¡Abracadabra! Ha sido quitarle el papel protagonista a Varoufakis y que las negociaciones de Grecia con las instituciones europeas se desbloqueen y progresen rápidamente. Eso o quizás que a Atenas tan sólo le quedan unas dos semanas de liquidez en sus arcas, tal y como reconoció el propio Varoufakis al término del Eurogrupo celebrado este lunes.
El caso es que el Eurogrupo reconocía en su declaración oficial que la reorganización del equipo negociador heleno había facilitado y acelerado mucho las negociaciones. Es más, el comisario de Asuntos Económicos, Pierre Moscovici, clamó por fin avances respecto a la subida del IVA, la creación de una agencia tributaria independiente y el tratamiento de los créditos morosos.
Durante la rueda de prensa, el presidente del Eurogrupo incluso fue preguntado por si estos avances tenían algo que ver con la pérdida de poder de Varoufakis. Sin embargo, Jeroen Dijsselbloem lo negó. Salvo por una cosa: en su respuesta subrayó que Varoufakis es "un exmiembro del Eurogrupo", y ello a pesar de que el titular de Finanzas griego había asistido al cónclave de ministros de la eurozona.
El holandés quizás lo deslizó porque Varoufakis acudió a la reunión acompañado de George Chouliarakis, hombre próximo al vicepresidente Dragasakis y uno de los líderes del equipo que realmente está conduciendo las discusiones con la antigua Troika, ahora rebautizada como Grupo de Bruselas. Es decir, esa condición de ex revela que Varoufakis ya no tiene la voz cantante en las conversaciones con sus pares. De hecho, en la práctica este Eurogrupo tan sólo sirvió para informar a los ministros de la marcha de las negociaciones. La voz cantante en realidad la lleva sobre todo un graduado de Oxford con unas maneras impolutas, el número dos del Ministerio de Exteriores, Euclid Tsakalotos.
En este sentido, Dijsselbloem también destacó que habían sido muy útiles todos los cambios internos aplicados para informar y coordinarse directamente con el primer ministro heleno, Alexis Tsipras. Otro comentario que en el fondo entrañaba un dardo envenenado hacia Yanis Varoufakis.
Dicho esto, no todo fueron avances. Las pensiones y la reforma laboral siguen sin aclararse. Atenas está dispuesta a atajar las jubilaciones tempranas y la pensión de viudedad cuando ésta se duplique. Pero en cambio rehúsa recortar las prestaciones o alargar la edad de jubilación a los 67 años como ya ha aprobado España. En cuanto al mercado laboral, el Gobierno de Syriza no quiere ni facilitar los despidos colectivos, ni reformar la negociación colectiva. “En todas estas materias falta que Atenas haga sus propuestas alternativas y que los técnicos de las instituciones hagan los números”, comentó Dijsselbloem.
El presidente del Eurogrupo insistió en que primero era imprescindible implementar las reformas si Atenas quería recibir el dinero. Sin embargo, el tiempo se agota. Tan sólo quedan seis semanas para que finalice el programa de rescate y 14 días para que Grecia se quede sin fondos. Así que el holandés se mostró dispuesto a entregar por partes los 7.200 millones de euros restantes del actual rescate, según fuese Grecia adoptando las medidas.
No obstante, tanto Moscovici como Dijsselbloem hicieron hincapié en que el acuerdo tiene que basarse en el marco suscrito el 28 de febrero, un documento en el que se exigía una reforma laboral, tocar el IVA, ajustar pensiones, no aumentar la partida de funcionarios, revisar los desembolsos sanitarios y no incrementar el gasto social.
Pese a semejantes exigencias, para Atenas era esencial exhibir algunos progresos en este Eurogrupo. Sólo así el BCE tendría vía libre el próximo jueves para seguir prestando a la banca helena, una línea de financiación de la que depende toda la economía griega y que está evitando que se desate una cadena de impagos.
De alcanzar un acuerdo con las instituciones europeas, el siguiente obstáculo para Tsipras lo encontrará en su propio partido. Si tiene que tragar con todo lo que parece, Syriza podría negarse a refrendarlo en el Parlamento y el Ejecutivo precisaría del respaldo de la oposición, algo políticamente difícil de digerir. De ahí que Tsipras haya planteado la necesidad de un referéndum, una iniciativa a la que el propio ministro de Finanzas alemán brindó el plácet este mismo lunes.