Facebook y Twitter se han convertido en ese tipo gris, caspa en hombro, traje ochentero, raya en medio y pocas expectativas frente a la vida. Ya no volverán a ser como antes. Aunque su situación es diferente en determinados aspectos, el diagnóstico es el mismo.
Se da por hecho que Mark Zuckerberg y Elon Musk, primeros ejecutivos de dos de las Big Tech más reconocidas, son innovadores por defecto. Y así fue al principio. Facebook y Tesla son la prueba de ello. Ahora Zuckerberg y Musk son todo lo contrario.
Facebook pierde clientes desde finales de 2021. Como sucede en estos casos, gran parte de este comportamiento tiene que ver con la competitividad. Instagram, red social que compró en 2012, crece en usuarios y es la que aglutina al púlico más trendi. Su crecimiento no es un problema -está dentro de Meta-. TikTok, que va como un cohete en crecimiento de usuarios, sí lo es.
Una de las últimas decisiones -se tomó el martes de esta semana- para tratar revertir el comportamiento de Facebook ha sido permitir a los usuarios volver al diseño anterior. Una decisión que, innovadora, lo que se dice innovadora, no parece ser. Es lanzar un triple con los ojos vendados. Una huida hacia atrás en lugar de un impuso hacia adelante.
La vuelta de calcetín que Musk planea para Twitter guarda similitudes con esta estrategia. Va por la vía fácil, por lo clásico. ¿Cómo hacer rentable Twitter? Pues haciéndolo de pago. Quiere un servicio de suscripción que reducirá la publicidad y permitirá disponer de más caracteres y tiempo de muestreo de los vídeos. Una decisión que innovadora, lo que se dice innovadora, tampoco parece.
No es solo Facebook y Twitter
Esta medida resulta paradójica en base a la narrativa que Musk mantiene acerca de la compra de Twitter, con la frase "el poder para el pueblo" como resumen. Para el pueblo que pague ocho euros al mes, claro. No parece una medida demasiado democratizadora, a pesar de que se supone que habrá una versión alternativa gratuita. Este formato favorecerá que la red del pajarito se convierta en terreno abonado para que las empresas tengan un altavoz mayor que muchos usuarios que no pagarán por el servicio premium.
El eslogan de Musk no es más que la evidencia de lo que sucede en estos tiempos, cada vez más raros. Si quieres saber qué persigue un político o una figura mediática, traduce lo que dice en el sentido opuesto. Es una de las maneras más sencillas de desnudar el populismo.
Twitter y Facebook no van a ser lo mismo a partir de ahora. En el caso de la primera porque no parece que vaya a mantener el nivel de influencia que tenía otrora, y en el de Twitter porque, en realidad, nadie sabe al 100% lo que trama Elon Musk. Las redes sociales están verticalizándose cada vez más. Facebook es para los maduritos; Twitter para periodistas, políticos, famosos y quienes quieren escuchar sus mensajes; Telegram para los amantes de la privacidad; Instagram para los de las tendencias; TikTok para jóvenes y adolescentes; LinkedIn para los que prefieren ceñirse al uso profesional; Wallapop para la compra y venta de productos de segunda mano; Tinder para ligar...
Es cierto que la diversificación y nacimiento de nuevas redes sociales no supone dejar de utiilizar las clásicas, pero el tiempo de pantalla baja, y eso es crítico para rentabilizar al usuario con anuncios. Ojo, hay casos en los que los ingresos no son un problema si no se consiguen. Las grandes redes sociales son altavoces con la capacidad, incluso, de cambiar el sentido del voto -recuerden, si no, el caso Cambridge Analytica, cuando Donald Trum ganó las elecciones norteamericanas-. Se han convertido en medios de comunicación, con sus grupos de influencia y accionistas moviendo hilos entre bambalinas.