"Por mucha resistencia que haya y muchas promesas de los políticos, la mayoría del gremio sabe que nada volverá a ser igual en el sector. No tanto porque venga Uber con su potencia de capital norteamericano, sino porque entre nosotros estamos divididos. Algunos creen que ha llegado el momento de pasarse a las aplicaciones VTC. Los más mayores, próximos a la jubilación, son los que siguen defendiendo con uñas y dientes el statu quo tal y como está".
Quien así se expresa es un miembro de la Federación Española del Taxi, una de las varias asociaciones que hay en la ciudad de Madrid. El gremio del taxi afronta dividido como casi siempre el reto de la vuelta de Uber, quien asegura haber iniciado en la ciudad con apenas 300 licencias VTC (los competidores del taxi, que no pueden circular en busca de pasajeros) pero que, temen los taxistas, no cejará hasta tener una flota de más de 3.000 vehículos con la que pueda recoger en pocos minutos a clientes en cualquier lugar de la Comunidad de Madrid (por el momento, Barcelona y otros destinos tendrán que esperar dada la mayor dificultad en ellos para obtener licencias".
El gremio del taxi afronta dividido como casi siempre el reto de la vuelta de Uber, quien asegura haber iniciado en Madrid con 300 licencias VTC
Estos desencuentros se hicieron visibles el pasado jueves en la reunión del Comité Nacional del Transporte, un órgano consultivo impulsado por Fomento que pretender servir de mesa de reunión entre los distintos órganos del sector (patronales de autobuses, de taxis, pero también representantes de empresas de VTC como Cabify). Uber y el informe de la CNMC que atacaba con virulencia a los taxistas, acusados de "monopolio" por el regulador, protagonizaron las acaloradas discusiones.
Hay un movimiento, muy fuerte y que cuenta con el apoyo de algunos de los taxistas más jóvenes, que apuesta por liberalizar el sector en cierta medida. "Son conscientes de que así no se puede seguir y además en su mayoría no son propietarios de licencias". Pero también hay otros que apuestan, inamovibles, por enfrentarse a la llegada de Uber, aún pese a la evidencia de que en estos momentos la app es legal y no tiene visos de ser prohibida. Los que poseen una licencia y tienen que traspasarla próximamente (el número de licencias es prácticamente inamovible desde hace 30 años) temen que una apertura a más competencia, como la que ya se está produciendo de hecho en Madrid gracias al abogado José Andrés Díez, devalúe sus preciadas inversiones.
Algunos han decidido bajarse del barco, y para muchos de los taxistas representan el paradigma del traidor. Se trata de, por ejemplo, José Luis Funes, quien fue presidente de la asociación de taxis Unalt y que ahora ha decidido pasarse a Uber, convirtiéndose en blanco de las críticas de muchos excompañeros. Según 'Crónica Global', Funes decidió hacerse empresario y compró 10 licencias VTC, que ahora esta usando con Uber "para ver como funciona". La empresa americana se queda con un 25% del valor de la carrera.
Muchas críticas a Uber
Las críticas a Uber, Cabify y la supuesta precarización del empleo que preconizan están a la orden del día. Pero los taxistas parecen comunicar con menos énfasis sus propuestas para mejorar sus servicios y competir. "Queremos encontrar la forma de tener una app común en todos los taxis del país", dice de forma habitual el presidente de Fedetaxi Miguel Ángel Leal. Sin embargo, aún es una propuesta inconcreta que puede resultar desesperante. La competencia tecnológica viene ya de varios años pero no ha sido suficiente para que el mundo del taxi colabore entre sí. "Incluso en ciudades pequeñas como Valladolid hay varias asociaciones de muy pocos asociados cada una. ¿Cómo vamos a ponernos de acuerdo en una app?", se lamenta un responsable de una de ellas. Los avances para hacer inversiones tecnológicas en el gremio transcurren penosamente entre la oposición frontal de muchos.
Cabify, Uber u otras apps no tienen este problema: si la tienes en el móvil, puede ser útil en todo el mundo sin tener que estar bajándote otra nueva. Pero los taxistas no se ponen de acuerdo y puede pasar que en una ciudad como Barcelona, una app no te valga para todos y tengas que usar varias para cubrir toda el área metropolitana. Algunos prefieren seguir usando la tradicional radio taxi o ponerse en las paradas.
MyTaxi, que tiene al gigante grupo Daimler detrás, no gusta a muchos porque cobra unos 'fees' considerados muy altos y se queda por tanto con una parte importante del negocio. Lo mismo ocurre con Hailo. Muchos profesionales autónomos del taxi desconfían de estas apps y temen que vengan a quedarse con parte de su negocio "a cambio de nada". Una buena parte de las aplicaciones móviles tienen tras de sí a potentes grupos de transporte extranjeros.
Opciones de movilidad
Sea como sea, las opciones de movilidad en las ciudades son cada vez mayores, pero todos apuntan a los 'aguerridos' taxistas cuando aparecen casos como el de los vehículos de Car2Go destrozados. Esto son unos coches eléctricos facilitados por el ayuntamiento de Madrid cuyas lunas fueron rotas aparentemente con un tirachinas. Aunque nadie reivindicó la acción, muchos apuntaron a los taxistas, un colectivo 'aguerrido' donde basta con que unos pocos decidan tomarse la justicia por su cuenta. No hay ninguna prueba, no obstante.
"No hemos vuelto a sufrir ningún ataque desde aquello", ha asegurado Car2Go, controlado por Daimler, a este diario. En cualquier caso, no parece muy probable que los taxistas vuelvan a optar por medidas de presión o violencia ante el aumento de competencia. Saben que buena parte de los clientes no las aprueban. Su estrategia ahora es controlar el aumento de licencias VTC, para evitar que su competencia adquiera un número significativo de vehículos. "La CNMC quiere entregar un negocio de 2.000 millones al año centrado en el transporte por ciudades a las grandes multinacionales", repiten con insistencia los profesionales autónomos.
¿qué es el ludismo?
Según explica Wikipedia, el ludismo fue un movimiento encabezado por artesanos ingleses en el siglo XIX, que protestaban entre los años 1811 y 1817 contras las nuevas máquinas que destruían empleo. Los telares industriales, la máquina de hilar industrial y el telar industrial introducidos durante la Revolución Industrial amenazaban con reemplazar a los artesanos con trabajadores menos cualificados y que cobraban salarios más bajos, dejándoles sin trabajo.
Popularmente, se piensa que el movimiento recibió su nombre por Ned Ludd, joven de Leicester que supuestamente rompió dos telares en 1779, destruyendo las máquinas en un "arrebato pasional" y como acto de protesta en reivindicación de su puesto de trabajo.