“Lamentablemente, Lynce echa el cierre”. Con este escueto plañido arranca el último comunicado de Lynce en su web. Se va la empresa de “medición de aglomeraciones” criticada –o halagada- por reducir drásticamente el número de asistentes a manifestaciones basándose en un “recuento persona a persona". Sindicatos, partidos, asociaciones de derecha e izquierda: Lynce ha sido estos años la pesadilla de todo convocante.
La crisis no es ajena a nadie: según la compañía, “la demanda no ha sido suficiente para lograr hacer rentable la empresa, y todo a pesar de ofrecer el mejor servicio posible de recuento de multitudes y de contar con excelentes clientes entre los medios de comunicación (entre los que ha destacado la agencia Efe)”.
El comunicado de despedida, que apenas ha repercutido en los medios, se publicó a finales de febrero. La letra da por acabado un intenso y controvertido periplo de poco más de tres años, el tiempo que ha durado Lynce, fundada a principios de 2009. Y es que, aunque las cifras de asistentes proporcionadas por esta firma fueron muy contestadas, Lynce siempre defendió su metodología: una toma de datos fotográfica desde diversos puntos, un análisis y un control de calidad.
¿56.000 o un millón?
El clímax se alcanzó el 11 de julio de 2010: ese día, Lynce, a encargo de Efe, se afanó en medir el número de asistentes a la manifestación en Barcelona contra los recortes del Tribunal Constitucional al Estatuto de Cataluña. Los convocantes daban 1,5 millones de asistentes, la Guardia Urbana poco más de un millón y Lynce… 56.000.
Aquella polémica suscitó una tribuna de la Defensora del Lector en El País (titulada De 56.000 a 1,5 millones de manifestantes). El incendio lo apagó la propia Lynce, que reconoció haber medido a una hora tardía la concentración, cuando los asistentes ya se retiraban.
Contra la invención de cifras
Juan Manuel Gutiérrez, director de Lynce, atendía ayer a la llamada de Vozpópuli: “En realidad no cerramos, sino que dejamos de prestar el servicio. Ahora vamos a tratar de paquetizar el producto (crear el soporte, véase el software, para que cualquier medio pueda medir manifestaciones bajo el mismo paraguas) y dar por concluida nuestra labor”. Gutiérrez, que no da cifras, asegura que su única intención era medir, no hacer política. “Por eso últimamente hemos medido concentraciones menos emocionales como conciertos u otros eventos, donde da igual que haya 5.000 o 30.000 asistentes”.
En la carta de despedida de la web, Lynce deja otro mensaje: “Quisimos rebelarnos tanto ante la desinformación interesada que supone inventarse cifras de ciencia-ficción como ante el pecado de omisión del periodista que no pregunta ‘¿Y cómo pueden caber un millón de personas en esa superficie…?’ ”.