Cansancio y alivio son las dos palabras que mejor describen el sentir de los responsables de CaixaBank y Banco Sabadell esta semana en las presentaciones de resultados del tercer trimestre. También había caras de circunstancias y tristeza, por ser la primera vez que se convocaba a la prensa lejos de su Barcelona natal. CaixaBank reunió a cerca de 70 periodistas en Valencia y Sabadell un número similar en Madrid.
Pero por encima de estas sensaciones, lo que prima es la convicción de haber acertado, aunque sobre la bocina. Las dos entidades anunciaron el cambio de su sede en los días posteriores al 1-O. Lo hicieron tras días de locos en sus oficinas, con una fuga de depósitos que ni CaixaBank ni Sabadell han querido cifrar para no alarmar a sus depositantes.
Las dos entidades han ido de la mano en este proceso hasta en el detalle de no revelar estos números. El cambio de su sede asestó un golpe de confianza al procés. Sobre todo la decisión de la entidad presidida por Jordi Gual, una de los ejes de la sociedad y economía catalana.
Banqueros catalanes reconocen extraoficialmente que de no ser por esta decisión quizás no hubieran llegado al día de hoy sin una intervención pública. La salida de depósitos podría haber sido tan insostenible como la de Banco Popular. Y en caso de haber aguantado, la decisión del Parlament del viernes hubiera hundido sus acciones y provocado pánico en las oficinas. El miedo se hubiera extendido por la mera posibilidad de que las entidades se quedaran fuera de la línea de liquidez del BCE y del paraguas del Fondo de Garantía de Depósitos (FGD). Sin mencionar la posibilidad de un corralito, propuesta abiertamente por la CUP.
El fantasma de Junqueras
Según han explicado esta semana los números dos de las CaixaBank y Sabadell, Gonzalo Gortázar y Jaime Guardiola, estas medidas han surtido efecto. Ambas entidades ya han recuperado parte de los depósitos fugados. Entre bambalinas se quejan de la competencia desleal de algunas entidades. Pero por otra parte reconocen que ellos captaron depósitos del Popular, con lo que el golpe de octubre quedará amortiguado.
Resuelto el órdago de la fuga de depósitos, las dos entidades se enfocaron en salvar la segunda mayor amenaza: Oriol Junqueras y su Hacienda catalana. No bastaba con mover la sede social, también había que trasladar la fiscal para que el número dos de la Generalitat nunca tenga argumentos suficientes para reclamar impuestos. Por ello, las dos entidades han celebrado ya consejos de administración en la nueva City (como se le llama de broma a la Comunidad Valenciana); organizado ruedas de prensa lejos de Barcelona; y anunciado que las juntas de accionistas serán también fuera de Cataluña. Incluso Sabadell ha trasladado Presidencia y la secretaria general a Madrid.
A pesar de todo esto, las dos entidades fueron el viernes junto a BBVA las que más cayeron en bolsa. Pero el hecho de que esté en el mismo saco el banco presidido por Francisco González indica que lo preocupa no es la seguridad jurídica, sino su exposición a Cataluña. Es decir, no inquieta un corralito, sino mayores provisiones por la crisis en la región.
La unidad de CaixaBank y Sabadell en este proceso ha sido total. Salvo en un momento, cuando Oliu decidió adelantarse y anunciar el cambio de sede sin esperar a CaixaBank, que todavía necesitaba un real decreto del Gobierno para salir de Cataluña. Pero eso afortunadamente ya es agua pasada.