La Palma ha salido al rescate del turismo. Dos meses después de que el volcán entrara en erupción, la isla canaria se ha puesto manos a la obra para recuperar a los turistas que, de no ser por ello, estarían llegando a centenares en un mes como este. De hecho, noviembre está considerado como temporada alta para las islas, con cerca de un 90-95% de ocupación hotelera en un año cualquiera.
Unas cifras que no están registrando este año los palmeros, que han bajado a cerca del 45-50% la ocupación, y que ha perdido por ahora la mayoría de sus conexiones aéreas. Por eso, el Cabildo Insular de La Palma está en estas últimas semanas tratando de transmitir el mensaje de que se puede viajar a la isla, y va más allá: económicamente lo necesitan.
"Queremos que se visite y que se consuma. Que se viaje a los municipios afectados (El Paso, Los Llanos de Aridane y Tazacorte), que los turistas vayan a los bares, que alquilen un coche, que disfruten de la isla", explica Alfredo Capote, director de Promoción Turística La Palma, en una entrevista con Vozpópuli. Capote ha viajado de La Palma a Madrid en los últimos días para sentarse con los medios de comunicación con un mensaje claro respecto a la erupción del volcán y los posibles peligros de viajar al territorio: "Solo se ha visto afectada una parte de la isla, un 8%, pero la isla es visitable, en el este hay una vida normal. Hay días -asegura- que no te das cuenta que el volcán está al otro lado; no lo oyes, no ves la humareda".
Con cerca de 70.000 habitantes, la isla depende, resume Capote, en un 60% del plátano y un 40% del turismo. La erupción del volcán les ha supuesto un gran golpe: "Desde que comenzó, solo nos quedamos con algunos vuelos. La alemana Condor los mantuvo en octubre, y ahora contamos con el vuelo diario de Iberia desde Madrid o el semanal de Vueling desde Barcelona", resume Capote, que insiste: "Con esto, turísticamente la isla se resiente muchísimo". Las compañías aéreas evalúan mes a mes la operatividad en la isla: "Todo dependerá de que se apague el volcán", asume el director de promoción turística, que anima, sin embargo, a intentar llegar hasta allí: "Se puede llegar vía Tenerife sur y coger un barco", ofrece.
La caída a la mitad de las reservas es una realidad para los hoteleros, que se han agarrado de nuevo a los ERTE -específicos para estos afectados- a la espera de que la situación mejore. "Nosotros lo que decimos es que hay una forma clara de ayudarnos, que es venir", cuenta Roberto Pestana, jefe de operaciones de Grupo San Jorge y portavoz de Hacienda San Jorge y Apartamentos La Caleta.
Estos dos establecimientos suman más de 200 habitaciones y emplean a un centenar de personas. "De ellas, 58 están en ERTE porque no tenemos actividad. Dos días antes de la erupción del volcán tuvimos una reunión para reincorporar a los dos últimos trabajadores que quedaban acogidos a estos expedientes por la covid, y ahora esto", resume Pestana, que, esperando a un vuelo a La Palma cancelado por las cenizas, reseña: "Hay que tener una vocación que es ir a ayudar. El viaje a La Palma reparte riqueza, y ese pequeño gasto ayuda a la economía insular que ahora mismo se ha quedado parada".
La Palma mira a la Navidad
Este hotelero asume que el viaje no es sencillo: "Lo que hemos hecho algunas empresas de allí es que, si estás allí y te quedas atrapado, damos ese día gratuito. Estamos todos arrimando el hombro para ayudar", apunta. En su caso, el primer mes del volcán las reservas cayeron un 90%. "Ahora estamos en una situación de una caída de un 60% sobre la previsión de situación normal", dice. Por lo que llama al turista: "Hay una gran parte que no está afectada. La isla sigue siendo segura, hay normalidad salvo en los tres pueblos paralizados".
De cara a la Navidad, los palmeros esperan poder captar turistas, bien para visitar la isla completa, bien para ver el volcán, "algo que no se ve todos los días". No obstante asumen que serán "unas navidades diferentes". "No deja de ser una tragedia. Muchas familias han perdido sus viviendas, sus terrenos, su trabajo y su hogar", apunta Capote, que mirando a los próximos meses no se atreve a hacer más previsiones: "Ojalá supiéramos cuándo se va a apagar".
