Hace unos días, el Gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos dibujó las líneas maestras de la situación de los bancos españoles tras el endurecimiento de la política monetaria por parte del BCE: “En conjunto, el sector bancario español ha mostrado una notable resistencia a las distintas perturbaciones extraordinarias de los últimos años, que ha permitido incluso una mejora de la rentabilidad, de la solvencia y de la crediticia”. No hizo referencias al continuado proceso de adelgazamiento que ha sufrido el sector en estos últimos años y que tanto ha afectado a la atención de los clientes menos acostumbrados a la operativa on-line.
En la segunda mitad de este mes, los bancos españoles tienen su cita trimestral con los inversores. Una vez más se pondrá en tela de juicio el rapidísimo proceso de digitalización de la operativa diaria, que menoscaba la atención que se presta a los clientes menos doctos en el manejo de las cuentas desde un terminal móvil ¿La razón?, el continuado cierre de oficinas que se ha llevado a cabo desde el año 2008.
El sector financiero ha estado en un permanente proceso de adaptación a las circunstancias económicas, tecnológicas y legislativas de cada momento. Por eso, hace ya muchos años que se produjeron procesos de concentración entre distintas entidades: Banco de Bilbao con Banco de Vizcaya, en 1988, la primera tras el ingreso de España en la entonces Comunidad Económica Europea; Banco Central y Banco Hispanoamericano, en 1991, y en 1999, la unión entre Banco de Santander y el BCH, entidad resultante de la anterior fusión, la primera después del nacimiento del euro. Fueron fusiones consentidas, deseadas. Había que ser más grande en el nuevo entorno europeo que se abría para el sector y era la forma más razonable de hacerlo aunque fueran entidades rivales.
La crisis financiera que se inició en 2007 en Estados Unidos se contagió a Europa y asoló el sistema financiero español, el más expuesto al sector inmobiliario y la construcción en toda Europa. Entre los años 2008 y 2010, una treintena de bancos y cajas de ahorros participaron, de forma no deseada en la mayoría de los casos, en procesos de concentración, que dieron como resultado el “nacimiento” de una docena de “nuevas” marcas.
Unos años después, la fusión de las tres cajas vascas, la integración de Banco Pastor en Banco Popular, la toma de control por Caixabank de Banca Cívica y de Unnim (las cajas de ahorros de Tarrasa, Sabadell y Manlleu) por BBVA dio casi por finalizada la gran transformación del sistema financiero español. Después han venido algunas integraciones más, no muchas, hasta tener la actual estructura con una docena de marcas entre las entidades de depósito. Pero 2013, marcó el final del gran proceso de concentración del sector.
Los supervivientes de la banca
Diez años después, el sistema bancario español está irreconocible. Han desaparecido decenas de nombres. De las 160 entidades de depósito y establecimientos financieros de crédito (EFC) que había en el año 2013 (en el año 2000 llegó a haber 229) quedan 110, la mayoría EFC. El proceso de reconversión se ha traducido en el cierre, en estos últimos diez años, de 18.721 oficinas bancarias por toda España, lo que equivale a decir que han desaparecido cinco oficinas cada uno de los 3.652 días que han transcurrido hasta el cierre del segundo semestre de 2023.
Sólo en los últimos doce meses, los que van desde junio de 2022 a junio de este año, se han cerrado 608 oficinas, lo que significa 50 sucursales cada mes. Madrid y Andalucía lideran los cierres en el último año móvil, con 92 en cada una de ellas, por delante de Cataluña (71), Comunidad Valenciana (63) y Castilla-La Mancha (55).
El proceso de reconversión se ha traducido en el cierre, en estos últimos diez años, de 18.721 oficinas bancarias por toda España
A cierre del primer semestre de este año, de acuerdo con los últimos datos publicados por el Banco de España, había un total de 17.597 oficinas, de las que 17.517 correspondían a entidades de depósitos, una a crédito oficial y 79 son EFC. En junio del año 2013, había 36.318 oficinas operativas en España, por lo que en estos últimos diez años han desaparecido algo más de la mitad de ellas, exactamente un 51,54%.
El récord de oficinas bancarias abiertas al público se dio en el año 2008, exactamente el mismo año año en el que explotó la crisis financiera internacional. Hace quince años llegó a haber 46.065 oficinas bancarias abiertas en España, incluidas las de los EFC. Desde entonces hasta junio pasado se han cerrado 28.468 sucursales, casi el 62% de todo el parque. Son casi ocho cierres todos los días desde entonces.
Las CCAA más afectadas
La comunidad más afectada por este adelgazamiento traumático del sistema financiero español ha sido Cataluña. Entre 2013 y 2023 se han cerrado allí 3.793 oficinas, el 63,4% de las que había hace diez años. Y es que en Cataluña llegaron a tener una muy fuerte implantación las cajas de ahorros, que han ido desapareciendo integradas en otras entidades financieras.
En Madrid se han cerrado 2.706 sucursales y ha sufrido una reducción del parque de oficinas cercano al 58%. En Andalucía hay 2.470 oficinas menos, pero el parque ha disminuido por debajo de la media nacional: un 44,3% frente al 51,5% de España. La Comunidad Valenciana ha sido la cuarta región más afectada por los cierres: un total de 2.134 oficinas han dejado de operar, un 56,4% de las que había.
Navarra y Extremadura han sido las menos afectadas proporcionalmente. En la primera se han cerrado 213 oficinas (el 34,6%) del total y la segunda, 430, el 39,3% de las que había en 2013. En cifras absolutas, el menor numero de cierres se ha dado en La Rioja, 210, aunque representan el 49,3%.