Opinión

El declive del País Vasco: Una sociedad que desaparece

Esa gente joven que no se siente nacionalista, entiende que se le coloca en posición de desventaja, que no se le ofrece alternativa ni futuro

  • Andoni Ortuzar e Iñigo Urkullu.

A finales del pasado mes de octubre han sido publicados datos de Confebask (patronal empresarial del País Vasco), y de Eustat (Instituto Vasco de Estadística, del Gobierno Vasco), que combinan informaciones muy negativas sobre la previsión económica y social del País Vasco.

Ya los datos venían siendo catastróficos con un índice de nacimientos propio de la postguerra, en los años 40 del siglo pasado, menos de 15.000 para el año 2020. Siendo que aproximadamente un 30% de los nacidos en el País Vasco lo son de madres extranjeras.

En una comunidad pequeña, de poco más de dos millones de habitantes, desde el inicio del Gobierno Vasco en 1980, y hasta el actual 2022, sólo ha aumentado su población un 2,6%. Frente al promedio del 27% en España, del 30,3% en Navarra y del 47,1% en Madrid. Se trata de cifras ínfimas. A comienzos de 2022, Vizcaya ha perdido casi 5.000 personas en un año; Guipúzcoa pierde aprox. 2.200 habitantes; y solamente Álava gana 500 nuevos vecinos.

Es así que Confebask da la voz de alarma y reclama que el declive demográfico en el País Vasco sea un objetivo prioritario de la agenda pública. Y señala que “no tenemos personas suficientes para abordar el relevo generacional”.

En los últimos veinte años, la población en edad laboral en el País Vasco se ha reducido en unas 92.000 personas, al tiempo que la población dependiente se ha incrementado en casi 200.000. En esa desproporción continuada, para el año 2050 es previsible que la población laboral se reducirá en otras 220.000 personas más. De hecho, unas 675.000 se van a jubilar en las tres próximas décadas sin que suceda relevo generacional alguno en la sociedad vasca, que tiene una de las peores combinaciones de baja natalidad y agudo envejecimiento de toda Europa.

Los empresarios y los estadísticos de País Vasco no ven modo de afrontar allí el reto demográfico. El País Vasco estará condenado a que los crecimientos económicos y de renta sean muy por debajo de los obtenidos hasta ahora, al tiempo que la región seguirá perdiendo peso en la economía de España. Habrá menos contribuyentes en una sociedad ultra envejecida, y el estado del bienestar queda ya muy comprometido.

En la próxima década se jubilará el 25% de las personas con empleo hoy en el País Vasco; lo que es sinónimo de menos gente trabajando, que se verán obligadas por tanto a sostener a más y más personas jubiladas, con el correspondiente incremento de coste en materia de pensiones, de salud y de dependencia.

Si la vocación fuera recuperar el tamaño relativo de la economía vasca en el conjunto de la economía nacional, el País Vasco tendría que aumentar su población en otras 140.000 personas más

A menos demografía, menor desarrollo económico y menor estado de bienestar. Se estima que el País Vasco necesitaría aumentar su población laboral en 400.000 personas en los próximos treinta años. 237.000 lo serían para cubrir el relevo generacional, y otras 177.000 personas para dar fuerza al crecimiento económico. Si la vocación fuera recuperar el tamaño relativo de la economía vasca en el conjunto de la economía nacional, el País Vasco tendría que aumentar su población en otras 140.000 personas más.

En el mejor caso, y a falta de un cambio absolutamente radical en la demografía vasca que nadie es capaz de imaginar hoy por hoy, en 2050 el PIB vasco sería equivalente al del año 2006. Esta comparación da la medida del empobrecimiento que tiene por delante el País Vasco en caso de no revertir los datos actuales.

Cuando ya ahora casi el 25% de los habitantes de la comunidad tienen 65 o más años de edad, lo que está en juego es la supervivencia de su sociedad. Aunque su declive demográfico y económico no son sólo una especialidad vasca, dentro de 25 años puede ser insostenible su combinación de aumento de población dependiente, de incremento extraordinario en gasto sanitario, y de reducción del producto interior bruto.

Su causa es el terrorismo que destruyó a fondo la sociedad vasca durante las más de cuatro décadas de asesinatos sufridos (1968–2011)

Hay una razón suplementaria para números tan malos como los del País Vasco, que tantas veces se pasó por alto o que directamente se ignora. Su causa es el terrorismo que destruyó a fondo la sociedad vasca durante las más de cuatro décadas de asesinatos sufridos (1968–2011). Su recuperación no ha sucedido. Frente a quienes creyeron que el terrorismo era un asunto banal, ordinario, que a quien le afectase sería por una cuestión de fatalidad o mala suerte, es fácil comprender hoy que la violencia tuvo un efecto demoledor sobre la demografía del País Vasco. Se ha llegado a estimar en 200.000 las personas que abandonaron su tierra en el muy largo período en que el terrorismo mataba, a partir de 1968. Se fueron de allí familias enteras que en su absoluta inmensa mayoría no retornaron al País Vasco cuando a finales de 2011 la banda terrorista ETA anunció el cese de su actividad, ni volvieron cuando la banda criminal se disolvió en 2018. Su marcha supuso una tasa de empobrecimiento extraordinaria para una región tan pequeña como el País Vasco. Y una ruina desde el punto de vista económico, como también desde el ángulo cultural, y desde cualquier punto de vista que adoptemos.

Es posible que el nacionalismo vasco, tan agriado como envejecido –sea PNV, sea EH Bildu–, esté en el camino de encontrar la horma de su zapato

Y esa pérdida de personas y familias no ha terminado. Se sigue produciendo hoy, día a día. Se trata del número constante o acaso creciente de jóvenes que, concluidos sus estudios de bachillerato en el País Vasco, emprenden su futura vida fuera de allí. Es en otros sitios donde cursan estudios universitarios, y en otros lugares donde se insertan en el mercado laboral y, al cabo, donde hacen su vida.

Habrá que preguntarse sobre ese éxodo que parece no tener fin. ¿Cuál es el motivo? Mucha gente joven allí ha interiorizado no pertenecer al pueblo elegido. El nacionalismo vasco moduló a su voluntad aquella sociedad en los últimos más de cuarenta años. Hay muchas personas que carecen de la acreditación oficial de vascoparlantes, y jóvenes conscientes de que sus opciones sociales y laborales son inferiores a los que sí son vascoparlantes con la correspondiente acreditación. Esa gente joven, que no se siente nacionalista, entiende también que se les coloca en posición de desventaja. Gente joven, en definitiva, que no ve alternativa ni futuro interesante, de modo que su marcha les resulta algo casi normal y obligado.

Y así, con tal suicida devenir demográfico, es posible que el nacionalismo vasco, tan agriado como envejecido –sea PNV, sea EH Bildu–, esté en el camino de encontrar la horma de su zapato. Que no es más que ganar siempre para gobernar y “hacer país” al precio de que el País Vasco se les caiga encima, agotada su población de tanto desvarío identitario y de tanta historia irrecuperable y no transmisible.

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