“Lo está pasando mal, muy mal. Es una situación completamente desconocida para ella, a la que no está acostumbrada”. Quien habla conoce bien a Esther Koplowitz, heredera de un imperio constructor cuyos cimientos han llegado a cimbrearse al ritmo impuesto por una crisis de dimensiones inéditas hasta ahora. Tan inéditas que han dejado a la principal accionista de FCC a los pies de los caballos, con la asfixia financiera llamando a su puerta, con una banca acreedora inflexible… en definitiva, en sus horas más difíciles.
La empresaria acumula una deuda personal cercana a los 1.100 millones de euros y las negociaciones con BBVA y Bankia para refinanciarla y extender los plazos para su pago llevan enquistadas cerca de dos años, justamente cuando FCC suspendió el dividendo que solía distribuir a sus accionistas, debido al profundo saneamiento que emprendería (que ha supuesto enlazar dos años consecutivos con más de 1.000 millones de pérdidas).
Con la restricción comenzaron los problemas para Esther Koplowitz, que vio cómo, de un plumazo, volaban los aproximadamente 80 millones de euros que se embolsaba cada año en concepto de dividendo y que eran destinados a afrontar sus obligaciones financieras con los bancos. Sin ellos, las alarmas se encendieron en el entorno de la empresaria pero también en el de la banca acreedora. ¿De dónde saldría a partir de entonces el dinero para pagar el principal y los intereses?
A todo ello se añadía otro problema, para nada baladí: Koplowitz generó la deuda a base de un feroz apalancamiento. La prenda de los préstamos consiste en su propia participación en el grupo de construcción y servicios. A finales de 2012, cuando la compañía tomó la decisión de suprimir el dividendo, el valor de la garantía no alcanzaba los 700 millones de euros.
Sin más recursos que FCC
De este modo, el último año y medio de Esther Koplowitz ha sido de lo más inusual, con continuos tiras y aflojas con los acreedores, alertados por el futuro de estos préstamos.
“Koplowitz jamás imaginó que un banco le sugiriera vender activos, como la colección de arte que posee, para hacer frente a los sucesivos vencimientos”, apuntan fuentes conocedoras de la situación. Sus asesores rechazaron la medida. “Sería un parche, pan para hoy y hambre para mañana. Lo que le hace falta es una fuente de ingresos recurrentes, como era el dividendo de la compañía, pero no desinversiones concretas porque al siguiente semestre vuelve a tener obligaciones de pago pero ya no cuenta con los activos que vendió”.
“Los bancos pueden pedirle lo que quieran pero los únicos ingresos de Koplowitz provenían del dividendo de FCC. O vende las acciones y pierde la mayoría en el capital, lo que no desea bajo ningún concepto, o no puede afrontar pagos”.
El refugio de la familia
Ante una situación tan complicada, Esther Koplowitz se ha refugiado en su familia, tanto desde el punto de vista afectivo como profesional. Sus yernos Pablo Santos (esposo de Esther Alcocer Koplowitz, primogénita de la empresaria y actual presidenta de FCC) y Fernando Ortiz (marido de Alicia Alcocer, su segunda hija y que también forma parte del consejo de la compañía) se encargan de llevar las negociaciones con los bancos, además del francés Jean Marie Messier, contratado ex profeso para este proceso.
“Ella permanece en un segundo plano, esperando noticias. Insiste en hacer llegar a los bancos un mensaje que les recuerde sus obras de filantropía y la cantidad de puestos de trabajo que ha contribuido a crear con las empresas del grupo”. Pero el efecto es prácticamente nulo. “Los representantes de la banca escuchan estos mensajes muy educadamente pero cuando acaba el discurso siempre instan a retomar la conversación en el punto en que fue interrumpida”.
También se ve arropada por su hermana Alicia, de la que se distanció hace 15 años, cuando decidió vender a Esther su parte en la compañía y emprender por cuenta propia su aventura empresarial. Pero hace tiempo que las aguas han vuelto a su cauce. “Los Koplowitz son una familia muy unida, en este sentido a Esther no le van a faltar el aliento de su hermana Alicia y quién sabe si algún tipo de apoyo financiero”, apuntan fuentes cercanas a la familia.
¿Será Soros la salvación?
Por el momento, ese ansiado salvavidas tiene la cara y los ojos del multimillonario norteamericano George Soros, que ha tratado en vano de comprar la deuda de Koplowitz a la banca y convertirse en el nuevo acreedor de la empresaria. Al menos, la presencia de Soros y la existencia de alternativas para refinanciar la deuda han hecho que los bancos den una tregua a la empresaria. Pero buena parte del periodo de gracia lo ocuparán las vacaciones de verano. En aproximadamente 45 días el problema volverá a estar encima de la mesa.
Sobre la mesa hay varias diversas opciones para un acuerdo, aunque ninguna convence aun a los acreedores. Una de ellas contempla la posibilidad de que Koplowitz venda acciones de FCC dpara obtener liquidez, aunque sea a costa de perder el control de la sociedad. O bien que ceda sus derechos en la próxima ampliación de capital que hará el grupo, lo que también supondría quedar en minoría en el capital.
Soros ya apareció a finales del año pasado, cuando Esther Koplowitz volvió a verse entre la espada y la pared con un nuevo compromiso de pago que no podía afrontar. Por entonces vendió un 3,8% del capital de FCC, buena parte del cual adquirió el inversor norteamericano, e incluso llegó a anunciar un acuerdo con la banca para refinanciar la deuda. Pero tenían razón sus asesores: fue pan para hoy y hambre para mañana.
Tampoco ha contribuido la situación de FCC, cuya estrategia de compra de filiales en el exterior (como la austriaca Alpine, en situación de quiebra, y la muy endeudada WRG, actualmente FCC Environment) y la entrada en el sector energético resultó fallida. “En este caso, tanto la propiedad como la empresa están en problemas por lo que no pueden apoyarse una en la otra”, apunta un experto en refinanciaciones. “Si FCC ha tenido que realizar un saneamiento tan salvaje es porque las cosas se han hecho mal anteriormente. Esto ha derivado en la necesidad de suprimir el dividendo “.
Una encrucijada complicada de resolver. Sea como fuere, ya nada será igual para Esther Koplowitz, condenada a encomendarse al viejo aforismo de “lo que no te mata, te hace más fuerte”.