Economía

Se acabó el manguerazo: el BCE reduce la impresión de billetes en un 24% durante el último año

La buena noticia es que parte de ese dinero lo están devolviendo bancos españoles. Entre las malas, que la Reserva Federal ha aumentado su balance un 38% y eso presionará al alza al euro, comiéndose todas nuestras ganancias en competitividad y lastrando las exportaciones españolas.

  • El presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi.

El Banco Central Europeo paró la máquina de imprimir billetes en 2013. Durante esos doce meses, la entidad sita en Fráncfort y encabezada por Mario Draghi recortó su balance un 24,3 por ciento, desde los 3 billones a los 2,2 billones de la actualidad, un frenazo en seco que contrasta con la frenética actividad de la Reserva Federal de Estados Unidos, que en el mismo periodo engordó su balance un 38,6 por ciento, desde los 2,9 hasta los 4 billones de dólares.

Incluso con la economía estadounidense ya despegando a ritmos que rondan el 3 por ciento, la Fed continúa embarcada en una política monetaria expansiva. En cambio, la disminución del balance del BCE ocurre justo cuando se recrudece el debate sobre si la zona euro podría acabar condenada a unas inflaciones y unos crecimientos demasiado bajos, igual que sucedió en Japón.

Balances de la Reserva Federal y del BCE

FUENTE:Bloomberg

La buena noticia radica en que parte de esa reducción de balance la protagonizan los bancos españoles, que en fechas recientes han conseguido acceder a los mercados y por consiguiente dependen menos de la financiación del BCE. Que un banco como BMN, pequeño y hasta hace muy poco estigmatizado por ser una excaja de ahorros española, haya conseguido colocar cédulas a cinco años pagando un poco más de un 3 por ciento es un paso decisivo en la normalización del sistema financiero.

Poco a poco, las entidades patrias han reducido su dependencia de la liquidez del BCE hasta el entorno de los 220.000 millones, casi la mitad del máximo de 400.000 millones que alcanzaron a mediados de 2012. Si bien buena parte de esta corrección se debe a que desde que comenzó la crisis el crédito a empresas y familias ha descendido más de un 20 por ciento y los depósitos han repuntado un 4. Todo ello al tiempo que para sostener sus cuentas han hecho negocio comprando deuda pública.

No obstante, no todo son buenas nuevas. Mientras que EEUU, Reino Unido y Japón están creando inflación y por tanto crecimiento a fuerza de imprimir billetes, el razonamiento del BCE consiste en que hay que sanear las economías, ajustarse vía precios y así ser más competitivos.

Sin embargo, esta terapia aboca a España a continuar ahondando en la senda de los sacrificios y los ajustes, a menos que los países del norte generen más consumo y, por ende, alzas de precios que tiren de las economías del sur. La inflación podría estar al 4 por ciento en Alemania y al 1 en el resto de países, y aun así se conseguiría el objetivo de inflación del 2 por ciento fijado por el BCE.   

Pero en Alemania se resisten a facilitar este proceso, ya que ahorran para la jubilación y no quieren perder las ganancias en competitividad adquiridas a lo largo de más de una década de moderación salarial. Además, entienden perfectamente que esos diferenciales de inflación acarrearían una transferencia de rentas encubierta de los acreedores del norte a los deudores del sur.  

Sin un incremento de la demanda en el norte, corremos el riesgo de que un hundimiento aún mayor de los precios en España elevase el valor real de la deuda pública y privada, lo que en algún momento podría devolvernos a los tiempos en los que se dudaba de la sostenibilidad y solvencia de las cuentas del Estado y de la banca.

La otra mala noticia consiste en que en tanto en cuanto la Fed siga emitiendo moneda, ahora con el tapering disminuyendo el ritmo de impresión a razón de 75.000 millones de dólares al mes en lugar de los 85.000 millones, esto significa que el euro seguirá apreciándose y comiéndose todas nuestras ganancias en competitividad obtenidas a fuerza de sacrificios. La voluta europea es una esclava de la políticas de la Reserva Federal, y ello a la vez que todas las economías incluyendo Estados Unidos se ha lanzado a conquistar cuota de mercado internacional.  

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