y Llull (min.40).
Incidencias: Quinto y último partido de la final de la Liga ACB disputado en el Palau Blaugrana ante 7.691 espectadores. El pívot del Barcelona Regal Erazem Lorbek fue nombrado al final del encuentro jugador más valioso de la final.