Bastaron unas palabras de Ben Bernanke que podrían haberse interpretado en un sentido u otro para levantar la liebre. Este miércoles, los inversores apreciaron en el discurso del presidente de la Fed que en algún momento se podría ralentizar la impresión de billetes conforme mejora el empleo, así que ipso facto corrigieron sus posiciones. El mercado se dio la vuelta y el dólar cayó, lo que encareció el yen, básico para la recuperación de la economía nipona. En cuestión de minutos, Japón también tenía un problema.
En Tokio, la bolsa había subido cerca de un 80 por ciento en los últimos seis meses ante la expectativa de que la agresiva estrategia monetaria del Banco de Japón saque al país de la deflación. Sin embargo, el alza del yen se observó como un fracaso de esta política. Y lo peor de todo fue una subida en los intereses de los bonos japoneses, que también podrían dar al traste con una presunta recuperación. El pánico cuajó y el índice Nikkei se desplomó más de un 7 por ciento, la mayor caída durante la crisis salvo por las del tsunami de 2011.
El camino emprendido por Japón encierra una incoherencia básica. Los nipones aspiran a generar inflación, pero ello conlleva que los inversores exijan mayores intereses por la deuda pública, lo que a su vez sirve de referencia para los tipos de interés de la economía real y por lo tanto puede socavar cualquier atisbo de recuperación.
Aterriza como puedas
Las autoridades de Tokio galopan a lomos de un toro salvaje de difícil doma. No logran controlar los mercados de bonos y con ellos los tipos de interés, sumidos en una volatilidad que encima ahuyenta a los inversores.
Por si fuera poco, la devaluación del yen puede conducir a que otros países entren en un círculo de devaluaciones competitivas que se neutralizan. Y, sobre todo, puede acabar hinchando burbujas en determinados mercados.
De hecho, la principal beneficiaria de estas inyecciones ha sido la periferia de la eurozona, que ha visto cómo bajaban las primas de riesgo después de que Tokio pusiera la máquina de hacer billetes a todo trapo. El dinero invertido en Japón simplemente ha buscado mejores rentabilidades, en una moneda que no se pueda depreciar como el yen.
La historia también reviste serias implicaciones para Bernanke. Los inversores le enviaron una señal muy preocupante. En principio, la salida de la estrategia de imprimir billetes vendría acompañada de una saludable mejora de la coyuntura. Sin embargo, los mercados ya no dependen de la economía real, sino de las drogas que prescribe la Fed en forma de inyecciones monetarias. La moraleja se ha puesto de manifiesto con toda su crudeza: en el momento en que se retire la metadona, los agentes del mercado pueden reaccionar como una muchedumbre pugnando por tomar la salida de incendios al grito de fuego. O dicho de otra forma, aterriza como puedas.