Esta estrategia implica distribuir las inversiones entre diferentes clases de activos, sectores geográficos y estilos de inversión, lo que permite equilibrar las posibles pérdidas en unos activos con las ganancias en otros.
Uno de los principios clave de la diversificación es la reducción del riesgo no sistemático, aquel que es inherente a una empresa o sector específico. Al diversificar, los inversores no dependen del rendimiento de un solo activo o un grupo reducido de activos, sino que se benefician del comportamiento agregado de una cartera más amplia. Por ejemplo, en lugar de invertir únicamente en acciones tecnológicas, un inversor diversificado podría incluir también acciones de sectores defensivos, bonos, bienes raíces y commodities. Esta diversificación interna de la cartera ayuda a suavizar las fluctuaciones del rendimiento y a proteger el capital frente a caídas severas en algún sector particular. Y no hemos dicho “tecnológicas” al azar. Nos estamos encontrando con que muchas personas concentran demasiada parte de sus carteras en un mismo sector que, por cierto, está en máximos…
Un aspecto crucial de la diversificación es la inclusión de diferentes clases de activos, ya que cada una tiene un comportamiento distinto frente a las variaciones del mercado. Las acciones, por ejemplo, suelen ofrecer altos rendimientos a largo plazo, pero conllevan una mayor volatilidad. Los bonos, por otro lado, proporcionan ingresos fijos y menor riesgo, aunque con rendimientos generalmente más bajos. Al combinar estas clases de activos, los inversores pueden construir una cartera que maximice el retorno ajustado al riesgo. Además, los bienes raíces y las inversiones en materias primas pueden actuar como coberturas contra la inflación y proporcionar estabilidad adicional en tiempos de incertidumbre económica.
Fuente: Carlos Arenas Laorga, con datos de JP Morgan
Además de diversificar entre clases de activos, es importante considerar la diversificación geográfica. Las economías y mercados internacionales no siempre se mueven en sincronía; mientras que una región puede estar en recesión, otra puede estar en expansión. Invirtiendo en mercados globales, los inversores pueden aprovechar oportunidades de crecimiento en diferentes regiones y mitigar el impacto de los riesgos económicos y políticos locales. Por ejemplo, una desaceleración económica en Europa puede ser contrarrestada por el crecimiento en Asia o América Latina, proporcionando una base más estable para la cartera en su conjunto.
La diversificación también se aplica a los estilos de inversión. Por ejemplo, una cartera puede incluir tanto estrategias de crecimiento como de valor, así como una mezcla de gestión activa y pasiva. La gestión activa busca superar el rendimiento del mercado a través de la selección de activos, mientras que la gestión pasiva se centra en replicar el comportamiento de un índice de mercado con costos más bajos. La combinación de ambos enfoques puede proporcionar un equilibrio entre la búsqueda de altos rendimientos y la reducción de costos. Los fondos de inversión y los ETFs (fondos cotizados) son herramientas efectivas para implementar esta diversificación, permitiendo a los inversores acceder a una amplia gama de activos y estrategias con facilidad.
Sin embargo, la diversificación no es una garantía contra las pérdidas, pero sí una herramienta poderosa para gestionar el riesgo. Incluso las carteras más diversificadas pueden sufrir en periodos de crisis financiera global, pero la magnitud de las pérdidas tiende a ser menor en comparación con una cartera no diversificada. Por ejemplo, durante la crisis financiera de 2008, las carteras diversificadas que incluían bonos y otros activos menos correlacionados con el mercado de acciones pudieron reducir el impacto negativo en comparación con aquellas centradas exclusivamente en acciones.
Fuente: Carlos Arenas Laorga
En el contexto actual, donde los mercados financieros son altamente volátiles y las incertidumbres económicas están a la orden del día, la diversificación se vuelve aún más relevante. Invertir en una variedad de activos y regiones puede ayudar a los inversores a navegar por estos tiempos inciertos y a mantener la estabilidad de su cartera. La pandemia de COVID-19 y otros eventos globales recientes han subrayado la importancia de estar preparado para la incertidumbre y de tener una estrategia de inversión flexible y diversificada.
Este enfoque no solo es aplicable a los grandes inversores institucionales, sino también a los pequeños inversores individuales. La clave está en entender que la diversificación es un proceso continuo que requiere revisión y ajuste constante para adaptarse a las condiciones cambiantes del mercado y los objetivos financieros personales. Además, contar con el asesoramiento de profesionales financieros puede ser de gran ayuda para diseñar una estrategia de diversificación adecuada a las necesidades y perfil de riesgo del inversor.