Con el nudo en la garganta y sin el pelo tan firme a golpe de laca como de costumbre, la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría empezó la rueda de prensa del consejo de ministros que presentaba el mayor recorte de la historia. Flanqueada por los ministros económicos Cristóbal Montoro y Luis de Guindos, el trío anunció la aprobación de la subida del IVA, la supresión de la desgravación por la compra de vivienda, el recorte a la prestación por desempleo y la eliminación de la paga extra de los funcionarios, entre otras muchas medidas.
Conforme fue enunciándolas, recobró la compostura. Pero las comparaciones con los sollozos de la ministra italiana de Empleo, Elsa Fornero, surgieron enseguida, máxime cuando el día antes había circulado un fotomontaje demoledor en el que aparecían las reacciones totalmente opuestas de una y otra respecto a los recortes: por un lado, la ministra transalpina llorando, y por otro la vicepresidenta Sáenz de Santamaría aplaudiendo. Y dado el carácter normalmente templado de la vice, algunos se preguntaron si acaso no sería una pose intencionada.
Sin embargo, una persona que conocía bien a la vicepresidenta comentó que la emoción era genuina. Quizá porque como reiteraron los miembros del Gobierno, la dura terapia se acometía por las recomendaciones de Bruselas. Cristóbal Montoro incluso dijo que él no habría subido impuestos si no se viese obligado por las circunstancias y las instituciones. Y cuando al ministro de Hacienda le preguntaron por los impuestos a las grandes fortunas para hacer algo más equitativo el sacrificio, éste contestó: “Si puedo encontrar una cosa de esa categoría, como ministro de Hacienda la gravaría”.