El Papa Francisco aún no ha tenido tiempo de dedicarle la atención suficiente a los cambios que están pendientes en la alta jerarquía eclesiástica de nuestro país. O más bien, se lo está pensando. Hay dos decisiones pendientes y urgentes, como la designación de los titulares de las diócesis de Madrid y Barcelona, donde Rouco y Sistach, respectivamente, habrán de abandonar sus cargos prontamente por razones de edad.
El cardenal Rouco Varela ha rebasado ya en más de dos años el preceptivo tope canónico de la jubilación, fijado en los 75 años. Su salida de la diócesis de Madrid se espera para las próximas semanas. Se da por hecho que el cardenal Cañizares, actualmente en Roma y antaño titular de la archidiócesis de Toledo, le sucedería en el sillón pastoral madrileño. Sistach, de tendencia nacionalista, en una línea diametralmente opuesta a la de su predecesor Ricard Maria Carles, recientemente fallecido, también dejaría Barcelona próximamente pero en este caso no está tan claro el nombre de su sucesor.
Lo que realmente despierta interés y agita las quinielas es despejar la gran duda de quién habrá de suceder a monseñor Rouco al frente de la Conferencia Episcopal. El arzobispo de Madrid está considerado como un hombre de la Iglesia del pasado, muy conservador y nada en línea con los nuevos vientos que soplan del Vaticano. "Algo tenemos que hacer con la Igesia de España", desvelaba recientemente un periodista español que le confesó Su Santidad en persona en una conversación privada e informal. En los ambientes vaticanistas se da por descontado que el actual Pontífice no está encantado con la línea que ha venido marcando la hasta ahora cúpula eclesial española.
Hace unas semanas, la Conferencia Episcopal designó como su portavoz a José María Gil Tamayo, sacerdote, periodista y con un intenso desarrollo profesional en la sala de Prensa del Vaticano y con una concepción de la Iglesia muy abierta y contemporánea. Su designación supuso todo un símbolo. Y sin duda todo un indicio de cuál va a ser la dirección que tomará el Santo Padre a la hora de decidir el nombre de la máxima jerarquía de la Iglesia española. Será en marzo, cuando la Plenaria de los obispos elija al nuevo presidente, que en este caso se da por hecho que no compaginará el cargo con el de obispo de Madrid.
Al Santo Padre le preocupa España. Se está tomando su tiempo, aunque hay algún obispo que asegura que Francisco ya tiene decidido quién será su hombre en la Conferencia española. Pero los designios de Dios son inescrutables y los del Papa Francisco, casi más.