El frente soberanista que trabaja en Madrid, en forma bastante menos agresiva que en Cataluña, tiene sus filias y sus fobias entre los miembros del Consejo de Ministros. Los titulares de algunas carteras mantienen buenas relaciones personales con diputados de Convergencia e, incluso, de Esquerra Republicana, mientras que otros ni siquiera les dirigen la palabra. En el caso del ministro de Educación, José Ignacio Wert, predomina una singularidad: carece de amigos en CiU, no se habla con los parlamentarios republicanos, pero, paradójicamente, éstos profesan hacia él en privado una profunda simpatía ya que le consideran como una auténtica máquina de fabricar votos.
Wert suma esta faceta a la de ser uno de los ministros menos populares del Gabinete, y eso que siempre se le ha considerado como un experto en comunicación desde que tuvo responsabilidades en la empresa de sondeos Demoscopia. Con este equipaje, el ministro de Educación, se ha distinguido desde principios de 2012 por marcar territorio con frases que han incendiado las redes sociales y han provocado el consiguiente revuelo en la Cataluña más independentista. Pasó así cuando señaló el interés del Gobierno en “españolizar a los alumnos catalanes” dentro de su cruzada por garantizar el derecho de las familias que quieren que sus hijos se escolaricen en castellano.
Gran polémica en las filas nacionalistas, con su correspondiente eco en el Congreso, causó también el proyecto de Wert de discriminar económicamente a los colegios catalanes dependiendo de si impartían sus enseñanzas en catalán o en castellano.
Más concreción tuvo en los últimos presupuestos estatales la decisión del ministro de reducir las subvenciones a las academias catalana, vasca y gallega en proporciones que rondaron el 50% o la vinculación que hizo entre el crecimiento del sentimiento independentista en Cataluña con la educación que se imparte en las escuelas de esta comunidad.
El ministro ha generado tal grado de desafección en los grupos nacionalistas del Congreso que en la reforma constitucional que se pondrá sobre la mesa por parte del PSOE después de las elecciones europeas, uno de los cambios estrella será, precisamente, el blindaje de las competencias exclusivas de Cataluña sobre la lengua y la educación. Un viaje de largo recorrido en el que, según el prisma de CiU y ERC, Wert ha colaborado de forma tan torpe como entusiasta.