Poco a poco, la familia Salazar, quien fuera principal accionista de la antigua SOS Cuétara (hoy Deoleo), encuentra la luz al final del camino, al menos del empresarial. Las sociedades instrumentales a través de las que los empresarios controlaban sus inversiones, sobre todo las que mantenían en la empresa alimentaria, empiezan a superar los concursos de acreedores que presentaron en su día, para evitar la ejecución de los activos que servían de garantías para los préstamos que solicitaron para realizar las citadas inversiones.
En total fueron ocho sociedades las que acudieron a los juzgados de lo Mercantil para presentar la demanda de concurso. Además, el propio Jesús Salazar, quien fuera fundador de la compañía y presidente de la misma hasta su destitución en 2009, presentó también el concurso de acreedores como persona física.
Recientemente, Task Arenal, una de esas ocho instrumentales, salió del concurso de acreedores después de firmar el correspondiente convenio. No era la más grande de ellas ni tampoco la más importante (ese honor correspondía a Unión de Capitales, que sostenía gran parte de la participación familiar en SOS) pero sí una de las que más contribuyó a que el imperio de los Salazar comenzara a derrumbarse como un castillo de naipes.
A fin de cuentas, a través de Task Arenal la familia de empresarios realizó la inversión fatídica, de la que siempre se arrepintió aunque demasiado tarde: Martinsa-Fadesa. Jesús Salazar se implicó en la operación de fusión entre Martinsa y Fadesa después de la adquisición de la segunda por parte de la primera. A finales de 2006, Fernando Martín llevó a cabo una gran ampliación de capital en Martinsa para asumir la compra de la empresa que acaba de comprar a Manuel Jove. En esa ampliación entró Jesús Salazar, a través de Task Arenal, lo que le convirtió en uno de los principales accionistas de la nueva Martinsa-Fadesa.
A partir de su inversión en Martinsa-Fadesa, el imperio de los Salazar cayó como un castillo de naipes
Además, Salazar redobló su apuesta por la inmobiliaria y adquirió a mediados de 2007 un paquete adicional de títulos a futuro, a un precio algo superior a los 23 euros por acción, que se liquidaría por diferencias al vencimiento. Aquel periodo de doce meses fue fatídico para el sector porque empezaron a manifestarse los primeros síntomas del estallido de la burbuja. Así, un año después, cuando venció el citado contrato de compra a futuro, Martinsa-Fadesa había decidido declararse en concurso y la cotización de sus acciones, suspendida días atrás por esta circunstancia, se había quedado bloqueada en la cota de 7,10 euros.
Por ahí comenzaron los males de los Salazar. Posteriormente, siguieron Unión de Capitales, Demi Stone, Asesoría Financiera Madrid, Patrimoniales Sabe y otras controladas por su hermano Jaime (Carranza Gestión Patrimonial, Corporación Industrial Salazar 14 y Alvan). A finales de 2009, todas ellas estaban en concurso de acreedores mientras que todo representante de la familia había sido desposeído de su correspondiente cargo en el consejo de administración de la compañía agroalimentaria.