Los mayores de 50 años resisten las inclemencias de la crisis un poquito mejor que el resto, según los datos proporcionados por la Encuesta de Población Activa, una estadística ampliamente reconocida en Europa. Pese a las dificultades a las que se enfrentan por su edad, la ocupación en la franja que empieza en los 50 años ha aumentado en 275.300 personas a lo largo de La Gran Recesión.
La cifra contrasta con los 3,7 millones de trabajadores que han sido expulsados del mercado de trabajo entre 2008 y 2013. Así, mientras que en ese mismo periodo el número total de empleados se desplomó en torno a un 17 por ciento, en el grupo por encima de los 50 años se elevó alrededor de un 6 por ciento.
El colectivo peor parado con diferencia es el de los jóvenes hasta los 35 años, donde se sufre un batacazo de la ocupación del 34 por ciento, desde los 7,5 millones a los 4,9 millones de empleados. A su vez, los trabajadores ocupados comprendidos entre los 35 y los 50 años disminuyen cerca de un 7 por ciento, desde los 8,2 millones a los 7,6 millones.
La evolución demográfica
El envejecimiento de la población podría explicar gran parte de este fenómeno, pues la cifra de españoles entre los 20 y 35 años ha descendido aproximadamente un 19 por ciento frente a un incremento de casi el 12 por ciento entre los 50 y los 65 años.
De hecho, ahondando en esta explicación, al mismo tiempo el número de parados de los 50 a los 65 años se ha triplicado hasta los 1,1 millones, de acuerdo con la contabilidad de la EPA. Es decir, si durante los últimos seis años en este segmento de población ha repuntado a la vez la ocupación y la cantidad de parados, entonces es que la población activa que busca trabajo se ha disparado. En concreto, ha subido en torno a 1 millón de individuos, un 24 por ciento más, en buena medida porque, tal y como apunta José Ignacio García Pérez de la Universidad Pablo de Olavide, crece el empleo de las mujeres en esas edades.
O lo que es lo mismo, ante la falta de ingresos en el hogar, las mujeres que antes no trabajaban fuera ahora salen a buscar una ocupación. Así las cosas, no es baladí que el 80 por ciento de los españoles por encima de los 50 estén casados y por consiguiente soporten cargas familiares, un factor que siempre presiona a la hora de buscar un empleo.
¿Y a qué perfil responden los que encuentran un empleo a esas edades? Pues la ocupación crece del orden de un 30 por ciento entre aquellos que tienen la secundaria, estudios técnicos de grado superior o universitarios.
En el caso de aquellos sin estudios o sólo con la educación primaria, la ocupación cae en picado entre un 40 y un 50 por ciento. De lo que obviamente se deduce que es fundamental la formación para continuar en el mercado de trabajo a una edad más avanzada.
La dualidad del mercado de trabajo
No obstante, el ensanchamiento de la pirámide poblacional no es la única razón detrás de este fenómeno. Es más, el número de habitantes de 35 a 50 años también engorda, en torno a un 5 por ciento. Su población activa sube casi lo mismo, un 10 por ciento. Sin embargo, tal y como ya hemos señalado, en esos tramos de edades en cambio se pierde ocupación, prácticamente un 7 por ciento.
De modo que los motivos de este patrón de comportamiento van más allá. Y entre ellos hay otro elemento decisivo, la alta dualidad existente en el mercado laboral entre los temporales y los fijos: “En España ha imperado el last in first out, es decir, que los últimos en entrar eran los que se despedían. En parte porque resultaba mucho más barato echar a los jóvenes y los temporales, en parte porque ahora hay menos incentivos para que los mayores de 50 pacten los despidos al no poder enlazar tan fácilmente la prestación de desempleo con la jubilación”, argumenta José Ignacio García.
Con el fin de proteger a los trabajadores más longevos, el Gobierno puso en práctica la enmienda Telefónica, que obliga a las grandes empresas con beneficios a pagar al Tesoro cuando prescindan de los mayores de 50, encareciendo el despido. El Banco de España también prohibió en una circular que las entidades hicieran prejubilaciones contra reservas. Y la legislación ha dificultado mucho la jubilación anticipada y la parcial. Además, desde hace ya tiempo las bonificaciones de cotizaciones para mayores de 45 años han sido bastante generosas.
“En el fondo, las raíces de los actuales disfunciones se hallan en un entramado legal de origen franquista, ideado para preservar al padre de familia y que no se ha reformado. Y las consecuencias de ese esquema se notan ahora con toda su crudeza. Al resultar tan caro rescindir un contrato, este hecho reviste nefastas consecuencias para los jóvenes, desincentiva la movilidad laboral y lastra la productividad”, concluye un reputado laboralista.