Universidad de Chicago. Años 60. En una de las paredes del despacho del profesor Milton Friedman, pende uno de esos típicos banderines de las facultades americanas con el siguiente lema destacado en grandes letras: “BE AMERICAN. BUY AMERICAN”.
Lo que pocos pueden apreciar, a menos que se acerquen al banderín de marras, es que una esquina de la tela exhibe en letra diminuta otro texto mucho menos patriota: “Made in Japan”.
Escuela de Negocios IESE en Madrid, 2017. Juan José Toribio recuerda divertido aquella anécdota de sus tiempos de joven doctorando en Chicago. Entonces preparaba su tesis bajo la tutela de quien pocos años después, en 1976, sería galardonado con el premio Nobel de Economía.
Toribio, profesor emérito de Economía en el IESE tras haber desempeñado importantes funciones, como la de director ejecutivo en el FMI, analiza para Vozpopuli los retos de una economía hoy transformada pero siempre sacudida por serias amenazas.
¿Es la ‘trumpeconomics’ la negación de la cultura que se supone hizo prosperar no solo a EEUU sino también al mundo?
Depende. Una cosa es el programa electoral de Trump y otra lo que le sea posible hacer.
¿Y teme usted que lo que finalmente haga Trump tenga fuerza suficiente como para alterar la economía mundial?
Él proponía en campaña una serie de restricciones comerciales muy importantes que tendrían un efecto bastante profundo en la economía mundial. No solo tenía propuestas de proteccionismo comercial frente a China o México sino también proteccionismo inversor e incluso fiscal. Esto sin duda alguna podría tener consecuencias en el resto del mundo. Lo que no está claro es cuánto podría aplicar. Lo mismo ocurre con su política interna de desregulación, de reducción de impuestos y a la vez de expansión presupuestaria y de gasto público en infraestructuras.
¿Y el Brexit? ¿Es un peligro o una oportunidad para avanzar en Europa hacia la integración del sistema financiero?
Las dos cosas sin duda. A corto plazo es un riesgo para la economía europea y la británica. Gran Bretaña ha puesto en peligro su economía y toda la libertad de transacciones financieras que tenía. Y en Europa, el gran peligro es el efecto contagio que pueda tener, con el retorno de la desconfianza hacia el euro como moneda y a la eurozona.
Pero las elecciones francesas han despejado algunas dudas...
Así parece, y también las holandesas. Pero falta ver qué va a pasar en las elecciones alemanas, aunque las perspectivas son favorables.
Los grandes índices macro de España son positivos. Pero hay cierta sensación entre clases populares en el sentido de que la crisis no ha terminado, que no ha tocado el pie de la calle...
Quizá hay esa sensación en el terreno político, pero yo no creo que sea igual a pie de calle. Hay un millón y medio de personas más trabajando en los momentos actuales. Esa gente habrá notado el cambio, como no puede ser de otra forma.
Los españoles de a pie están notando la mejoría por dos razones: una, porque hay más empleo. Y dos, porque hay mucha más gente que ya no teme perder su trabajo.
Quizá más bien es que la crisis no ha terminado como algunos esperaban...
La gente percibe la inseguridad política y la corrupción. Los partidos de oposición lanzan mensajes que no son favorables sobre la marcha de la economía, pero la calle sí nota la mejora, como lo revelan las cifras de consumo. Eso sólo puede ocurrir por dos razones: una, porque hay más empleo. Y dos, porque hay mucha más gente que ya no teme perder su trabajo.
¿Y qué hay que temer en estos momentos de recuperación? ¿Cuál es la principal amenaza de la economía española?
Hay tres tipos de posibles amenazas, aunque eso no quiere decir que todas o alguna de ellas se den necesariamente en la práctica:
Una tiene que ver con los precios de la energía, del dinero o con la posibilidad de que esos vientos de cola que trajo la expansión monetaria europea puedan amainar o (con menos probabilidad) se transformen en vientos de cara. Por eso las previsiones de crecimiento que hacemos para 2018 no son tan favorables como las de este año.
Otros factores son los externos, como la economía de Trump, el Brexit y sus efectos en la confianza en el euro, así como el alto endeudamiento de países emergentes en donde España tiene inversiones importantes. Bien es cierto que este tipo de riesgos son menos graves ahora que hace tres meses.
Y por último veo factores que pueden frenar la economía y que están asociados con la necesidad de reducir el déficit presupuestario y la deuda pública española, que es tan fuerte.
La reducción del déficit ha sido una de las medidas más contestadas políticamente.
Pero es que lo tenemos que hacer sí o sí, de cualquier forma.
Tenemos, pues, una parte importante de déficit que reducir. Y más aún si consideramos la deuda española. En este escenario, es imposible plantear ninguna política fiscal expansiva.
Pues la oposición política no va por ahí: se quejan de las políticas de austeridad.
Sí, muchos se quejan y dicen que hay que terminar con ella. Pero hay que decirlo claro: eso aún es imposible. Sobre todo cuando tenemos un déficit presupuestario que es el mayor de la Eurozona. Todavía no sabemos si se aprobará o no el presupuesto de 2017, pero lo que sí sabemos es que hay previsto un déficit superior al 3,5 por ciento del PIB. Según el calendario fijado en su día, deberíamos estar en torno al 1 por ciento. Tenemos, pues, una parte importante de déficit que reducir. Y más aún si consideramos la deuda española. En este escenario, es imposible plantear ninguna política fiscal expansiva.
"Necesitamos más inmigrantes... latinoamericanos"
Usted ha hablado del problema de la demografía en España. ¿Hay alguna solución a este problema si no es con incentivos económicos?
Quizá pueda estimularse con este tipo de medidas, siempre que se limiten sus costes y no incrementen el déficit. Pero la experiencia muestra que eso tiene un efecto limitado.
Nuestro problema demográfico se refleja a la vez en un estancamiento y un envejecimiento de la población. Nuestra natalidad es bajísima, una de las más reducidas del mundo. Y pasa lo contrario con nuestra esperanza de vida, que es de las más elevadas del mundo.
Para enfrentar el problema demográfico, yo veo más factible la inmigración que los incentivos económicos a la natalidad
Entonces, ¿cómo enfrentar este problema?
Con inmigración. España necesita inmigración porque es la forma más fácil y más asequible.
Las cuestión es qué tipo de inmigración...
Afortunadamente en España tenemos un potencial de inmigración abundante procedente de América Latina, que comparte nuestra lengua y que tiene afinidad cultural con nostros. España cuenta con esa ventaja, porque la integración de estas personas no es problemática. Para enfrentar el problema demográfico, yo veo más factible la inmigración que los incentivos económicos a la natalidad, aunque no soy contrario a ellos en la medida que las cuentas públicas lo permitan.
Ya han pasado años de las grandes inyecciones de liquidez en la economía europea del BCE. Usted escribió en un artículo de octubre de 2013 que no era la forma de salir de la recesión. ¿Qué valoración hace de estas medidas?
No son negativas a corto plazo, puesto que han servido para que la economía europea haya evitado la deflación. Pero después de tantos años de crisis e incentivos fiscales, el PIB europeo está creciendo sólo al 1,5%. Ya se ve que la fortaleza de la economía europea no reside en imprimir dinero. El problema es cómo salimos de la situación monetaria creada: si hubiera una nueva recesión no sabríamos qué hacer, porque hemos agotado los recursos convencionales.
Tenemos tipos de interés negativos. La pregunta ahora es cuánto tiempo cabe pensar que seguirán así de bajos.
Lo que ha dicho el BCE es que seguirá interviniendo en lo mercados al menos hasta marzo del año próximo. Después ya veremos.
El ladrillo repunta, pero genera lógicos recelos. ¿En qué sector puede confiar la economía española para que tire de ella?
En los últimos años, la economía española se ha apoyado mucho en la exportación. Hoy tenemos más de 150.000 empresas exportadoras, casi el triple que al empezar este siglo. No sólo exporta la gran industria, como la del automóvil, sino también empresas pequeñas. España sigue teniendo en el sector exterior un punto fuerte, donde apoyar su futuro.
La renta básica sería una buena alternativa al actual estado de bienestar... si pudiéramos desmantelar el Estado de bienestar.
¿Es una renta básica una buena alternativa a lo que hoy conocemos por Estado de Bienestar, que está en crisis?
La renta básica sería una buena alternativa al actual Estado de bienestar... si pudiéramos desmantelar el Estado de bienestar. El problema es que eso es imposible en estos momentos.
Sería bueno que la gente dispusiera de una renta básica y con esa renta cubrir sus necesidades de salud, educación, pensiones, etc. Esa idea ya la tuvo en su día Milton Friedman, pero lo planteaba como una sustitución al Estado de bienestar, no como un añadido. Nuestra economía no puede soportar más gasto de transferencias, después del esquema social que hemos construido, tanto en España como en toda Europa.
Un poeta del siglo pasado escribió “El comunismo será, entre otras cosas/ una aspirina del tamaño del sol”. Vemos que no ha sido así, pero ahora, sobre todo tras la crisis, muchos piensan que el liberalismo tampoco…
Ni la socialdemocracia. Estamos en un momento de desconcierto social, de unos y de otros. Me parece que en el futuro se impondrá lo que ha existido siempre: la economía de mercado; no hay otra solución para el crecimiento económico. Quizá se impondrá con algún tipo de rediseño del mercado financiero para evitar un bache como el de 2008. La crisis no fue el fracaso de la economía de mercado ni del liberalismo económico como tal. Fue un fracaso de estabilidad financiera. El reto ahora es cómo lograrla, sin distorsionar el sistema de libre economía.