Tiempos de transformaciones en FCC. El grupo de servicios y construcción se prepara para una nueva vuelta de tuerca en la estrategia de su accionista mayoritario, Carlos Slim, en este caso con el negocio de medioambiente. Y todo apunta a que el esquema a seguir se parecerá mucho al que aplicó con la principal joya de la corona de la compañía, Aqualia, la filial de ciclo integral del agua: emisión de bonos y posterior venta de una participación minoritaria. Un modelo que, en el caso de Aqualia, permitió a FCC ingresar unos 2.400 millones de euros para, entre otros aspectos, refinanciar la deuda y recuperar el dividendo, inédito desde 2012.
FCC está preparando en la actualidad una emisión de bonos a través de su filial de medioambiente, tal y como adelantó esta semana el diario Expansión. Junto con Aqualia, es la línea de negocio que en los últimos años sostiene al grupo, habida cuenta de la situación del área de construcción, que no levanta cabeza en España y en el que resulta cada vez más difícil lograr márgenes aceptables en el exterior.
Una vez completada la reestructuración, lo que se prevé para el próximo mes de octubre, FCC saldrá a la búsqueda de inversores para asegurarse el éxito de la colocación de los bonos
A mediados de 2017, Slim echó mano de Aqualia para abordar la refinanciación de la deuda del grupo, que se situaba por encima de los 5.000 millones de euros (y que suponía un lastre para el regreso del dividendo). La filial de agua de FCC registró sendas emisiones de bonos a cinco y diez años en la Bolsa irlandesa por valor de 1.350 millones de euros, la mayoría de los cuales fueron a parar al proceso de refinanciación.
Meses después, Slim acordó con el fondo australiano IFM la venta del 49% del capital de Aqualia, operación por la que FCC ingresó cerca de 1.100 millones más.
Reestructuración
Ahora, la intención de la compañía es repetir la jugada con el negocio de medioambiente, aunque se trata de una operación algo más complicada. A diferencia de lo que sucedía con Aqualia, que desde hace tiempo opera con una independencia prácticamente absoluta respecto a la matriz, la división medioambiental está mucho más ligada al grupo, tanto en términos financieros como en lo referido a procesos contractuales.
En la situación actual, resulta casi imposible salir al mercado en estas condiciones, por lo que la división de medioambiente está procediendo en los últimos meses a una transformación que simplificará su estructura y le dotará de una mayor independencia del grupo. También está haciendo lo propio con sus unidades en el exterior, en especial FCC Environment (heredera de la anteriormente denominada WRG, que fue adquirida por el grupo a mediados de la pasada década, aún bajo el control de Esther Koplowitz).
Una vez completada la reestructuración, lo que se prevé para el próximo mes de octubre, FCC saldrá a la búsqueda de inversores para asegurarse el éxito de la colocación de los bonos. En función del resultado de esta operación, se terminará de decidir si se da el siguiente paso y se culmina el calco del modelo de Aqualia: una venta parcial que asegure, en todo caso, seguir manteniendo el control de la división y su consolidación en las cuentas de la compañía.
El crecimiento de Aqualia
No obstante, la cúpula de FCC tiene claro que en este proceso tiene que actuar con suma prudencia porque el éxito de las operaciones de Aqualia no está asegurado con el negocio medioambiental. Su venta resulta más compleja, con un entorno de contratos no tan a largo plazo como los del ciclo integral del agua y, por lo tanto, mucho más dependientes de las Administraciones Públicas y, por ende, de los ciclos políticos.
Sin ir más lejos, a ACS le costó mucho tiempo dar salida a su filial Urbaser, la cual puso a la venta con la llegada de la crisis (junto al resto de divisiones de este negocio) y que sólo pudo vender hace un par de años a un grupo chino. Aunque también estuvo un largo tiempo con el cartel puesto, Clece aún pertenece a ACS.
FCC cerró en 2018 su segundo ejercicio consecutivo en positivo tras una dura travesía en el desierto de saneamiento que se tradujo en seis años con números rojos. En este escenario de estabilidad, el grupo mira hacia el futuro con el crecimiento de Aqualia en el horizonte. El fondo IFM apostó por la empresa con el objetivo de que creciera de forma notable en los próximos años, hasta prácticamente duplicar su tamaño. Una meta imposible de alcanzar de forma orgánica, con lo que el escenario contemplado es el de las compras.