"Este año tendrá lugar alguna operación corporativa grande entre constructoras". Puede parecer el sonido de la eterna canción que dice que las compañías domésticas serán compradas por extranjeros, aunque lo cierto es que firmas como Endesa, Iberia, Altadis, Cepsa… ya han perdido su sello nacional, mientras otras como Iberdrola o Repsol ya tienen desde hace tiempo inversores estables extranjeros. Haya o no movimiento, lo cierto es que ya hay gente echando números sobre fusiones con las constructoras.
En los meses recientes hay algunas firmas de análisis elaborando estudios sobre posibles uniones. Vozpópuli ha tenido conocimiento, sin ir más lejos, de un informe analizando una posible fusión ACS-Sacyr, aunque ésta no es la única sobre la que se elucubra. Hay muchas quinielas. Algunas miradas están puestas en OHL como posible player corporativo, ya sea en su sector o el de servicios (¿Abertis?), pero incluso no se descartan movimientos a tres bandas, con ACS-Sacyr-FCC. Darían lugar a la mayor constructora del mundo.
“Ya veremos quién baila con quien o incluso si alguien logra sacar a alguien a la pista, pero la música ha comenzado a sonar”, dicen desde una de estas empresas. ¿Desde dónde llegan los encargos de estos estudios de potenciales operaciones? “Las aguas las están moviendo los principales acreedores”, señalan fuentes bien informadas, “que quieren asegurarse que cobran sus deudas y tienen claro que no hay hueco para tanta constructora en España”. Así, “están intentando algún desencadenante que mejore su posición con las compañías… y los accionistas”.
Esta fuente comenta que "a nosotros nos ha encargado el informe un cliente, pero no te quepa duda de que gente como los March (principales accionistas de ACS) o el equipo de Juan Abelló (accionista de Sacyr, con una instrumental propia llamada Torreal) también llevan tiempo haciendo numeritos".
Híperapalancamiento
El híperapalancamiento de las constructoras es notorio. En los últimos tiempos, muchos expertos han tildado a estas constructoras de meros hedge funds camuflados de ladrilleras. En plena orgía de dinero, tomaron posiciones en energía (ACS, en Unión Fenosa y después en Iberdrola; Sacyr, en Repsol), telecomunicaciones (ACS, en Yoigo), renovables (ACS y FCC tienen sus propias divisiones) servicios (ACS tuvo que vender su parte en Abertis, la mayoría de ellas tiene un variopinto abanico que va desde la gestión del agua a la recogida de basuras), incluso finanzas (Sacyr intentó convertirse en el accionista de referencia del BBVA)… casi siempre bajo el mismo esquema: algo de equity y mucha deuda para obtener sustanciosas plusvalías.
¿El resultado? ACS tiene casi 12.000 millones de deuda (aunque en sus cuentas aparecerán 6.000 por ciertos enjuagues contables), Sacyr casi 9.000 millones y FCC en torno a 7.250 millones, a pesar de que todas llevan años desapalancándose.
Ese mundo de la mega deuda hace tiempo que acabó y los bancos quieren un nuevo escenario. Necesitan empresas con mucho menos ‘colesterol’. En el lado de los accionistas que tienen músculo financiero y podrían liderar movimientos están claramente los March (ACS) y Demetrio Carceller (Sacyr), uno de los ‘tapados’ de esta crisis, llamado a tener un gran protagonismo en el futuro económico de España, sobre todo en la etapa en la que ya no estén en los principales centros de decisión los Botín, Fainé, Alierta, etcétera, generación cuya cabeza visible generacional es el Rey Juan Carlos I. Carceller apenas tiene 50 años y, además de ser consejero de Sacyr, preside la cervecera Damm, la petrolera Disa y posee importantes posiciones en compañías alimentarias. De familia de origen petrolero, aseguran que uno de sus sueños es presidir Repsol.
Por cierto, en Ebro Puleva, donde Damm tiene un 9%, es consejero y accionista de referencia y coincide allí con la Corporación Financiera Alba de los March, que también tienen casi un 9% de la compañía. Ambos están llamados a liderar cualquier tipo de movimiento corporativo.
Aunque si se trata de seguir haciendo cruces de nombres, en el sector del ladrillo reparan en un detalle seguramente irrelevante: la nueva presidenta de FCC es hija de Alberto Alcocer, accionista de ACS, pero en situación financiera complicada, por su apalancamiento en la constructora y sus fuertes pérdidas en la papelera Ence.
Fuera de la lista
Entre los accionistas de las constructoras, algunos como los ‘Albertos’, Florentino Pérez, Juan Abelló o Esther Koplowitz han dejado de pertenecer a la lista de los ultra millonarios mundiales, por decirlo amablemente, ya que en algunos casos su situación financiera personal es muy delicada.
Algunos han sufrido ejecuciones o les han saltado los ‘margin call’. Otros, afrontan un calendario de vencimientos por delante más que complejo, especialmente tras la suspensión de los dividendos en ACS, Sacyr y FCC.
Dicen que por debajo de 21 euros, en ACS han saltado las alertas de reposición de garantías a varios accionistas de referencia (actualmente está en el entorno de 17, después de haber caído hasta por debajo de 11). El propio Florentino Pérez siempre ha presumido de que su participación se incrementaba mediante deuda, lo cual era un sinónimo de compromiso personal con la compañía.
En Sacyr, la cosa se puso complicada por debajo de 10 euros y aún no ha logrado superar los 2 por título. Esta semana, el ex presidente José Manuel Loureda vendía significativamente un 0,9% de su participación. Sin dividendo, el motivo parece evidente.
Esther Koplowitz compró a su hermana el 28% de FCC en 1998 por unos 850 millones de euros. Hoy, 15 años después, el 100% de la compañía vale 1.150 millones de euros, pero además su dueña se ha endeudado para recomprar su participación a la familia Peugeot o la adquisición de Uniland.
En el lado contrario, su hermana Alicia ha multiplicado su patrimonio personal, gestionado a través de Omega Capital. Sicavs, hedge funds, propiedades inmobiliarias, participaciones industriales como la de Acerinox… una historia de éxito aunque con una triste moraleja de fondo: mientras el proyecto industrial sufre penalidades, la gestión de rentas demuestra ser muy lucrativa.
Patada de los bancos
Banco Santander, BBVA o Societe Generale son algunas de las entidades con más exposición a la deuda corporativa y personal de los accionistas. “Nos tocará darle una patada hacia adelante a sus créditos en casi todos los casos”, comentan resignados desde una de estas entidades.
¿Qué solución hay? “Un plan de actuación liderado por alguien con capacidad real de renegociación con los bancos, de inyectar recursos y, así, abordar fusiones en las que cristalicen las sinergias operativas, con una reducción clara de costes y fuertes mejoras de EBITDAS”.
¿Alguna compañía foránea? Puede ser o, al menos, "alguien tendrá que poner algo de dinero o no saldrán las cuentas nunca".
Como las cajas, no
Sin inyección de capital y buena voluntad crediticia, no parece haber solución posible. No en vano, todos los expertos consultados se han mostrado reticentes a una simple fusión de pares, insistiendo en que “algo malo junto a algo malo suma algo peor”. Aquí no vale la teoría aplicada a las cajas de ahorros, que tan mal resultado ha dado. Cualquier fusión que se aborde ofrece como resultante más de 15.000 millones de deuda total. A tres bandas, casi 30.000 millones. Está claro: cualquier operación será de altos vuelos y necesitará de apoyo financiero.
“La inyección junto a la renegociación e incluso quita de deuda aportaría una inmediata revalorización de activos. Ello tiene que venir unido a saltos operativos hacia otros países para crecer en facturación, algo casi imposible ahora, ya que las compañías casi ni pueden afrontar los avales de las grandes licitaciones”, señalan las fuentes consultadas.
El problema principal es que “hay intereses contrapuestos entre ejecutivos y accionistas”, una vieja canción en España. De hecho, con la subida bursátil de los últimos meses, algunos directivos con posiciones en las compañías han ido a todo correr a ver a sus financiadores para que suavicen la presión sobre sus posiciones personales. “La acción ya no está a x, está a x+y, dame algo de oxígeno”, le han dicho a los bancos.
Habrá que ver qué ocurre. En todos los sectores se ha podido ver cómo las operaciones no llegan a buen puerto, básicamente por los intereses personales de las cúpulas, pero algunas fuentes aseguran que “este año tendrá lugar algún movimiento o, en cualquier caso, antes de que se aproximen los vencimientos grandes. No llegan este año, pero no hay demasiado tiempo”.