El acuerdo con Grecia sobre su programa de rescate puede esperar. Según comentaron fuentes al tanto de las conversaciones, las posiciones están todavía muy alejadas y el Eurogrupo de este miércoles tan sólo servirá para recibir una propuesta concreta del Gobierno griego. Sobre esa base se podrá ver con exactitud dónde están los desacuerdos y limar posturas de cara al siguiente encuentro de ministros de Finanzas del euro, que tendrá lugar el próximo lunes. El propio Luis de Guindos subrayó que el encuentro "servirá para escuchar pero no para decidir".
Por ahora sólo se conocen algunos puntos que el Ejecutivo heleno ha filtrado a la prensa griega. Estas líneas se resumen en: un canje de la deuda por bonos ligados a la inflación y perpetuos; unos 7.500 millones de crédito puente y un permiso para emitir letras hasta que se firme un acuerdo en septiembre; la implementación del 70 por ciento de las medidas ya comprometidas con la troika; que el 30 por ciento restante de medidas se abandone y sea sustituido por diez medidas no especificadas acordadas con la OCDE; el fin de la troika y del programa de rescate; y un objetivo de superávit primario del 1,5 por ciento del PIB en lugar del 4 para poder gastar unos 1.800 millones de euros en vales comida y energía gratis para los más desfavorecidos.
Sin embargo, los ministros de Finanzas del Eurogrupo preparan una encerrona a Varoufakis que le dejará claro que no tiene otra alternativa sino acatar las normas. Y a partir de ahí se podrán hacer cambios al programa, desde flexibilizar un poco los objetivos fiscales a utilizar eufemismos para rebautizar a la Troika como un programa de monitoreo, tal y como se hizo con Italia.
A juicio de las fuentes consultadas, los griegos presentan dos problemas. El primero consiste en que no entienden que en Europa ya se ha construido con mucho esfuerzo una arquitectura fiscal y de control. Y no se puede cambiar. Lo contrario implicaría el caos y que los votantes de los países del norte acabasen rechazando la unión. Ahora mismo en muchas capitales sopesan qué es peor: dejar que Grecia salga del euro, o dejar que se traslade la idea de que incumplir sale gratis. Y no es difícil adivinar cuál es la conclusión que desde el principio se ha impuesto en Alemania. La Unión puede aguantar la salida del país que incumple sistemáticamente gracias a la intervención del BCE en los mercados. Pero no podría aguantar que se ponga en duda toda la arquitectura institucional creada que incluye las compras del BCE de bonos de países en dificultades, el mecanismo de rescate europeo, el procedimiento por déficit excesivo o la unión bancaria que arrebata a los Estados la supervisión y el control de las entidades financieras.
Los nuevos gobernantes helenos tampoco entienden que su problema en el fondo reside en que están fuera de los mercados. Tiene que recuperar el acceso a éstos para que les compren bonos y para que inviertan en la economía real. Pero los inversores no retornarán a Grecia en tanto en cuanto haya un Gobierno que no parezca serio. Tras un ajuste del PIB del orden del 27 por ciento, hay mucho potencial de crecimiento. El sector privado ya ha creado 100.000 puestos de trabajo en el último año. Pero hace falta un marco de estabilidad y reformas que asegure la inversión. Y en opinión de los burócratas de Bruselas y los mandatarios alemanes, los casos de Irlanda, Portugal y España demuestran que las reformas funcionan siempre que se ejecuten.
Otra dificultad añadida se halla en que los líderes de Syriza utilizan un lenguaje dirigido al público doméstico, un hecho que les está brindando mucha popularidad en casa pero que no está sentando bien en las otras plazas europeas. Incluso Francia ha advertido a los griegos que no pongan en juego el futuro del euro.
No obstante, Tsipras y Varoufakis han ido poco a poco cediendo en cuestiones no menores. Han renunciado a la cancelación de deuda. Han dejado claro que un 70 por ciento de las medidas de la Troika resultan adecuadas. Y ahora han proseguido con la privatización del 67 por ciento del Puerto del Pireo, uno de los mayores del Mediterráneo, centro de una potente industria naviera y un símbolo de los problemas de Grecia. La idea es que este puerto no funciona porque está lastrado por el clientelismo y con demasiada plantilla. Su privatización podría convertirlo en un foco de actividad para la economía griega. No en vano, la experiencia de los chinos que acaban de entrar allí ha sido positiva, contratando a unos 1.000 trabajadores. Además, así se trasladaría la imagen de que Grecia vuelve a ser un buen sitio para invertir.
Lo de readmitir a los funcionarios despedidos también ha causado bastante irritación en Europa y transmite la sensación de que Syriza cederá ante uno de los pilares del clientelismo de Grecia, los funcionarios. Éstos pueden suponer una base de votantes para el partido de Tsipras, están fuertemente organizados y siempre han puesto numerosos obstáculos a las reformas.
Respecto al capítulo de la ayuda a los más necesitados, no parece que haya mucho problema con que se permita un poco más de gasto destinado a ayuda social.
Por otra parte, el banco de inversión Lazard, que asesora al Gobierno griego, ha declarado que el montante de deuda se debería rebajar en el equivalente a unos 100.000 millones de euros. Por mucho que se flirtee con ello, no hay ni la más remota posibilidad de que se toque la deuda. En primer lugar, porque por ejemplo España tiene puestos unos 26.000 millones, de los que 6.000 millones no fueron garantías sino un crédito directo cuyos fondos fueron recabados en un momento de altas presiones en los mercados financieros. Y ese esfuerzo lo hicimos sin tener ningún banco privado metido en Grecia. Cualquier quita sobre esto supondría una pérdida que hay que afrontar.
En segundo lugar, para las autoridades europeas la deuda no es el problema porque Grecia paga muy poco de intereses y no tiene que devolver los principales en muchos años. Y siempre se le puede dar otra patada hacia delante a cualquier vencimiento de forma que el valor real de la deuda se vaya diluyendo por la puerta de atrás y sin que lo tengan que saber los votantes del norte.
Pese a las presiones de Estados Unidos para que se dé un poco de árnica a Grecia, los alemanes se niegan. Al oír los planes aireados desde Grecia, el ministro de Finanzas germano, Wolfgang Schäuble, respondió este martes que ya había un programa de asistencia financiera en funcionamiento. A su entender, los griegos tan sólo tienen que cumplir con las medidas comprometidas si quieren una prórroga del rescate una vez termine éste el 28 de febrero. Y punto.