Empresas

Puig, los comienzos del gigante español de los cosméticos

La compañía catalana vende en 152 países y tiene oficinas en 32. Saldrá a Bolsa con más de un siglo de historia a las espaldas

  • El presidente del Grupo Puig, Marc Puig. -

Aunque el gran público como mucho lo asocia a algún perfume, lo cierto es que Puig es mucho más, ya que es una empresa española que vende en 150 países y con oficinas en 32 de ellos. Y estos días su imagen de marca está trascendiendo al mundo de las inversiones ya que esta empresa familiar ha decidido salir a cotizar, en lo que supone la mayor salida a bolsa del año en toda Europa. De hecho, la capitalización bursátil esperada (superaría a la constructora ACS) llevará a Puig a ser miembro del Ibex en breve y, por tanto, estar en las carteras de muchos fondos de inversión. El responsable primero de todo esto es su fundador, procedente de una familia de exportadores de productos agrícolas de la zona del Maresme.

Antoni Puig Castelló nace en 1889 en Vilassar de Mar (Barcelona) en una familia burguesa que le ofrece, por sus negocios en el extranjero, la posibilidad de viajar. Así, tras estudiar Comercio en Barcelona, completa su formación en Londres (también dominaba el idioma francés), donde hace contactos de negocios para el futuro. Monta su primera empresa en cuanto vuelve de Inglaterra: una sociedad de representación de marcas foráneas junto a un socio catalán.

No queda muy claro por qué pero en 1914 decide montar, en solitario, una empresa de perfumería a la que llama Antonio Puig S.A. con una primera singladura muy modesta. Su primer producto estrella es el pintalabios Milady en 1922, ya que es el primero que se fabrica en España. Su éxito en perfumería se debe más a sus contactos en el exterior (consigue un acuerdo con la familia alemana Mülhens para licenciar el agua de colonia 4711, entonces famosa en Europa) que por sus propios productos. En esa época el mercado estaba dominado por otras tres empresas catalanas: Perfumería Gal (fundada en 1901 y que Puig acabaría comprando en 1995), Parera (que también sobrevivió hasta la década de los ´90 del siglo pasado cuando fue absorbida por el grupo británico Reckitt Benckiser) y Myrurgia, que acabó adquirida por Puig en el año 2000. Nadie podía sospechar esto cuando comienza la Guerra Civil y en Cataluña se colectivizan todas estas empresas. Pero Antoni Puig tuvo una ventaja sobre las demás.

A pesar del modesto tamaño de su empresa y de la fuerte competencia local, Puig -muy relacionado con el catalanista Francesc Cambó- funda el gremio de perfumistas de Barcelona que, en 1931 con la llegada de la República, se convierte en la Asociación Nacional de Fabricantes de Perfumería y Afines (Anipa), que tras la guerra se llamaría Stanpa. Este protagonismo en la acción colectiva del sector motiva a las autoridades “revolucionarias” a simpatizar con él y dejarle viajar a Francia a buscar esencias para sus perfumes durante la Guerra Civil, para dotar a la empresa que fundó y le habían expropiado. Esta relativa comodidad con la que vivió esos años le hizo sospechoso de connivencia con los republicanos a ojos del bando vencedor, que le abrieron un expediente de responsabilidad política.

Como ya contamos que le pasó a Freixenet, Puig pudo haber desaparecido con la Guerra Civil y, sobre todo, con la postguerra. Pero entonces Antonio Puig consigue un producto 100% español que demuestra que la autarquía franquista no era obstáculo para que en España no pudiéramos oler bien: el Agua Lavanda Puig. Lanzada en 1940, su éxito es inmediato. Lo curioso es que la fórmula sobre la que fue diseñada procede de Isaac Segal, perfumista judeo-francés al que conoció gracias a sus viajes a Francia permitidos por las autoridades republicanas.

A partir de esa fragancia, Puig comienza a crecer tanto con marcas propias como con acuerdos con empresas extranjeras, algo que será habitual en toda su historia tanto en perfumes, como en cosméticos como en otros accesorios de moda. En 1946 trasladan su sede y su fábrica a la calle Travessera de Gràcia en Barcelona ciudad, y en 1948 presumen de internacionalismo lanzando el perfume L´Air du Temps de Nina Ricci, cuando usar nombres extranjeros para denominar productos españoles no era nada habitual.

Saga familiar

Desde 1950 los hijos del fundador (Antonio, Mariano, José María y Enrique) se van incorporando a la empresa. Esta segunda generación Puig, con una excelente formación académica y profesional, ha sido la responsable del crecimiento y la internacionalización del grupo, que empezó oficialmente en 1962 con el establecimiento de una oficina en Estados Unidos.

En 1966 sacan al mercado Moana, que pronto son los geles de baño y ducha más vendidos en el país. Agua Brava (1968) y Azur de Puig (1969) son quizás las marcas más famosas que han convertido a Puig en la primera empresa española del sector, si bien es la alianza de Puig con diseñadores de moda internacionales, como Paco Rabanne en 1968 (en 1973 lanzan “Paco Rabanne Pour Homme”, otro gran éxito), la venezolana Carolina Herrera (1988) o Prada (2005), obra de los hijos de Antoni Puig, la clave de convertirse en un grupo internacional. 

Cuando murió Antoni Puig Castelló, en 1979, su empresa era ya líder en el mercado español y había conseguido hacerse un hueco en los dos mercados más importantes, y más difíciles, del mundo de la perfumería: París y Nueva York. Tanto la segunda como la actual tercera generación (el primogénito del fundador falleció en 2018) han continuado en la misma línea. En 1987 Puig adquiere la totalidad de la empresa Paco Rabanne, incluyendo su división de moda y accesorios, lo que abre nuevos negocios. Del mismo modo en 1995 compran la división de moda de Carolina Herrera en Nueva York y en 1998 el negocio de perfumería y moda de Nina Ricci. Y en el 2000 compra, como comentamos antes, el grupo español de perfumería Myrurgia, que incluye marcas como Adolfo Domínguez, Agatha Ruiz de la Prada y Mango. Y el resto… ya es historia reciente.

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