“Detrás de cada decisión que tomamos en nuestras vidas suele haber una decisión económica que la acompaña” y estas decisiones influyen en nuestro futuro, dice Jordi Martínez, director de Educación Financiera (IEF). No obstante, España no destaca por sus conocimientos en economía. Solo un 19% de la población española tiene altos conocimientos financieros, posicionándonos así en la cola de Europa, según el último Eurobarómetro. Estos datos no son sorpresa, “lo vemos en cualquier encuesta que se hace”, comenta a Vozpópuli Jordi Martínez, director de Educación Financiera (IEF).
El pasado 3 de octubre Sanidad compartía una nota de prensa en la que informaba que solo el 46,3% de la población sabe que el sistema sanitario público se financia con los impuestos pagados por la ciudadanía. En contraposición, el 49% aún piensa que los ingresos vienen “total o parcialmente de cotizaciones del colectivo de trabajadores”. Estos datos negativos se comparten también en los resultados de las competencias financieras en la prueba PISA.
Todo esto evidencia que “sí hay una falta de educación financiera” en España, confirma Jordi Martínez. Estos conocimientos deberían implementarse desde el colegio, pero no es suficiente, porque tiene que “llegar a todo el mundo”. El director del IEF propone un “impulso” en las instituciones, así como más contenido por parte de la prensa y programas que toquen estos temas. Es esencial que “la información llegue a todos los públicos” y “de forma amena”, insiste Martínez.
Actualmente, las redes sociales están llenas de influencers que comparten contenido de todo tipo, incluido sobre finanzas. El experto consultado por Vozpópuli alerta sobre los consejos que dan estas personas, especialmente creadores como los ‘Broinfluencers’. “Los tenemos que coger con pincel” debido a la falta de rigor en la mayoría de ellos, explica. En todo caso, hay que seguir información “de personas que tienen un certificado o que son expertos” en la materia, manifiesta Martínez.
El desinterés español por la educación económica y financiera se debe en parte al estigma que se tiene de ella. “Existe la creencia de que las finanzas son muy difíciles”, comenta Jordi Martínez, y “no hacemos el esfuerzo de aprender”. En la otra cara de la moneda, aquellas personas que se caracterizan por tener altos conocimientos financieros, generalmente, suelen tener una situación socioeconómica elevada o disponen de estudios universitarios. Asimismo, por edades, “los más jóvenes y los más mayores son los que menos saben”, confirma el director del IEF. Toda esta información “se puede ver en las encuestas”, dice.
¿Qué son los impuestos y para qué sirven?
Los ingresos que recibe el Estado y las Administraciones Públicas para financiar “necesidades públicas” proviene de los tributos, “prestaciones dinerarias que los ciudadanos están obligados por ley a pagar”, según recoge la Agencia Tributaria. Hay tres clases de tributos: las tasas, pagos por una “prestaciones dinerarias que los ciudadanos están obligados por ley a pagar” -renovación del DNI-; las contribuciones especiales, pagos por “una actuación pública dirigida a satisfacer una necesidad colectiva produce un beneficio especial a determinados individuos” -el aumento de valor de una finca como consecuencia de una obra pública-; y los impuestos.
Los impuestos son “cantidades que se exigen obligatoriamente por ley sin que exista una contraprestación individualizada específica y que se fundamentan en hechos que demuestran la capacidad económica de los ciudadanos”, de acuerdo con la AEAT. Son “los tributos más importantes”, ya que de estos se obtienen la mayoría de los ingresos.
Además de la financiación de infraestructuras y servicios esenciales como la sanidad o educación pública, los impuestos tienen otras funciones. Este tipo de tributos ayuda a redistribuir la riqueza, “el que más tiene paga un poquito más”, explica Jordi Martínez. Estos pagos también buscan “reducir malos hábitos”, como el impuesto al tabaco.
Por otro lado, aunque hay pagos comunes en todo el Estado -como el IVA-, no todas las comunidades autónomas pagan la misma cantidad de retribuciones, creando una desigualdad. Sin embargo, “que haya autonomía fiscal es positivo”, defiende Martínez. “Los ciudadanos de cada territorio pueden decidir si quieren poner un impuesto o no ponerlo”, argumenta. No obstante, también crea un conflicto fiscal en el país, “donde las empresas se trasladarían a donde deducen menos”, comenta el experto.
Ante el pago de impuestos, es importante tener en cuenta “qué servicios efectivos se reciben a cambio”, destaca el director del IEF, aunque esta es una valoración “subjetiva” acorde con las necesidades que tenga cada persona. Gracias a los tributos se disfruta de sanidad pública y de pensiones -de las tasas de reposición más altas de Europa-, entre otras cosas.
No obstante, existe una insatisfacción en la sociedad sobre la cantidad de impuestos que se pagan debido a las largas listas de espera en el sistema sanitario y la incertidumbre sobre si llegará el dinero de las pensiones para futuras generaciones. “Pero, claro, también habría que preguntarse, oye, ¿y si pagamos menos vamos a tener mejor servicio?”, dice Martínez.