Nuevas elecciones en Grecia, desaceleración económica en China, caída de las materias primas, subida de tipos en Estados Unidos... Una o todas juntas pueden ser ser las causas del nerviosismo que se ha impuesto en los mercados, que están transitando por 2015 con el corazón en un puño ante el inevitable cambio de escenario que se avecina.
Si la subida del precio oficial del dinero en la economía norteamericana es algo para lo que más o menos todos los inversores están preparándose desde hace tiempo, la hipotética ralentización de la economía china y su repercusión en el resto del mundo es un escenario que no estaba marcado en la agenda, en un momento en el que incluso la crisis helena se ha convertido en un 'divertimento' más que en una preocupación real.
Agosto es un mes en el que tradicionalmente hay poca liquidez en los mercados, con lo que cualquier noticia puede provocar movimientos bruscos en los índices, como ha ocurrido este lunes. Y aunque el Ibex, por ejemplo, ha perdido todo lo ganado a lo largo de estos meses, sufriendo su peor caída desde hace tres años -antes de que Mario Draghi anunciara que el BCE haría todo lo que tuviera que hacer para defender el euro-, la toma de beneficios ha sido generalizada en todos los parqués europeos, siguiendo la estela de los mercados asiáticos.
La presentación de resultados de las empresas del primer semestre había dejado en general un buen sabor de boca, razón por la cual las caídas podrían parecer más correcciones que un cambio de ciclo en la evolución bursátil. Pero la expansión del miedo por el posible frenazo de la economía del gigante asiático y su repercusión en el resto de economías emergentes han tenido más peso en los inversores.
Algunos analistas advierten de que el crecimiento de la economía china podría estar muy por debajo del aproximadamente 7% oficial, y la reciente devaluación del yuan ha vuelto a encender las luces de alerta otra vez, después de que el gobierno comunista haya permitido a los fondos de pensiones invertir hasta el 30% de su patrimonio neto (unos 300.000 millones de euros) en activos bursátiles como una forma más de inyectar liquidez en el sistema y superar el 'corralito' que sufren los pequeños inversores desde hace unos meses y frenar las caídas de sus bolsas.
La rebaja del precio de las materias primas y su repercusión en las divisas de distintos países emergentes como Sudáfrica o Brasil han tenido su correlato en la apreciación del euro, que ha alcanzado el cruce del 1,17 frente al dólar, en un momento en que comienzan a extenderse las dudas de que la Reserva Federal norteamericana pueda cumplir sus planes de comenzar a subir los tipos de interés después del verano.
De una u otra forma, el escenario va a cambiar, aunque el proceso de normalización impulsado por Estados Unidos se retrase, ya que un cambio de percepción de los inversores sobre la economía del gigante asiático tiene por si sola la capacidad de producir un efecto arrastre sobre el resto de la economía mundial.