La noticia del aterrizaje del inversor asiático Peter Lim como nuevo propietario del Valencia Club de Fútbol se ha confirmado menos de 24 horas después de que el jeque Al-Thani, perteneciente a la familia real de Qatar, anunciara su marcha definitiva del Málaga, que adquirió hace algo más de tres años. Aunque el qatarí ha tratado de recular negando lo que había afirmado apenas unas horas antes, este escenario es todo un paradigma de lo que ha sido, hasta el momento, la llegada de magnates y grandes fortunas al capital de clubes de fútbol en España: unos salen y otros entran… para volver a salir.
Ejemplos ha habido para todos los gustos pero ninguno que se haya consolidado como sí ha sucedido especialmente en Reino Unido y también en Francia. Por el momento, aquellas grandes fortunas que se han presentado en España para invertir en fútbol han tenido en el horizonte la realización de proyectos que no han tenido que ver con lo deportivo y que han terminado por provocar su marcha al no poder llevarse a cabo.
Uno de los pioneros fue Ali Syed, un inversor de origen asiático, afincado en Suiza, que se presentó en Cantabria como la inyección económica que necesitaba un Racing de Santander que, por entonces, aún permanecía en Primera División, aunque sus problemas financieros amenazaban con derivar en un futuro poco optimista.
El caso es que el Racing terminó descendiendo dos categorías en dos años (aunque acaba de volver a ascender a Segunda División A) debido, entre otros factores, al caos económico que dejó el paso por sus arcas de Ali Syed. El inversor resultó ser un mero testaferro del que nunca llegó a saberse exactamente para quién trabajaba.
Detrás de desarrollos urbanísticos
Lo que terminó por conocerse fue su historial como perseguido por la Justicia de medio mundo, bajo acusaciones de blanqueo de capitales y diversas irregularidades contables.
Ali Syed desembarcó en Santander y se apresuró a entrar en contacto con las administraciones locales, aunque con ellas habló muy poco de fútbol y sí mucho de desarrollos urbanísticos en la capital cántabra, en la zona del estadio de El Sardinero, el puerto, etc. El fútbol no era más que una excusa o, por mejor decir, una llave con la que pretendía abrir todas las puertas de la ciudad.
El inversor terminó por desaparecer, arrastrando consigo el club, que dejó al borde de la desaparición.
Con mejores intenciones y cartel llegó a Málaga el jeque Al-Thani, miembro de la familia real qatarí y con músculo financiero demostrable, algo que jamás ocurrió con el anterior. Al-Thani mostró los billetes desde un primer momento y no sólo eso sino que además los puso de inmediato en circulación. Pero en algo sí se parecía a Ali Syed: el fútbol tan sólo era la excusa para abrirse paso en áreas de negocio que no tenían que ver con el balón.
La UTE formada por una de sus empresas y el Ayuntamiento de Marbella se adjudicó el contrato para ampliar el puerto de la ciudad de la Costa del Sol y superó, en primera instancia, la posterior reclamación de su competidor, un grupo de empresarios locales que recurrieron la decisión al estimar que el consorcio liderado por Al-Thani no cumplía con las condiciones exigidas en el pliego de la licitación.
Mientras la cuestión estaba en manos de la Justicia, el jeque no dudó en destacar las ventajas de su oferta, entre ellas el hecho de que la totalidad de la inversión, cerca de 110 millones de euros, se desembolsa por anticipado, por su cuenta.
Sin proyecto no hay paraíso
Pero las cosas se torcieron, la Justicia dio una nueva vuelta de tuerca al proceso y Al-Thani comenzó a perder los nervios. Las consecuencias no se hicieron esperar, el dinero dejó de fluir y, después de una temporada de ensueño en la que el Málaga rozó las semifinales de la Liga de Campeones, comenzó a padecer las consecuencias de los excesos financieros. La UEFA le retiró la licencia para disputar competiciones europeas debido a los desequilibrios financieros que presentaba y que le obligaron a vender a sus principales figuras.
La última temporada, el Málaga coqueteó con los puestos de descenso y cuando finalizó la campaña, el jeque Al-Thani anunció su marcha al no sentirse respetado. Toda una falta de respeto dejarle sin puerto.
El inversor de Singapur Peter Lim llega ahora a Valencia tras intentar en vano la compra de clubes en Inglaterra. Lim no liquidará la deuda que tanto el Valencia como la Fundación, el principal accionista del club, mantienen con Bankia, pero sí ha logrado sendos acuerdos para refinanciar los cerca de 330 millones de euros que suma este endeudamiento.
Está por ver si Lim repite la historia de los anteriores o, al fin, cristaliza una historia de inversión extranjera en el fútbol español. Mucho se ha hablado de sus intentonas anteriores y de sus presuntos intereses en el mercado inmobiliario y el desarrollo del nuevo estadio de Mestalla, paralizado desde hace más de tres años por falta de liquidez.