La muerte de Adolfo Suárez ha puesto de manifiesto, una vez más, que la Iglesia española no es diferente al resto de la sociedad. En la Iglesia prima la territorialidad y el funeral de Adolfo Suárez fue oficiado por el obispo de Ávila, Jesús García Burillo, que fue el encargado de recibir los restos mortales del expresidente del Gobierno, así como de oficiar la misa y el responso final.
El territorio es el que marca el poder. Por lo tanto, es el titular de la diócesis el que oficia. Sin embargo, también existe en la Iglesia la posibilidad de deferencia con el compañero. Pero por lo visto en Ávila, y posiblemente en el funeral de Estado del próximo día 31 de marzo, el compañerismo entre los sacerdotes no está de moda.
El cardenal Antonio Cañizares era amigo de Adolfo Suárez y podría haber sido perfectamente el que presidiera los actos. También podía haberlo hecho el recién elegido presidente de la Conferencia Episcopal, Ricardo Blázquez. Hubiera supuesto un buen escaparate mediático para los católicos y no católicos que hubieran visto y escuchado en un acto importante al nuevo jefe de la Iglesia española.
Otro tanto va a ocurrir el día 31 en el funeral de Estado de la Almudena. Por territorio, es Antonio María Rouco Varela, arzobispo de la archidiócesis de Madrid, el oficiante. Pero al tratarse de una celebración de Estado, Rouco podría cederle el puesto a Ricardo Blázquez, su sucesor en el Gobierno de la Conferencia Episcopal.
Los sacerdotes consultados por este curioso Buscón no creen que se produzca esta cesión, especialmente por la situación de Rouco, “dolido” por su próximo retiro. El cardenal ya no podía ser elegido una vez más como presidente de la Conferencia Episcopal. Pero sí aspiraba a continuar hasta los 80 como responsable de la archidiócesis de Madrid. Tiene 77 años y a los 75, como está regulado, presentó su renuncia. Parece que el Papa Francisco le aceptará esa renuncia y que en octubre habrá nuevo cardenal en Madrid más de acuerdo con los tiempos reformistas de Ricardo Blázquez.
