Pedro Sánchez ya tiene la medalla más deseada. Ni el primer acuerdo sobre pensiones, ni la bendición de Bruselas al Plan de Recuperación, ni la 'Ley Rider', ni el aprobado al primer PERTE. Ninguno de los hitos sobre los que el presidente ha sacado pecho está a la altura de la reforma laboral, cargada de simbolismo.
Aunque sea descafeinada, aunque mantenga viva la odiada norma de Rajoy, el Gobierno ha logrado arrancar la firma de los empresarios. Y eso es oro de cara a los 'hombres de negro' de Bruselas, de quienes dependen las nuevas remesas de fondos UE; y oxígeno frente a los socios frugales de la Eurozona, que siguen viendo a España como un país manirroto.
El líder socialista lucirá el trofeo, previsiblemente, el próximo miércoles en el Palacio de la Moncloa, cuando efectúe el balance de un 2021 venido a menos para la economía: por lo que nos prometieron que podía crecer y por lo que finalmente ha crecido. Dan fe del frenazo las múltiples revisiones a la baja del PIB que lleva soportando en silencio la vicepresidenta Nadia Calviño. Las últimas las han aireado el Fondo Monetario Internacional y el Banco de España.
Sánchez necesitaba una buena noticia al acabar el año, para sostener el ánimo cada vez más alicaído de sus huestes. La logró en la mañana de este miércoles. Mientras el Consejo de Ministros aprobaba su 'escudo' contra ómicron (el uso obligatorio de la mascarilla en la calle), la junta directiva de CEOE daba su aval al último borrador propuesto, adelantado por Vozpópuli. Poco después votaron a favor los mandamases de CCOO y UGT. La reforma laboral pactada ya era un hecho.
Que el presidente del Gobierno se cuelgue la medalla no significa que el mérito sea suyo. Al contrario, la gran artífice del acuerdo es la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz. A una semana del final del año, la ministra de Trabajo emerge, más si cabe, como una política camaleónica, capaz de nadar entre las aguas sindicales y patronales, y de sobrevivir a su gran promesa incumplida: derogar absolutamente la reforma de Rajoy.
La ministra de Trabajo emerge, más si cabe, como una política camaleónica, capaz de nadar entre las aguas sindicales y patronales, y de sobrevivir a su gran promesa incumplida
De entrada, la ministra 'sindicalista' ha logrado lo que no consiguió en noviembre el 'moderado' José Luis Escrivá, incapaz de atraer a los empresarios a la segunda reforma de las pensiones. Díaz vio una oportunidad en el 'pinchazo' de su compañero de pupitre, para sobresalir como una ministra con altura de miras.
La ministra dio la orden al equipo técnico del Ministerio: debían aislarse de la refriega política y concentrarse en el acuerdo, vital para los intereses del Ejecutivo. Paralelamente, Díaz ha ido haciendo su labor de zapa en las cúpulas de las patronales. En las últimas semanas, era habitual escuchar en los entornos empresariales críticas furibundas hacia el líder socialista, pero no hacia la vicepresidenta 'morada'. Dicho de otro modo, Yolanda Díaz no tiene 'mala prensa' entre algunos de los empresarios que no soportan a Sánchez, que detestaban a Pablo Iglesias cuando era vicepresidente y que critican hoy día a la propia Calviño por perder 'personalidad' para satisfacer al presidente.
Mientras la vicepresidenta económica vive horas cada vez más bajas, sigue creciendo la popularidad de la ministra de Trabajo. En el último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), publicado este lunes, Díaz repetía de nuevo como la ministra mejor valorada y acaricia ya el aprobado que no tiene ninguno de los ministros. La valoración que le dan los encuestados (4,84 puntos) supera con creces la de Sánchez (4,55).
Su actitud desafiante le sirvió para ganar apoyos en el caladero de la izquierda, donde antes pescaba Iglesias. Con la marcha atrás posterior cambió de piel para intentar figurar como una 'mujer de Estado'
La ministra de Trabajo tensó la cuerda hasta donde podía con su promesa de derogar la reforma de 2012. Su actitud desafiante le sirvió para ganar apoyos en el caladero de la izquierda, donde antes pescaba Iglesias. Con la marcha atrás posterior cambió de piel para intentar figurar como una 'mujer de Estado'. El acuerdo lo ha conseguido dando a cada bando una parte de lo que demandaban. A los sindicatos, más peso de la negociación colectiva; y a los empresarios, cierta flexibilidad en la contratación temporal. Antonio Garamendi (CEOE), Gerardo Cueva (Cepyme), Unai Sordo (CCOO) y Pepe Álvarez (UGT) tienen argumentos suficientes para figurar ante los suyos no como triunfadores pero tampoco como perdedores.
Yolanda Díaz sabe además que la tramitación parlamentaria permitirá endurecer el texto que los agentes sociales firmarán con solemnidad. El líder de Bildu, Arnaldo Otegi, ya ha advertido de que no tolerará una reforma en los términos actuales.
A la espera de lo que ocurra en el Congreso, Sánchez ya ha logrado su medalla, cedida de forma sibilina por una ministra que gana algo mucho más valioso: tiempo para seguir comiéndole la tostada al presidente, dentro y fuera del Gobierno.