La historia se repite. Se suponía que Grecia iba a ser la excepción, el único país rescatado. Y a éste pronto le siguieron Portugal e Irlanda. ¿Puede ser Atenas el único en salir de la eurozona? Las autoridades europeas presentan unas credenciales muy pobres a la hora de frenar los ataques al euro porque no están dispuestos a hacerlo a cualquier precio. Y ahora un sistema financiero plagado de incertidumbres puede terminar arrastrando a todos al borde del precipicio.
Si Grecia se despide de la moneda única, el pánico se extenderá a Portugal, Irlanda, España e Italia. Sus Estados experimentarán graves dificultades. Pero la banca de estos países va a pasarlo todavía peor y dependerá exclusivamente del BCE. Las entidades de la periferia ya encuentran los mercados mayoristas de dinero cerrados. Ni siquiera BBVA y Santander tienen en estos momentos acceso a ellos tras haber perdido el rating que les permitía acudir a las cámaras de compensación.
Hay un proceso por el cual los flujos financieros, fruto del miedo, vuelven a los países de origen y aquellas economías con déficit de capital como España sufren. En los últimos cuatro meses, los bancos españoles han vaciado todas las reservas que tenían acumuladas en el banco central. La liquidez ahoga, en especial para las grandes instituciones financieras, que se han dedicado a ganar dinero prestando a largo pero financiándose a corto.
La ministra de Economía austríaca sostenía ayer con bastante tino que el problema español no era el déficit público, sino la banca. Un ajuste de un 10 por ciento en los presupuestos del Estado asciende a los 15.000 millones de euros; mientras que un ajuste del 10 por ciento en el balance bancario alcanza los 300.000 millones, porque ahí es donde se concentra todo el monto de deuda privado.
Y la ruptura de Grecia con el euro podría alargar el cierre del mercado durante demasiado tiempo, el suficiente como para que los problemas de liquidez se vuelvan problemas de solvencia. Los préstamos de liquidez a la banca a tres años ya se han agotado y la pelota quedaría de nuevo en manos del BCE, quien ya ha inyectado al menos un billón de euros al sistema y empieza a sufrir presiones de los miembros alemanes y holandeses. Éstos tienen un saldo acreedor contra los periféricos y temen asumir más riesgo o, incluso, pérdidas como puede suceder en Grecia. Por ello, no es de extrañar que el BCE vaya a participar en el proceso de revisión de las carteras crediticias españolas si va a tener que asistir una vez más a las entidades españolas.
“Cabe la posibilidad de un divorcio amistoso con Grecia”, afirmó el gobernador del Banco de Bélgica, “tan sólo hay que evitar el contagio”. La esperanza de los líderes europeos es que pueda haber una salida ordenada del país heleno en el caso de que ésta ocurra. Y eso explica que estén ya preparándose. En ese esquema de preparativos se encuadra el examen a las entidades españolas con “luz y taquígrafos”, como dijo Guindos. Por eso la UE le ha exigido al Ejecutivo español que acelere este escrutinio para culminarlo en dos meses en lugar de tres o cuatro.
Por muchas amenazas que se viertan sobre Grecia, Atenas va camino de unas nuevas elecciones de incierto resultado. En principio, el partido en contra del programa de austeridad, Syriza, podría hacerse con la victoria. Aunque tampoco es descartable que los muchos que se abstuvieron en los anteriores comicios ahora voten por el Pasok o Nueva Democracia, los dos partidos tradicionales, con tal de alejar un horizonte fuera de la eurozona. La economía helena ha caído en el primer trimestre del año un 6 por ciento en tasa interanual, antes de que se aplique otra ronda de recortes contemplada en el acuerdo de rescate.