El cambio de modelo es una idea que llevan años vendiendo todos los partidos políticos. Todos hablan de dejar atrás una economía basada excesivamente en los servicios para avanzar en el desarrollo del sector industrial. Pero ése es solo el mensaje, la realidad es bien distinta. Las cifras dicen que los últimos Gobiernos que han pasado por La Moncloa no han hecho mucho para conseguirlo: El peso de la industria en el PIB español ha caído 5 puntos en los últimos 20 años, mientras que el de los servicios ha subido 8 puntos en el mismo periodo.
Así lo pone de manifiesto un informe elaborado por el servicio de estudios de CaixaBank que, a pesar de la mala evolución del sector, reconoce que la industria es muy importante para la economía española. En 2014 empleó a casi 2 millones de trabajadores, el 11,5% del total, generó 572.000 millones de euros de cifra de negocios y su valor añadido bruto representó el 15% del PIB. Y engloba actividades muy diversas, que van desde la alimentación (15,6% de la cifra de negocios del sector) y los vehículos de motor (10,1%), a la producción y distribución de energía eléctrica (12,2%).
La industria, además, tiene una productividad laboral media superior a la de otros sectores de la economía y es clave en el sector exportador: casi un 30% de las ventas se destinaron al extranjero. Como dato curioso, la productividad laboral media de la industria supera en casi un 50% la del sector servicios una vez que se excluye el sector inmobiliario. Aun así, España sigue apostando por vivir a costa del sol y playas.
La separación entre la industria y los servicios es cada vez más difusa
Y como contábamos el lunes en Vozpópuli, los derroteros en esta nueva legislatura no dibujan un cambio de tendencia. Más bien todo lo contrario. Pero no se trata de dejar de hacer una cosa para hacer otra. Como explica Caixabank, la separación entre industria y servicios es cada vez más difusa, puesto que los procesos de producción están cada vez más fragmentados y muchas actividades que antes producían las manufacturas ahora están contratadas en el sector servicios o incluso realizadas en el extranjero.
Las cifras económicas que hemos ido conociendo estos meses también demuestran que el ansiado cambio de modelo no se está produciendo, a pesar de las innumerables veces que lo ha pregonado el ministro de Economía y Competitividad, Luis de Guindos. La industria comenzó a recuperarse en el año 2014 y cogió fuerza en 2015, pero se está desacelerando en 2016, un ejercicio en el que, en realidad, debería haberse consolidado.
¿Qué hay que hacer entonces? La entidad lo tiene claro, hay que aumentar la competitividad, la internacionalización, la inversión en I+D, las nuevas tecnologías y la formación del capital humano. Pero ojo, para aumentar la competitividad hay que contener los costes de producción, lo que inevitablemente implica también alinear los costes laborales a la productividad.
El tamaño de las empresas y la educación, claves para impulsar una industria 4.0 en España
Otro de los objetivos debe ser intentar aumentar el tamaño de las empresas españolas, puesto que puede ayudar a aumentar su productividad e internacionalización. ¿Por qué? Muy sencillo, empresas más grandes permitirán inversiones mayores, también en el ámbito tecnológico. Por ejemplo, en España, una empresa manufacturera con 250 empleados tiene una productividad un 76% superior a la de una con menos de 50 empleados. Y exporta más, de hecho, casi el doble. Así que hacer más grandes a estas empresas mejoraría su potencial general de crecimiento.
La educación y la formación del capital humano también resultan vitales en la apuesta por el sector industrial. Caixabank recuerda que las personas que trabajan en el sector industrial están más formadas que las que trabajan en otros sectores, pero también hay que apostar impulsar la formación profesional orientada a la industria y la colaboración entre empresas y universidades.
Y es absolutamente necesario apostar de forma decidida por la I+D y el emprendimiento, puesto que España va muy lenta en esta carrera. Está en una posición poco ventajosa a nivel político y regulatorio y en aspectos como el entorno de negocio, y la apuesta por las nuevas tecnologías. En definitiva, que empresas, trabajadores e instituciones tendrán que aportar su grano de arena para desarrollar la industria 4.0 en España. “No hay tiempo que perder para ponerse las baterías de litio”, concluye el informe.