La banca ha terminado por conseguir que los depósitos bancarios a plazo hayan pasado a ser un producto marginal, sin atractivo alguno para los clientes y menos aún para las entidades. Lejos han quedado aquellas “guerras del pasivo” en la que se enfrascaban bancos y cajas de ahorros para atraer el dinero de las familias a base de ofrecer intereses más elevados, en algunos casos, impagables. Desde la crisis de 2008 lo que le sobra a los bancos es dinero. Lo tienen gratis proporcionado por el Banco Central Europeo (BCE) y no necesitan ofertas atractivas para lograr parte de la financiación con la que conceden sus créditos.
Por eso, aunque todavía no se han atrevido a cobrar a las familias por custodiar sus ahorros (algo que sí han llevado a cabo con las empresas), ofrecen rentabilidades del 0,03 (tipo medio ponderado para los distintos plazos), que proporcionan 3 euros de beneficio por cada 10.000 euros ingresados en un depósito a plazo, o lo que es igual, un tipo de interés del 0,03% que “premia” el confinamiento por un año de la cantidad de dinero que el depositante elija. Si es por al menos dos años, el retorno puede llegar a los 20 euros. Pero es tanta la “condena” que en agosto solo se han realizado nuevas operaciones por 21 millones.
No es de extrañar que los depósitos a plazo sean un producto bancario venido a menos. Hasta tal punto que, en los últimos años, se ha producido una fuga de dinero hacia las cuentas corrientes, que ofrecen aún menos rentabilidad (el 0,01% o un euro por cada 10.000 ingresados), pero que permiten disponer del dinero al instante sin tener que pagar una penalización. Y eso, en tiempos económicamente convulsos como los actuales, gana atractivo.
En los últimos cinco años han salido de los depósitos bancarios a plazo cerca de 200.000 millones de euros, que han encontrado acomodo en las cuentas a la vista y en los fondos de inversión, a la búsqueda de liquidez o mayor rentabilidad de acuerdo con el perfil financiero de cada hogar.
Según los últimos datos publicados por el Banco de España, las entidades financieras tenían a finales de agosto 119.972 millones de euros en depósitos a plazo, 20.526 millones menos que a cierra del pasado año. El saldo vivo de estos productos acumula siete años de caídas consecutivas, desde que en 2013 alcanzó los 424.269 millones, la cifra más alta desde la crisis de 2008. Pero hace siete años, los bancos pagaban un rendimiento medio del 1,5%.
Una tendencia generalizada
La tendencia está generalizada en toda la banca española. BBVA reportó en el segundo trimestre un aumento de los recursos de clientes del 4,7% en relación con diciembre, pero para el conjunto de todas las geografías en las que opera, fundamentalmente en América. En España, los depósitos a plazo cayeron un 10,8% en el primer semestre.
Algo parecido ha sucedido con Banco Santander. Los depósitos de clientes se han reducido un 2% en España. En Bankia la pérdida ha sido de casi 9.000 millones si la comparación se realiza sobre junio de 2019 o de 5.075 millones si se hace con el final del pasado año, y en Caixabank, con más de 13,6 millones de clientes en España, de 4.100 millones en los últimos doce meses.
El principio del fin de los depósitos bancarios a plazo está íntimamente ligado con la política monetaria del Banco Central Europeo y los tipos de interés. En 2007, cuando la crisis financiera internacional no era más que un germen, las necesidades de dinero llevaron a la banca española a pagar hasta un 4,48% para captar más dinero en los depósitos a plazo. Había que conseguirlo para seguir moviendo la maquinaria de los créditos al precio que fuera.
A nadie podía sorprender que en ese año el saldo vivo de los depósitos bancarios ascendiera a más de 409.000 millones de euros. La generosidad de las rentabilidades hizo que en nuevas operaciones, la banca y las cajas de ahorros llegaran a captar en 2008 hasta 612.518 millones de euros. Todo el camino que quedaba y queda por recorrer ya era cuesta abajo.
A medida que la rentabilidad ofrecida se ha ido reduciendo como consecuencia del desplome del precio oficial del dinero, el montante de las nuevas operaciones ha discurrido en paralelo. El efecto se hizo más patente en 2017, después de que en marzo de 2016, Mario Draghi hiciera historia al reducir el tipo de interés del BCE al 0% por primera vez en su corta historia. Ese año, el importe de las nuevas operaciones bajó de los 235.778 millones de euros de 2016 a 187.982, la caída más abrupta del pasado reciente.
En 2019, las familias españolas confiaron a los bancos 129.661 millones en nuevas operaciones a plazo. En los ocho primeros meses de 2020, los datos del Banco de España muestran unos ingresos por 65.770 millones, un 27,33% menos que en el mismo periodo del año anterior, lo que permite aventurar que, a final de ejercicio, se pueda bajar de los 100.000 millones de euros por primera vez en muchos años.