Las cúpulas de la patronal y los sindicatos suscribieron este lunes un alza salarial en los convenios de hasta el 1 por ciento en 2015 y de hasta el 1,5 por ciento en 2016. Después de meses en los que las negociaciones habían encallado, finalmente el presidente de la CEOE ha cedido animado por la fuerte recuperación económica. Rosell ha pactado un incremento que agradará a la ministra Fátima Báñez y que en pleno periodo electoral caerá como agua de mayo en Moncloa.
Sin embargo, semejante marco de subidas de sueldo choca frontalmente con el criterio exhibido por buena parte del brazo económico del Gobierno. Mientras que Báñez ha coreado el acuerdo por razones puramente electorales, ni Luis de Guindos ni Álvaro Nadal lo han respaldado en privado basándose en razonamientos estrictamente económicos. Tanto el titular de Economía como el jefe de la Oficina Económica de Moncloa han defendido por tierra, mar o aire que cualquier aumento salarial siempre debe hacerse ligado al incremento de la productividad. Como bien hemos aprendido durante esta crisis, no hay otra si queremos mantener la competitividad dentro de la jaula del euro. Lo contrario nos obligaría, lamentablemente, a someternos más adelante a un nuevo ajuste.
"En la situación actual, en tanto que la inflación siga en terreno negativo hay ganancias de capacidad adquisitiva. En cambio, en estos momentos la principal fuente de desigualdad radica en el paro. Si encima destinamos los incrementos del PIB a subir salarios sin ligarlos a la productividad, habrá menos recursos en las empresas para contratar. No es el momento de subir sueldos sino de crear empleo", apunta un alto cargo del Gobierno. Es más, puede darse el caso de una empresa que suba un 1 por ciento el salario a la plantilla pero que luego compense esas alzas contratando a los nuevos con rebajas salariales del 20 por ciento sobre el sueldo inicial, tal y como de hecho ha ocurrido alentando aún más la desigualdad.
Aunque todavía quedan algunos flecos que han de cerrar los técnicos, el principio de acuerdo suscrito por CEOE, Cepyme, CCOO y UGT recogerá una subida de salarios de hasta el 1 por ciento en 2015. Y ese 'hasta' es muy importante subrayarlo, ya que al tratarse de una recomendación implica que el incremento salarial puede situarse por debajo del 1 por ciento según las circunstancias que atraviese la empresa o el sector en cuestión.
Los agentes sociales siempre recuerdan que la negociación colectiva mezcla empresas de muy diversa condición. "Se juntan peras con manzanas. Por ejemplo, sectores como la banca, la química o el automóvil están preparados para subidas mayores que el 1. En el polo opuesto, la construcción ya ha consensuado un alza del 0,6 por ciento. Y muchos otros acordarán incrementos por debajo del 1. De hecho, la media de los convenios firmados este año se sitúa en el 0,7 por ciento. Y cualquier empresa tiene la posibilidad de descolgarse si no puede asumir el repunte de los costes laborales", comenta una fuente patronal satisfecha con el resultado.
Además, el acuerdo contempla una cláusula de revisión salarial ligada a la inflación. Si el IPC supera en la suma de los dos años el 2,5 por ciento, entonces habrá que compensar a los trabajadores. Si bien ahí el truco reside en que en principio no se vaya a cumplir, pues este año la inflación puede acabar fácilmente en el entorno del -0,4 y por lo tanto restará al 0,9 de IPC previsto por el Ejecutivo en el Programa de Estabilidad remitido a Bruselas. "Incluso si no se va a cumplir, se trata de un mala idea. En el anterior acuerdo de negociación colectiva se puso como techo la inflación en Europa. Es decir, nunca se podía subir los salarios más que en el resto de la zona euro de forma que nunca se perdiese competitividad. Hay que incluir siempre ese tope si no queremos volver a las andadas y que cada vez que haya crecimiento alimentemos la inflación", explica alguien al tanto de los entresijos de la negociación salarial.
Para el ala más política del Ejecutivo de Mariano Rajoy, la foto de este pacto social respaldado por CCOO y UGT sería un golpe maestro de cara al intenso periodo electoral que se avecina. Supondría un gol al PSOE, marcaría el fin de la resistencia de los sindicatos a la reforma laboral, cerraría un ciclo durante el cual el Gobierno se ha quedado solo tomando medidas y enviaría el mensaje al electorado de que se abre un nuevo periodo en el que hay que apoyar la recuperación. Y así no es de extrañar que Báñez repita una y otra vez que "los salarios deben acompañar el ritmo de creación de empleo".
En cuanto a la CEOE y los sindicatos, se trata de una oportunidad inmejorable para recuperar una credibilidad muy machacada en los últimos tiempos. "Frente a la imagen de que la vida política se descompone, es muy importante que demostremos que el país sigue en marcha", destaca un insigne miembro de la patronal. Por lo general, estas agrupaciones argumentan que resulta justo compensar la pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores y que de paso se fomente el consumo y, por lo tanto, una recuperación más vigorosa.
Sin embargo, ésa no es la opinión compartida ni por muchos economistas ni por algunos miembros del Gabinete de Rajoy. En primer lugar, el crecimiento de la economía básicamente se compone del aumento del empleo y del aumento de la productividad. En 2014 casi todo el incremento del PIB se correspondió con un crecimiento del empleo, incluso a costa de que las rentas empresariales disminuyesen, obligadas a bajar precios al tiempo que se preparaban para un repunte de la demanda. Y en 2015 va a suceder algo parecido, porque las empresas continúan en los huesos después de un sobreajuste de personal. Si el PIB avanza un 2,9 por ciento, el empleo engordará un 3 por ciento en términos de contabilidad nacional según las estimaciones del Ejecutivo, lo que significa que la productividad en realidad será negativa. Y por lo tanto difícilmente puede haber subidas de sueldo salvo en sectores muy específicos donde efectivamente se estén dando repuntes de la productividad por hora trabajada.
En segundo lugar, las centrales sindicales tienen razón cuando señalan que las rentas salariales son las grandes perdedoras de la crisis. Pero el grueso de esa pérdida de rentas se corresponde sobre todo con la destrucción de empleo. En unas fases todavía iniciales de la recuperación, lo primero es repartir los puestos de trabajo. De conformarse con un mero incremento salarial, los sindicatos estarían rubricando un pacto profundamente injusto que ahondaría en la desigualdad, sostienen varias fuentes consultadas. A pesar de arrogarse el papel de defensores de todos los trabajadores, en la práctica sólo estarían protegiendo los intereses de sus afiliados.
Y tercero, el consumo se fomenta mucho más cuando se crea empleo que cuando se suben las retribuciones de los que ya están en plantilla. La propensión a consumir de alguien cuyos ingresos son cero resulta mucho mayor a poco que obtenga algunos ingresos. Para colmo, quienes esgrimen que las subidas de sueldo estimulan de por sí la actividad no tienen en cuenta que vivimos en unas economías abiertas. Cualquier subida salarial no justificada en una mejora de la competitividad terminaría dañando el crecimiento porque esa producción puede acabar en manos de otro. "Que los precios de nuestros productos crezcan menos que los alemanes quiere decir que los consumidores españoles cada vez adquirirán más productos españoles que alemanes y al revés", declaró Álvaro Nadal en una entrevista a RNE.
Inmersos en una crisis de caballo, costó mucho ir recuperando la competitividad respecto a los tudescos, un concepto que se suele medir por los costes laborales unitarios, esto es, cuánto nos cuesta el factor empleo por cada unidad de PIB producida. A pesar de las indemnizaciones por despido, de las repetidas alzas de las cotizaciones sociales y del desplome del PIB, estos costes se hundieron, en gran medida porque los ajustes de plantilla hacían que, por así decirlo, 'un empleado hiciese el trabajo de dos’. De 2010 a 2013, los llamados CLU descendieron unos siete puntos según los datos del Banco de España. Y sólo han repuntado puntualmente en 2014 debido a la restitución de la paga extra de los funcionarios, que adulteró la estadística.
Por el contrario, en Alemania los costes laborales unitarios han avanzado entre 2012 y 2014 unos siete puntos, lo que ha permitido que España consiga recuperar toda la competitividad perdida con respecto a la economía alemana desde 2005. No obstante, todavía faltan por reconquistar los niveles de entrada en el euro, para lo que aún se precisaría otro esfuerzo similar de unos 15 puntos. Es decir, hagamos lo que hagamos, en tanto en cuanto sigamos en la zona euro siempre deberíamos mantener los incrementos salariales por debajo de los que se aprueben en Alemania y en nuestros vecinos del norte.