Economía

Así fue el intento de asalto al sillón de Francisco González por parte de Luis del Rivero y el PSOE

Sacyr sorprendió al mercado con una inesperada entrada en el capital del BBVA a través de una operación que no tardó en asociarse con un intento del Gobierno del PSOE, recién llegado a Moncloa, por derribar al presidente del banco

  • Así fue el intento de asalto al sillón de FG por parte de Luis del Rivero y el PSOE

Un auténtico terremoto sacudió el panorama financiero español a finales de 2004, cuando la constructora Sacyr (por entonces denominada Sacyr Vallehermoso) afloró una participación del 3,1% en el capital de BBVA, a través de instrumentos derivados cuyo vencimiento se situaba unos meses más tarde. La intención del grupo presidido en aquella época era ejecutar esos derivados y seguir comprando acciones para ganar peso en el banco, acceder al consejo de administración y, una vez en él, poner fin a la etapa de Francisco González como presidente de la entidad financiera.

Sin embargo, no tardaron en surgir comentarios apuntando a que Luis del Rivero, presidente por entonces de Sacyr, no era el único que quería a González fuera del banco. La tesis consistía en que la operación contaba con un trasfondo político, plasmado en la intención del Gobierno socialista, que había llegado a la Moncloa unos meses antes, en marzo de aquel año, de apartar a González del puesto de mando, dado su nombramiento antaño por un Gobierno del PP como presidente de Argentaria, cuando aún era una entidad pública.

Sacyr siempre defendió que aquel abordaje al capital del BBVA fue una maniobra exclusivamente empresarial. A favor de esta teoría jugaba el precedente de la constructora como accionista de Argentaria (antes de ser comprada por BBV), de la que llegó a controlar una participación superior al 4%, con un manifiesto apoyo de Del Rivero a la gestión de Francisco González.

Francisco González, presidente de BBVA.

En realidad, el consejo del grupo constructor comenzó a estudiar la operación aún en 2003, cuando se puso sobre la mesa la conveniencia de tomar una participación en una compañía cotizada que ofreciera una buena rentabilidad por dividendo, ante las reticencias que entre algunos consejeros comenzaba a provocar el comportamiento del sector constructor, entonces en pleno auge.

La defensa del banco

La maniobra provocó un movimiento defensivo en el banco, que no veía con buenos ojos el aterrizaje de una compañía como Sacyr en su capital y menos su intención a medio plazo de tomar posiciones en el consejo de administración. No obstante, el hecho de que el grupo que presidía Del Rivero manifestara que no iba a solicitar sentarse en el órgano ejecutivo del banco y que su participación no fuera considerada significativa hizo que fuera innecesario el visto bueno del Banco de España, cuyo pronunciamiento al respecto esperaba todo el sector.

Por encima del ruido generado por las noticias que surgían en torno a la operación se impuso el trasunto político que siempre lo rodeó, en el que incluso llegó a situarse al propio Luis del Rivero en la órbita del PSOE, pese a que sus simpatías y antigua militancia política se encontraban notablemente alejadas de la socialdemocracia. Prácticamente a diario volaban comentarios y rumores sobre las intenciones de Sacyr en BBVA: desde financiar sus propios proyectos de construcción e infraestructuras hasta trocear la entidad.

Tampoco jugó a favor de desmontar la teoría de la conspiración política el papel de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), que fue considerado por entonces como demasiado tibio. Hasta la sede del organismo supervisor llegó Del Rivero para dar explicaciones sobre las intenciones del aterrizaje de Sacyr en el banco. La CNMV no mostró oposición alguna.

¿Promotor o verdugo?

La operación incluía además el novedoso elemento de los derivados, con los que Sacyr controlaba la mayor parte del 3,1% que declaró del BBVA. Un porcentaje que se ampliaba hasta el 3,6%, toda vez que Juan Abelló (por entonces, accionista de Sacyr, aunque posteriormente vendió su participación) y Demetrio Carceller (aun presente en el capital de la constructora) también adquirieron pequeñas participaciones en el banco.

La intención de Sacyr era ejecutar los derivados a su vencimiento, incrementar progresivamente la participación hasta superar el 5% y, entonces, abordar el consejo y la presidencia de BBVA. En aquel momento, Abelló era consejero de Santander y abandonó ese puesto como muestra de apoyo a la estrategia de Sacyr.

A comienzos de 2005, las opciones de la constructora de completar con éxito la operación fueron perdiendo fuerza. En febrero, su consejo determinó que la mejor opción era abandonar y, por lo tanto, no ejecutar los derivados sobre BBVA. Muchas veces fue preguntado Luis del Rivero por si las mismas manos políticas que teóricamente urdieron la maniobra fueron las que le echaron a perder. Pero su respuesta siempre fue la misma: "no hubo nada de política; la operación fue, simplemente, una mata que no prendió". Un símil agrario, producto de los negocios de naranjas en su Región de Murcia natal que aún mantiene a flote.

Al menos, Sacyr sacó partido de la inversión. La positiva evolución de la cotización del banco hizo que la venta de la posición reportara un beneficio para la constructora de 148,3 millones de euros.  

En lo que hay coincidencia generalizada es en que aquel Gobierno liderado por José Luis Rodríguez Zapatero tenía entre sus objetivos el desalojo de los presidentes que el PP había designado en antiguas empresas públicas. Y la oportunidad de Sacyr era, probablemente, única. No obstante, también los hay que sostienen que si el Gobierno hubiera tenido en verdad ese objetivo lo hubiera terminado por llevar a cabo. Por haber, los hay hasta que opinan que el Ejecutivo de entonces no fue el promotor de la operación sino su verdugo.

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