Bankia cerró el año pasado con unas pérdidas de 2.979 millones de euros, lejos de los 309 millones de beneficio que reconoció en febrero pasado, cuando la entidad no había sido aun nacionalizada ni las cuentas habían sido auditadas. Esta importante cifra de números rojos aparece tras los saneamientos realizados en la cartera de créditos, en los activos adjudicados y la puesta a valor de mercado de las participadas integradas en el banco cotizado. La entidad, sin embargo, no ha informado sobre el impacto de la reformulación de las cuentas en Banco Financiero y de Ahorros (BFA), la matriz de Bankia, ni el balance consolidado. Se espera que José Ignacio Goirigolzarri, nuevo presidente de la entidad, ofrezca estos datos en la conferencia de prensa que ofrecerá mañana para explicar los planes de futuro de la entidad.
Los números rojos de Bankia no incluyen ningún tipo de salvedad por parte de la auditoría Deloitte, que se negó a fimar las cuentas individuales de BFA, Bankia y la consolidada del pasado ejercicio. Deloitte se negó a aceptar que BFA contabilizase el valor de de su participación en Bankia (51%) en 12.000 millones, cuando en el mercado valora actualmente ese activo en 2.000 millones. Comenzó entonces un proceso de negociación entre Deloitte y Rato, para llegar a un acuerdo de una valoración intermedia. La razón que adujo Rato es que Bankia no es una participación que fuera a ser vendida por BFA y, por tanto, no podía valorarse a su precio de mercado. Ambas partes acordaron tener el cuenta el valor contable de la participación: 8.500 millones (lo que supone valorar el banco en 17.000 millones).
Esta operación implicaba a BFA reconocer unas pérdidas de 3.500 millones. El grupo presidido por Rato se quedó entonces sin vías de escape. Cargar esas minusvalías contra resultados hubiera generado unas abultadas perdidas y un consumo de capital que hubiera dejado a BFA por debajo de los mínimos exigidos. Hacerlo contra patrimonio (3.515 millones al cierre de ejercicio), como pedía Deloitte, significaba dejarlo prácticamente a cero y obligaba al Estado a nacionalizar la entidad, ya que, para reponer su capital, habría tenído que transformar en acciones los 4.465 millones de participaciones preferentes que le inyectó el FROB 1. El Estado se habría quedado con el 100% de la matriz de Bankia.
Bankia y su ya expresidente Rodrigo Rato se negaron a aceptar la petición de Deloitte, con el argumento de que el Banco de España, cuando hace un mes aceptó, aunque con salvedades, su plan de saneamiento, no pidió a BFA rebajar hasta el valor contable la valoración de su participación. En opinión de los gestores, este hito se habría podido conseguir en el tiempo, con la generación de beneficios que Bankia.
La auditora, sin embargo, no aceptó esta solución y expuso a Rato que si quería que aparecieran firmadas las cuentas, tendría que aparecer una salvedad en el informe de BFA en el que se explicara por qué Deloitte se negaba a rubricar esas cuentas. Rato se negó y la entidad presentó las cuentas a la CNMV sin auditor como hecho relevante.
Esa misma tarde, la entidad envió un comunicado en el que justificaba la ausencia de la firma de Deloitte. Según BFA-Bankia, el auditor había solicitado mas tiempo "por la enorme complejidad" que supone la elaboración de las cuentas del grupo.