Economía

Malo para España, pero no tanto para Sánchez

La derrota de Nadia Calviño en el Eurogrupo permitirá al Gobierno defender con más ardor sus intereses en Bruselas cuando llegue la hora de negociar el rescate postcovid

La derrota de la española Nadia Calviño en la batalla por presidir el Eurogrupo supone una revolución en los usos y costumbres de la Unión Europea. A pesar de contar con el apoyo de más del 80% del PIB de la Eurozona, fundamentalmente los cuatro países más grandes (Alemania, Francia, Italia y España), la vicepresidenta económica ha sucumbido ante la rebelión de los países pequeños, que han dado un puñetazo en la mesa demostrando que no están dispuestos a seguir el diktat de Berlín.

En términos europeos, y aparte de esa revuelta con pocos precedentes, la victoria del candidato irlandés, el conservador Paschal Donohoe, tampoco es que vaya a cambiar mucho el rumbo de la política económica del Eurogrupo. De hecho, conviene tener presente que el presidente del club del euro es más un árbitro o un fraguador de consensos que alguien con poder real.

Donohoe viene avalado por la principal familia política de la UE, el Partido Popular Europeo, que es también al que pertenece la canciller Angela Merkel. Entre Calviño y Donohoe no hay grandes diferencias porque la candidata española, como buena ortodoxa, se hubiera atenido siempre al libreto comunitario de haber obtenido el premio, porque no en vano mamó en Bruselas las reglas básicas durante su larga etapa como alta funcionaria de la Comisión Europea.

Consecuencias en España

Donde sí tendrá consecuencias importantes el fracaso de Calviño es en España. En primer lugar, es una batalla perdida para el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que, aunque nunca defendió con ardor la candidatura, sí que dio por segura la victoria durante los últimos días.

Es, pues, una derrota dolorosa para España, pero no necesariamente para el Gobierno, que queda liberado del corsé que hubiera supuesto tener que negociar las condiciones del rescate siendo a la vez juez y parte, pues Calviño tendría que haber sido el árbitro de esa negociación. Ese era el motivo por el que Alemania quería el puesto para España, para debilitar su posición negociadora e imponer un rescate mucho más duro: Calviño (Sánchez) hubiera tenido muy complicado pelear a cara de perro la letra pequeña si ella hubiera sido la responsable de alcanzar un acuerdo satisfactorio para todos los países.

Sánchez tendrá ahora vía libre para erigirse en el líder de los países del Sur y exigir sin rubor dinero a espuertas sin ningún tipo de condicionalidad. Podrá vetar y bloquear lo que le venga en gana

Ahora, por tanto, Sánchez podrá usar esta derrota para plantarse ante la UE, erigirse en el líder de los países del Sur y exigir sin rubor dinero a espuertas sin ningún tipo de condicionalidad. Podrá vetar y bloquear lo que le venga en gana, y siempre podrá utilizar el argumento de que el presidente del Eurogrupo es un peligroso 'facha' y ministro de una especie de paraíso fiscal (Irlanda).

Además, la derrota de Calviño deja a la ministra sin ese plus de poder, sin ese aval especial que le hubiera dotado de mayor peso/credibilidad dentro del Ejecutivo de Sánchez frente a las tendencias del sector podemita. De haber logrado el puesto, ella hubiera hablado en España con muchísima más autoridad frente a las posibles derivas de Pablo Iglesias y compañía. Ahora, volvemos a la casilla de salida. Hay dos vicepresidentes y tendrán que seguir peleando por conseguir el favor del jefe máximo.

En el fondo, el hecho de que Calviño no haya sido premiada es un alivio para Podemos... y está por ver si también para Sánchez. Ahora España podrá ir de víctima en su negociación con la UE sin tener que agradecerle nada a nadie. El podemismo puede respirar tranquilo.

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