El presidente del BCE, Mario Draghi, ya se muestra satisfecho con la reforma laboral en España y la rebaja de los costes laborales que finalmente ha conllevado. Sin embargo, no está nada contento con la evolución al alza de los precios a pesar de las duras condiciones que atraviesa la economía española.
En un encuentro informal con altos funcionarios españoles según fuentes cercanas al BCE, el presidente del banco central ha trasladado su enfado con el hecho de que la inflación suba tanto en España y erosione los frutos del sacrificio llevado a cabo en la contención salarial.
Sueldos contra IPC
Los costes laborales por trabajador se han rebajado un escaso 0,1 por ciento entre julio y septiembre de 2012 y un 0,3 por ciento entre abril y junio. Desde finales de 2011, los costes laborales unitarios, la medida de nuestra competitividad que más se sigue en Alemania, caen todos los trimestres unas pocas décimas al tiempo que repuntan en Europa.
Semejante esfuerzo no parece congruente con un IPC que durante finales de la segunda mitad de 2012 llegó a superar el 3 por ciento y que en el total del ejercicio se sitúa en el 2,9 por ciento, 9 décimas más que el dato de Alemania.
Es cierto que una parte importante se debe a los incrementos de impuestos y a los medicamentos. Pero también resulta muy llamativo que, incluso sustraídos estos efectos, la inflación ronde algo más del uno por ciento, en parte debido a los precios regulados y la falta de competitividad en áreas como el combustible o el transporte.
Más reformas
En opinión del italiano, este contraste refleja problemas de competitividad y precisa más reformas en parcelas tan variadas como los servicios, la unidad de mercado o el sector energético.
De hecho, el Gobierno de Mariano Rajoy ya prepara iniciativas en todas estas materias, tal y como recoge el Memorando de Entendimiento firmado a raíz del rescate bancario. La nueva reforma energética, la ley de unidad de mercado, que facilitará la apertura de negocios, y la reforma de los servicios profesionales, que estimulará la competencia, desempeñarán por tanto un papel fundamental.
La devaluación interna
El diagnóstico del BCE consiste en que hay que devaluar los salarios para recuperar la competitividad, algo que ya se plasma en las mayores exportaciones e, incluso, en la sustitución de productos antes importados por los de manufactura nacional. De tal modo que España ahora presume de ser, junto a Alemania, el único país que no ha perdido cuota de mercado frente a China en los últimos años.
Aunque aún lejos de los países más punteros, la productividad española se ha reforzado a costa de expulsar mano de obra del mercado de trabajo. Así, pese a que se ha perdido alrededor de un 15 por ciento de la fuerza laboral, la actividad sólo se ha contraído un 5 por ciento.
Según los expertos, el problema reside en que, al contrario que en otras economías europeas, el ajuste en España se ha realizado en el número de empleados en lugar de en las retribuciones.
De acuerdo con las previsiones internas del Ejecutivo, una vez terminen de reestructurarse sectores como el público o el financiero, todas estas mejoras han de traducirse durante el segundo semestre del 2013 en un suelo para el mercado laboral, apuntalado por la vuelta de capitales.
Rescate sí, rescate no
Buena parte de la directiva del BCE cree que España debería solicitar el rescate ahora que los mercados están calmados. De esta forma, el país lograría una reducción de la prima de riesgo mayor y más sostenida que si se espera hasta que el tipo de interés se haya desmadrado.
Es decir, los gurús del banco central consideran que al solicitar el programa de compra de bonos en estos momentos la institución sita en Fráncfort podría detener en esos niveles la especulación y atraer de nuevo los inversores estables. Y ello fijaría un techo a la prima mucho más bajo que si se adquiere la deuda cuando ya sea demasiado tarde y se hayan disparado las rentabilidades.
De hecho, algunos miembros del Gobierno comparten estas tesis. Pero otra parte del Ejecutivo estima que esta versión del rescate temprano podría no resultar tan efectiva y pretende evitar la humillación política y el estigma.
Además, existe cierto temor por cuáles serán las condiciones que se exigirán en cuanto se entre bajo el paraguas del rescate. Pese a la insistencia de algunos miembros del BCE y de Bruselas en que no habrá más medidas, Draghi siempre subraya que cualquier salvamento implicará “una condicionalidad estricta”.
Por un lado, las pensiones se tienen que ligar a índices sostenibles en España y en toda Europa. Por otro, el BCE se verá obligado a ofrecer carnaza a un público alemán indignado con las inyecciones de ayuda a las cigarras del sur.