Antonio Garamendi llegó a la presidencia de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE) con todo de cara. Fue elegido por aclamación, ante la falta de oposición interna, y se presentó ante los asociados en un momento 'dulce', con el país creciendo a un mayor ritmo que sus socios de la Unión Europea. Mucho han cambiado las cosas desde entonces, y no sólo por el cambio de color del partido político en Moncloa y por la repentina aparición del coronavirus, sino también por el efecto interno que han ocasionado algunas de sus decisiones, según explican fuentes del Comité Ejecutivo.
La última ha sido la incorporación de Fátima Báñez a la CEOE, adelantada por La Información. Bien es cierto que la exministra de Trabajo llegará al patronato de la patronal, y no al equipo directivo, tal y como se negoció durante 2019. Tampoco tendrá despacho ni sueldo, tal y como señalan fuentes internas.
Sin embargo, el movimiento ha causado estupor entre algunos de los 'pesos pesados' de las federaciones territoriales, entre otras cosas, por el momento en el que se ha oficializado; y por los recelos que generó en su día la posibilidad de que Báñez fuera reclutada para la organización.
Fuentes oficiales de la CEOE inciden en que la expolítica -que fichó hace unos meses por la farmacéutica Rovi- ayudará en la coordinación de las iniciativas solidarias que partan de las empresas para hacer frente a la crisis de la Covid-19. Pese a todo, fuentes del Comité Ejecutivo consideran que la incorporación resulta 'inapropiada' en este momento, dadas las suspicacias que despertó en su día su fichaje, así como otros procedentes del Ejecutivo de Mariano Rajoy, como Íñigo Fernández de Mesa o Rosa Santos (del PAR). No por su capacidad profesional, sino porque pudieron comprometer la neutralidad de la patronal.
Poca fiereza
En conversación telefónica con este periódico, el responsable de una de las organizaciones territoriales más representativas de la CEOE también lamenta la falta de 'contundencia' demostrada por Garamendi durante esta crisis, en la que se han tomado medidas contrarias a los intereses de los empresarios, especialmente de los dueños de las pymes. En este sentido, recuerda que, unas horas antes de que el Ejecutivo restringiera los despidos mientras dure el estado de alarma, el presidente de la patronal lanzó varios guiños a la política económica del Gobierno -dijo que había apoyado a las empresas- que no entendió una parte de la cúpula de la patronal.
Unos días después, el pasado lunes, Garamendi cambió su discurso tras el endurecimiento del estado de alarma y criticó duramente la actitud del Ejecutivo para con la empresa privada: “Parece que somos el problema cuando somos la solución”.
Oficialmente, desde la patronal afirman que no existe tal fractura interna, pero son varias las voces que desde hace varias semanas lamentan la poca beligerancia del presidente de la CEOE con respecto al Gobierno.
Estos informantes reconocen la dificultad de negociar con ministros que han orillado a los agentes sociales a la hora de tomar determinadas decisiones económicas. De hecho, en los pasillos de la patronal se ha escuchado durante las últimas semanas varias veces la frase de que, con Rajoy en Moncloa, había que recurrir al Gobierno para calmar a los sindicatos, mientras que ahora es al contrario; y se dialoga con UGT y CCOO para hacer entrar en razón al Ejecutivo.
Ahora bien, más allá de todo esto, denuncian que Garamendi se haya prestado durante los últimos meses, por ejemplo, a 'hacerse la foto' con el Gobierno y los sindicatos cuando se consensuó la última subida del Salario Mínimo Interprofesional.
Los partidarios de Garamendi apuntaron a que la negociación sirvió para rebajar en 50 euros las pretensiones que habían exhibido los sindicatos. Sus críticos, sin embargo, expresaron su malestar por la poca resistencia que opuso la CEOE al incremento salarial en un momento en el que la sombra de la desaceleración se había extendido sobre la economía española. La situación se ha visto agravada por la parálisis del país.
Estos informantes recuerdan -en este sentido- que el propio Gobierno destacó entonces la capacidad de diálogo del presidente de la patronal; e incluso el clima de 'confianza' que mantuvo con Pablo Iglesias y con Yolanda Díaz. Algo que hace concluir a algún vicepresidente de la CEOE que la patronal no fue especialmente incisiva. Tampoco -concluyen- lo ha sido en las últimas semanas; y prueba de ello es el papel secundario que ha interpretado la organización en un momento crítico, en el que no ha ejercido de contrapeso.