Hace unos días, el ministro de Inclusión y Seguridad Social, José Luis Escrivá insistía en una entrevista en que “va a ser inevitable recurrir a la inmigración para mantener el nivel de población ocupada que hay ahora dada la demografía de los nacionales”. Nada especialmente nuevo.
Durante su etapa al frente de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIREF), el actual ministro adelantó en 2018 la llegada de 270.000 nuevos inmigrantes anuales hasta el horizonte 2050. En enero del pasado año, ya al frente del Ministerio de Inclusión y Seguridad Social, y en una de sus primeras reuniones internacionales, en la OCDE, destacaba la necesidad de aprovechar los flujos migratorios para cubrir la brecha entre trabajadores y pensionistas en las décadas futuras.
El problema parece radicar en que el denominado “efecto llamada” ha dejado de funcionar en la economía española desde la crisis financiera internacional de 2007. En la actualidad, el 74,3% de los trabajadores extranjeros ocupados llevan en España viviendo más de siete años; en los años locos que precedieron al “boom inmobiliario”, eran apenas el 14,22%. La cifra de recién llegados (menos de dos años de residencia) llegó a alcanzar el 49,29% de todos los extranjeros con empleo. Corría el año 2001. Hoy apenas alcanzan el 9,19%.
El dato de activos por edades también ha sufrido profundas modificaciones. En 2007 había 382.990 personas con edades comprendidas entre 16 y 24 años y apenas 148.400 mayores de 55 años. En la actualidad hay 241.400 menores de 25 años (un 37% menos) y 357.600 mayores de 55 años, un 141% más.
Evolución del paro
Entre los años 2005 y 2008, la tasa de paro de España estuvo siempre por debajo del 10%. Su mejor nivel llegó a estar incluso por debajo del 8%. En el tercer trimestre de 2007, por ejemplo, se alcanzó también la cifra de 20,75 millones de ocupados, nivel que aún no ha sido superado, a pesar de que la población en esa fecha era de 45,66 millones de habitantes, casi dos millones menos que en la actualidad. Solo en ese año la población residente en España aumentó en 884.279 personas.
El “envejecimiento” se deja notar en la población ocupada. Si antes de la crisis financiera internacional había 329.700 trabajadores de menos de 25 años, ahora el número se ha reducido a 171.900 (un 47,8% de descenso) y en mayores de 55 años ha pasado de 96.600 en 2007 a los 256.600, su nivel máximo, con un incremento en el periodo del 165,6%.
El fenómeno de la inmigración laboral es relativamente reciente en España. Basta con acudir a las estadísticas del Ministerio de Trabajo para comprobarlo. En el año 1997, once años después del ingreso en la entonces Comunidad Económica Europea, únicamente tenían trabajo en nuestro país 175.100 extranjeros, cifra que llegó a cuadruplicarse en el año 2001, con cerca de 683.000 personas. Desde entonces, todo el camino que se recorrió fue hacia arriba. Hasta 2008. Ese año se tocó techo, con 2,84 millones de ocupados, listón que todavía no ha sido superado ni es previsible que pueda hacerse en los próximos años.
Impacto de la crisis
A partir de 2010 las cosas empezaron a torcerse en la economía española. El paro creció y creció, y en el invierno de 2013 alcanzó su nivel más alto, el 26,94% de la población activa, con cerca de 6,3 millones de desempleados. La situación desanimó aún más la llegada de inmigrantes. En 2016 se alcanzó el dato más bajo en todos los registros, con menos de 2,7 millones de trabajadores extranjeros activos. Dos años antes, en 2014, la población extranjera empleada ya había marcado su mínimo en diez años: 1,844 millones.
A pesar de estas cifras el ministro Escrivá sigue poniendo el foco para la solución del problema de sostenibilidad futura de las pensiones (al menos para contribuir a su solución) en “la falta de mano de obra que España va a tener en las próximas décadas. El reto es que seamos capaces de que vengan aquellas personas con los perfiles que realmente hacen falta en nuestro mercado de trabajo”.
Casi tres de cada cuatro ocupados extranjeros trabajan en el sector servicios, cuando éste representa las dos terceras partes del Producto Interior Bruto (PIB) a precios de mercado En 2007, esta actividad económica daba trabajo al 59,6% de los inmigrantes. ¿Qué ha sucedido en estos últimos quince años? Que la construcción y el sector inmobiliario, que protagonizaron el despegue la economía española a golpe de endeudamiento, se han desplomado. Si en 2007 un 23,6% de los extranjeros (casi uno de cada cuatro) encontró trabajo en la construcción, hoy el porcentaje se ha reducido por debajo del 10%. Sólo el sector agrario ha ganado atractivo: ocupa al 7,57% de los extranjeros, casi 200.000 personas más que en 2007.
Según la última Encuesta de Coste Laboral del Instituto Nacional de Estadística del tercer trimestre de este año, el coste salarial por trabajador y mes en el sector de la construcción era el más bajo, con 1.840 euros, seguido de los servicios, con 1.911 euros, por debajo incluso de la media española, cifrada en 1.9153 euros.